Pasar el rato
Espérame en el centro
Tal como ve uno las cosas, con este calor, el centro en política consiste en querer caerle bien a todo el mundo
Reprobación poética del sol
La fe del costalero
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Iniciar sesiónLo más inteligente que ha hecho el PSOE desde Rodríguez Zapatero es acabar con la idea misma de derecha. Ha conseguido que la derecha se limite a vivir pendiente de que no la confundan con Franco, y la ha obligado a inventarse ... el centro. De manera que su ser se convierta en un no ser. Por eso no logra alcanzar el Gobierno de España, porque todavía no ha llegado a ser.
Tal como ve uno las cosas, con este calor, el centro en política consiste en querer caerle bien a todo el mundo. No incomodar a nadie, no alterar a nadie, despertar una general simpatía en todo lo nacido de mujer. Ni Jesucristo, que era Dios, consideró inteligente y provechoso provocar esa reacción masiva.
Porque vivir es molestar, no importa si deliberadamente. Molestar, sobre todo, a quienes no nos conocen ni hemos tenido ocasión de agraviar, molestar porque existimos, eso es todo. O molestar porque hemos hecho favores, la peor de las molestias. No molestar al prójimo, no importa si deliberadamente, es aportación de seres del reino mineral. O de quienes están de cuerpo presente en su propia biografía. Pero una piedra en el camino es un estorbo, aunque no tenga la piedra voluntad de estorbar. El ideal de centro es un cementerio, donde únicamente molestan los vivos.
Unos días antes de su exaltación popular entrevistaron en Onda Cero a Núñez Feijóo, y dijo el ilustre pensador que su proyecto político no es de derechas ni de izquierdas, sino «un proyecto transversal de centralidad». Con esa explosión retórica, propia de una biografía de Pedro Sánchez, el maestro ha ruborizado la cursilería. Le parece a uno, con este calor, que el centro es un pretexto para alcanzar el poder. Mucho más honorable que la convivencia con delincuentes y pervertidos, pero un pretexto.
El centro es el camino, Alberto, le habrá dicho Rajoy, que alcanzó la fama equivocándose. En el centro encontrarás a Puigdemont y al PNV, que tanto nos han ayudado. En su esencia, el centro es cordialidad. Equiparar cordialmente el mal al bien es una visión centrista de la moral.
Aborto cordial, eutanasia cordial, pinganillos cordiales para que se entienda la familia a la hora de la comida, pactos cordiales y generosos con quienes nos persiguen y calumnian y se ríen de nuestra cordialidad. Y después de una vida política feliz y equivocada, acompañado por el coro de cisnes unánimes del congreso, el «proyecto transversal de centralidad» entrará en la vida eterna, como recompensa a tanta simpatía.
El votante experimentado sabe que vota para que lo decepcionen. Votar es darle poder a alguien. Y el poder, por su propia naturaleza, tiende a pudrir el alma. En qué medida, dependerá de la personalidad de quien lo ejerza. El poder se conquista, la admiración se merece. Mañana, rebeldes y orgullosos, votaremos todos a nuestra nueva y conocida decepción. Cada uno a la suya.
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