PASAR EL RATO
Córdoba es una fiesta
Ni la lectura ni la bebida son vicios solitarios
Las imágenes de la Feria del Libro de Córdoba en un domingo de gran ambiente
Córdoba
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Iniciar sesiónParís fue patrimonio de artistas, Córdoba es Patrimonio de la Humanidad, donde habita la belleza. París tiene más pasado, Córdoba tiene más futuro. Y tiene nuestro presente, que es lo que cantamos, ahora que somos jóvenes y felices. Uno ya sabe que ... nuca será Hemingway, el de 'París era una fiesta', o Borges, a quien admira más. Tampoco lo ha pretendido. Lo que a uno le gustaría es ser él mismo, pero logrado.
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Para su fortuna, aún está a tiempo. En cuanto el sol pierde el pudor y se descara, a Córdoba se le alegran las pajarillas. Y los pajarillos. Este año viene el sol limpio y repeinado por la lluvia. Las fugaces aventuras del trío natural –la tierra, la lluvia y el sol- dan el trigo, las flores y esta Córdoba que despliega su alegre primavera. Durante un mes largo, esta ciudad ahíta de historia se entrega a su propia algarabía, y no parará hasta dormirse, exhausta, en los brazos de un verano abrasador. Pero antes, Córdoba se engalana y sale a la certeza de la luz y de los bares. Este año ha empezado la fiesta con los libros, después del fracaso de la Cata. Que si se mira con ojos literarios, mantiene con el libro una antigua relación. A leer y a beber, hay que aprender. La primera regla del arte de conciliar la lectura y la bebida es ésta: Cuando acabamos de leer, todavía debe quedar vino en la copa. Las dos actividades son un medio, ninguna tiene el fin en sí misma. Ni la lectura ni la bebida son vicios solitarios. La lectura es un acto en soledad, pero no de soledad. De ella se sale mucho más acompañado de lo que se entró. Y la bebida, por su propia fundamentación psicológica, requiere compañía para su disfrute.
Las copas son para conversarlas. Por eso, beber mientras se lee es beber en compañía. Quizá no se trate de una buena idea, pero pienso que la Cata del Vino y la Feria del Libro podrían celebrarse en Córdoba a la vez, en las mismas fechas y en el mismo lugar. Y como vivimos tiempos de pedagogía gubernativa, podría enseñarse en el gozoso recinto a leer y a beber. En un duelo a primera copa, un paisaje de libros derrotaría al unánime teléfono móvil de los más jóvenes, que podrían sentirse impulsados a pasar las yemas de los dedos por el lomo de Cervantes o del Grupo Cántico, y a lo mejor absorbían su poquito de pensamiento junto con su poquito de fino. Empezar una fiesta con libros y vino demuestra el nivel de un pueblo.
Me demoro en la calle de los libros, en el Paseo del Gran Capitán, y un enjambre de letras revolotea alrededor de mi cabeza. Son muy pesadas las letras. Aparto las más molestas -los adjetivos enemigos del sustantivo, las metáforas macilentas-, selecciono y ordeno las aprovechables, y me dan para este artículo. De menos palabras me hizo Dios. La Feria me reafirma en dos viejas convicciones: Los libros, de papel. Los libros, en papel. Y que cada uno lea lo que quiera, sin dejarse impresionar por la reputación de los autores. Eso lo aprendí del maestro Borges. Quedan las Cruces, los Patios, la Feria de Mayo, qué sé yo qué. Que siga la fiesta. Pero que tenga un final.
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