Zapatero maniobra para aminorar la huelga general contra la reforma laboral
El PSOE se debate entre quienes quieren que este Gobierno afronte el desgaste y los que piden un cambio antes de las vacaciones de verano
José Luis Rodríguez Zapatero sólo piensa en pasar lo antes posible el amargo trago de la huelga general contra la reforma laboral que aprobará su gobierno el 16 de junio, y en no alimentarla «soliviantando» a UGT y CC.OO. «con escaladas verbales que no ... conducen a nada», reconocen a ABC fuentes socialistas. De ahí su parsimonia, ampliando sucesivamente el plazo del diálogo social hasta este miércoles, y su exquisitez con las partes, particularmente con los sindicatos. No es gratis. Tiene mucho que ver con un «achique» de calendario beneficioso para los intereses del PSOE.
El presidente del Gobierno sabe que, tras la huelga de funcionarios de este martes 8, a las centrales no les queda más que convocar el paro general entre el 16 y el 30 de este mes, ya que en julio es impensable. «No sólo porque medio país esté de vacaciones -matiza una fuente socialista- sino porque los que quedan trabajando, sobre todo en grandes empresas, las que más paran y donde se va a medir la huelga, trabajan a turno y eso complica aún más la convocatoria».
Paradójicamente, como ha ocurrido tantas otras veces en la carrera política del político leonés, su debilidad es su fortaleza. Y es que ha logrado instalar en la izquierda, también en la sindical, la idea de que la huelga es tan inexorable como beneficiosa para los intereses electorales del PP.
En el Ejecutivo, Zapatero no da ninguna señal de que vaya a cambiar ministros para recuperar impulso, pese a las especulaciones y a las presiones del PSOE. La siguiente anécdota tenía lugar esta semana en Madrid durante un almuerzo de un «barón» territorial con periodistas: «Yo creo que debería hacer un gobierno felipista, muy político», confesaba ese líder. ¿Y eso qué es?, le preguntaron sorprendidos. «Pues, además de Pepe Blanco y Rubalcaba, yo llamaría a Joaquín (Almunia) y le haría vicepresidente económico. Y si hay que llamar a Javier (Solana), se le llama». Alguno de los presentes recordó entonces que si Zapatero lleva algo a gala, es no haber taponado con su generación (no dudó en alejar del Ejecutivo nombres de primera hora como fueron Jesús Caldera, Juan Fernando López Aguilar e incluso Jordi Sevilla, ya fuera de la política) y que eso haría incomprensible semejante giro generacional. «Da igual, él es un hombre inteligente y se ha dado cuenta que un gobierno que ha aprobado importantes cambios en derechos civiles puede no servir para gestionar esta crisis».
Salgado pierde autoridad
La desesperación política que contiene esa reflexión refleja un estado de ánimo y da algunas claves interesantes: por ejemplo, que aunque Elena Salgado lleve sólo un año en el cargo, casi todo el mundo la da por amortizada como vicepresidenta económica. Es decir, ha calado la idea de que es la Oficina Económica de Moncloa, que dirige Javier Vallés supervisado de cerca por el todopoderoso director del gabinete de Presidencia, José Enrique Serrano, la que dirige esa política. La decisión de incluir en el Decreto-ley de recorte la prohibición de los ayuntamientos a endeudarse, ha volcado sobre Salgado parte de la ira del partido.
No obstante, una de las fuentes consultadas duda de que el cambio del Ejecutivo sea inmediato. Coincide con el «barón» antes citado en que «este Gobierno tiene que comerse el decreto, la huelga general y el malestar con el que la gente se va a ir de vacaciones. Es decir, aguantar sin cambios hasta el Debate sobre el estado de la Nación de 14, 15 y 22 de julio.
A partir de ahí, hay en el PSOE quienes ven un cambio a finales de julio para que los vicepresidentes y ministros entrantes «se rueden», y quienes creen que debe hacerse coincidir ese relevo con la nominación de candidatos municipales y autonómicos, entre septiembre y octubre.
Blanco, segunda parte
Los que sí aparecen en todas las quinielas como firmes candidatos al ascenso a una vicepresidencia son Alfredo Pérez Rubalcaba y José Blanco. Antes de Semana Santa, cuando Zapatero nombró al triunvirato negociador de Zurbano (Blanco, Salgado y Sebastián), el propio jefe del Ejecutivo se encargó de frenar lo que parecía inminente nombramiento de Blanco para una vicepresidencia política que sólo podía tener una damnificada: María Teresa Fernández de la Vega. Desde Semana Santa, ella ha recobrado su espacio político, a diferencia de Salgado, que lo ha ido menguando. Pero Blanco ha seguido cultivando al partido y es el preferido en todas las apuestas internas en ese gobierno «político» que piden los barones a Zapatero.
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