El «ecoterrorismo» de ETA
La banda logró con diez de sus asesinatos paralizar Lemóniz y modificar el trazado de la autovía de Leizarán
J. PAGOLA
ETA, Batasuna y grupos satélites instrumentalizados para la ocasión se han opuesto sistemáticamente a cualquier proyecto que supusiera progreso para el País Vasco y Navarra. Ello, con un doble objetivo: importar para su «Euskalherria» el modelo albanés y escudarse en la bandera ecologista para captar ... simpatizantes.
La campaña más dramática llevada a cabo por ETA fue la que buscaba paralizar las obras de la central nuclear de Lemóniz. Y para ello se aprovechó de la gran movilización popular que se había levantado contra el proyecto. El 18 de diciembre de 1977, el «comando Vizcaya» intentó asesinar a los guardias civiles que vigilaban las obras. Pero los agentes repelieron la agresión e hirieron al etarra David Álvarez Peña, que falleció un mes después. El 17 de marzo de 1978, la banda hizo estallar una potente bomba en el reactor de la central. Mató a los trabajadores Andrés Cuadra y Alberto Negro. Otra bomba colocada el 13 de junio de 1979 acabó con la vida del obrero Ángel Baños.
El 29 de enero de 1981 los terroristas secuestraron al ingeniero jefe de la central José María Ryan y concedieron el plazo de una semana para que la central fuera demolida. El Estado no se plegó al chantaje y los terroristas asesinaron al ingeniero, que dejó viuda y cinco hijos de corta edad. Iberduero paralizó las obras y, poco después, el Gobierno transfirió las competencias de energía al Ejecutivo vasco que, a finales de 1981, impulsó el proyecto. ETA reaccionó con el asesinato, el 5 de mayo de 1982, del ingeniero Ángel Pascual Múgica. Las obras quedaron definitivamente paralizada, así que durante mucho tiempo la central se alzó como un monumento a la claudicación del Estado frente al chantaje del terror. La banda aún se cobraría una nueva víctima: el niño Alberto Muñagorri, que quedó mutilado como consecuencia de una bomba colocada en la puerta de unas oficinas de Iberduero en Rentería.
ETA y Batasuna también se opusieron a la construcción de la autovía Pamplona-San Sebastián hasta el punto de que la presión de las pistolas movió al Gobierno vasco y a la Diputación de Guipúzcoa a modificar parte del trazado. Entre 1989 y 1992 la banda perpetró dieciocho atentados contra este proyecto, entre ellos un potente coche bomba en Madrid, que dejaron un saldo de tres muertos —dos policías que intentaban desactivar un artefacto y el delegado de Ferrovial en Valencia, José Edmundo Casañ— y nueve heridos. A ello se sumaron unos 200 actos de sabotaje de los «borrokalaris». Una ETA más debilitada, apoyada por plataformas como la que agredió a Yolanda Barcina, emprendió también una campaña contra las obras del AVE vasco. El episodio más dramático fue el asesinato del empresario Ignacio Uría, próximo a EA.
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