Celebración
La huella de la Navidad que no deja de evolucionar en Córdoba
Costumbres
Aunque lo esencial de las fiestas pervive, la forma de celebrarlo ha ido mudando con el tiempo y asumiendo costumbres del siglo XX
Los comerciantes dan un aprobado con alguna falta al alumbrado navideño
Félix Ruiz Cardador
Córdoba
Ofrecen las fiestas navideñas, con sus reencuentros y festividades, una extraña mezcla de serena melancolía por el ayer que se fue y esperanza por el mañana que se espera. En los instantes más familiares surge a menudo la memoria del pasado y de los que ... se fueron. No es por ello extraño echar la vista atrás y recordar otras navidades, la forma en la que se vivían estas fiestas tan especiales en la Córdoba de antaño.
El Archivo Municipal permite de hecho hacer un recorrido por las principales tradiciones de estos días, algunas de las cuales, como los nacimientos y los villancicos, vienen de antiguo, y otras mucho más recientes como el alumbrado especial o la Cabalgata de los Reyes Magos, ambas ideadas en el siglo XX pero convertidas hoy en tradición ineludible.
Los fondos gráficos municipales reflejan bien cómo estas fiestas han ido cambiando con el pasar de los años. Aunque los días centrales siguen siendo los mismos, hoy la Navidad comienza a olfatearse en noviembre y arranca de forma oficial a inicios de diciembre con el encendido de las luces navideñas y las modernas campañas comerciales.
Antes no era así, sino que las fiestas arrancaban con el canto de los niños de San Ildefonso por la Lotería y la llegada de los vendedores de pavos, que los paseaban vivos por la ciudad en piaras. A partir de ahí arrancaban unas fechas en las que todo mudaba.
Los villancicos, las celebraciones religiosas, los belenes, la gastronomía especial con sus sabrosos dulces de paladar conventual y los actos benéficos proliferaban durante dos semanas en las que se salía de la monotonía antes de la fase más cruda del invierno.
Las imágenes más antiguas señalan de hecho como elemento clave de estos días a los nacimientos, que se colocaban por toda Córdoba y hacían las delicias de los más pequeños. El periodista Ricardo de Montis, en sus 'Notas cordobesas', ya ponderaba algunos de los belenes más celebrados de su tiempo, en el tránsito del XIX hacia el XX, cuando las figuritas se vendían en un mercado callejero por la actual calle Capitulares. Entre otros, recuerda De Montis un nacimiento con figuras mecánicas que se exhibía en el Colegio Santa Victoria.
Más tarde, y junto a los belenes de las instituciones, han sido los artistas de la ciudad los que han sobresalido con sus nacimientos domésticos, algunos hoy legendarios y muy añorados como los que instalaban el imaginero Antonio Castillo Ariza o los miembros del Grupo Cántico Pablo García Baena y Miguel del Moral.
Se mantiene esta tradición artística gracias a la Asociación de Belenistas, a grandes maestros de este arte peculiar como el académico Ángel Aroca o el dorador Rafael Barón y al esfuerzo de tantas familias.
Muy antigua también es la tradición de los villancicos, de origen popular y remoto y que se popularizaron en el Renacimiento para ligarse más adelante a lo religioso y en especial a la Navidad. Como explica el periodista Francisco Solano Márquez, dos son las piezas más valiosas que ha dado Córdoba al género: 'El ruiseñor', que compuso en el XIX el organista de la Catedral Juan Antonio Gómez Navarro, y 'Nochebuena cordobesa', de Ramón Medina, que supo retratar en su letra el sabor de la Navidad cordobesa en una casa de vecinos de Santa Marina.
Muchos son los villancicos populares que se cantan en estas fechas y que en las décadas pasadas protagonizaban numerosos concursos escolares y de adultos que caldeaban el ambiente. También eran frecuentes los certámenes de postales navideñas, hoy cada vez más infrecuentes, y dibujos.
Como elementos fundamentales pero contemporáneos aparecen en las imágenes otras tradiciones como el alumbrado o la Cabalgata de Reyes Magos. Las luces navideñas, nacidas gracias al avance de la electricidad pública, son una aportación de los años 60, que comenzó como simples cadenetas iluminadas, que promovieron los comerciantes de la calle Cruz Conde y que luego se fue ampliando.
En cuanto a la Cabalgata, salió por vez primera en 1925, promovida por el párroco de San Francisco, Carlos Romero, y recorrió un breve trayecto desde la Posada del Potro y hasta la calle San Fernando. Luego iría creciendo y en los 50 tendría ya organización municipal, con protagonismo creciente en su organización de la Federación de Peñas.
En el Archivo Municipal tampoco faltan imágenes alegres de fiestas de Fin de Año en Las Tendillas y dramáticas como las comidas para personas sin recursos en plenos años 50. Todas ellas conforman un legado brillante pero con contrastes de una tradición en continua evolución y con una parte privada, la que se vive en las casas, que aquí queda fuera de foco, pero que es imprescindible para entender la forma de vivir estos días en plenitud.
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