crónica negra
Un golpe de tos delator
En 1911, Antonio Santos Alcaide acabó con la vida de su pareja y el amante de ésta tras descubrirlos en la posada de Venceguerra
Un golpe de tos delator
Uno de los crímenes que conforman el pretérito más oscuro de la Córdoba del pasado siglo es el denominado caso de «La Tizná», en el que Antonio Santos Alcaide acabó con la vida de su compañera, Josefa Torralbo, y de su amante, José Antonio Soto ... Molina, «El Luquilla», tras descubrirlos en la antigua posada de Venceguerra, el 16 de junio de 1911.
La historia aparece publicada en el libro «Crónica negra de la historia de Córdoba. Antología del crimen», escrito por el exmagistrado de la Audiencia Provincial de Córdoba Antonio Puebla Povedano y el comadante de artillería en la reserva José Cruz Gutiérrez.
El autor del homicidio era un delincuente «célebre» entre la policía. Había sido condenado en varias ocasiones y era habitual en el mundo del hampa de la época. Conoció a una prostituta llamada Josefa Torralbo, «La Tizná», apodo por el que se la conocía debido, según se dice, a un antojo que tenía en la piel. Ambos estuvieron conviviendo durante algún tiempo. Primero, en la calle de la Carne y después, en Mucho Trigo. Habían conseguido guardar unos doce duros que, para la época, era una pequeña fortuna.
Según recoge el libro de Puebla y Cruz, la pareja tenía un amigo en común, José Antonio Soto Molina, alias «El Luquilla», y, un buen día -o quizá más bien desafortunado- la mujer decidió marcharse con él y llevarse los ahorros que tenía con su compañero.
Cuando Santos Alcaide descubrió la traición, comenzó a buscar a los amantes por toda la ciudad, tras haber consumido bastante alcohol, hasta que llegó a la posada de Venceguerra, en la calle Emilio Castelar número 17. En ella se escondían La Tizná y El Luquilla. Momentos antes se habían registrado en la hospedería con nombres falsos para no ser localizados por el despechado.
Al llegar a la posada, justo en el momento en el que preguntaba al portero por los fugitivos, José Antonio Soto sufrió un fuerte golpe de tos que fue su perdición y la de Josefa. El fino oído de Santos Alcaide lo escuchó y, preso de la ira, subió corriendo a la habitación donde su amigo y la mujer se escondía.
«Dio una patada a la puerta y encontró a la pareja tendida en la cama, de espaldas a la entrada. Sin pensárselo dos veces, efectuó cuatro disparos con un revólver», recoge el libro. El Luquilla sufrió una herida en el cuello que le fracturó la segunda vértebra, destrozándole la médula espinal y causándole la muerte. La Tizná fue alcanzada en un pulmón por la munición. Hubiera sobrevivido de no ser porque Santos Alcaide la remató asestándole tres puñaladas con una navaja en el estómago.
El homicida, tras ser arrestado e ingresar en prisión, explicó sin tapujos por qué había cometido el crimen: «...a quien me roba, lo mato».
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