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Pasar el rato

Reprobación poética del sol

¿Qué falta nos hace el sol para enloquecer, si ya tenemos a Pedro Sánchez?

José Javier Amorós

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Además de los cuarentaytantos grados durante días seguidos, alarma sanitaria en Córdoba por estrés térmico. Pues sí que empieza bien el verano. Cuenta este periódico, que a veces nos alarma innecesariamente a los inestables, que el despiadado sol humilla nuestro sistema nervioso. Expertos del Hospital ... Quirón y el Reina Sofía atribuyen al rugido del sol la exacerbación de la ansiedad y de la depresión. Ya éramos muchos sin necesidad de que pariese la abuela, tan serena. ¿Qué falta nos hace el sol para enloquecer, si ya tenemos a Pedro Sánchez? ¿Cómo han podido cantar los poetas a esa estrella vanidosa que nos roe el alma y acuchilla la calva con el melanoma? Se nota enseguida que los poetas solares no han pasado un verano en Córdoba, y ensalzan lo que ignoran. Afortunadamente, nadie lee hoy a los poetas, y en ese desinterés recibe el sol su merecido. Justicia poética. En Córdoba se aprende a admirar el sol por temporadas. De la Feria a San Miguel, apártate de nosotros, implacable verdugo del sosiego. De él depende la vida y en él habita la muerte. Se parece al presidente del Tribunal Constitucional. Durante el verano cordobés, el sol no es el bien. Sépalo Platón, también poeta. Los elegidos del sol abominamos de su regalo, Vicente Huidobro, desde junio hasta octubre. Y también nos gustaría ver el mar, que es la única fuerza que puede oponérsele. Para y enfríate, oh sol, yo te maldigo cuando lanzas los cuarenta sobre Córdoba. Ardiente como tú mi depresión, cuánto siempre te odié, sol perturbado. ¿Acaso no es ese el sentido de su Himno en Córdoba, maestro Espronceda? Muera el sol de la mañana de verano, Rafael Alberti, y el del mediodía insoportable, viva la vida sin sol. Bendita lluvia de abril, hermana nieve de enero, ventiscas, tempestades, frío, hielo, para que el alma se serene después del llanto en ebullición de los agostos. Sí, Rubén Darío, «siéntense vahos de horno» en las calles de Córdoba, «parece el suelo rescoldo». Y el sol acompaña el cortejo de los deprimidos. No es tristeza, amada mía, es ese calor que enturbia los mejores sentimientos. Cuánto siempre te amé, lo sabrás en otoño. Ahora estoy ocupado recomponiendo mi personalidad en la nevera. Que cierre la reprobación Vicente Aleixandre, a nadie se le daban las metáforas como a él. Y alguna relación tuvo con Córdoba. «El sol, el fuerte, el duro y brusco sol que deseca pantanos (…), que hace a la tierra una escoria sin muerte. (…) No, no digas mi nombre, noche horrenda de agosto… Pero mátame, oh sol, con tu justa cuchilla».

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