Colza, la vejez prematura
Santiago y Pilar, dos de los 25.000 afectados por el consumo aceite de colza tóxico, viven como si tuvieran «20 años más» de los que realmente tienen, haciéndose análisis cada tres meses
MIRIAM SÁNCHEZ
Santiago García y Pilar Jiménez son dos de los cerca de 25.000 afectados por el «síndrome tóxico» que sacudió a España tras el consumo masivo de una serie de partidas de aceite de colza adulterado . Sin embargo, no todos ... tienen claro que esta sea fuera la verdadera causa de la mayor catástrofe sanitaria de España . «Yo nunca he picado. No fue el aceite. ¿Cómo va a ser por el aceite adulterado, si nosotros ni lo compramos ni lo consumimos nunca? Se habló de que el gobierno americano estaba detrás. Para mí, fue un fallo en la experimentación bacteriológica de los norteamericanos en Torrejón de Ardoz. Se les fue de las manos», comenta Santiago.
«Yo en mi vida había comprado una garrafa de aceite a nadie»
Santiago, por aquel entonces, comía todos los días fuera de casa. Sus dos hijos, que no se intoxicaron, en el comedor del colegio. «Que estemos nosotros dos afectados y los niños no, es rarísimo», declara Santiago. «Yo en mi vida había comprado una garrafa de aceite a nadie. Yo solo compraba aceite del supermercado, de oliva », recalca Pilar insistentemente.
El relato de aquellos días es incómodo y doloroso. En mayo de 1981, Santiago era administrador, tenía 35 años, un buen sueldo, esposa y dos hijos. Fue el primero de los dos en caer enfermo. Empezó a encontrarse mal, le costaba respirar y se sentía agotado . El médico le dijo que era a causa del aire acondicionado: «Cerré todo lo que estaba haciendo y fui al hospital Puerta de Hierro. Allí me diagnosticaron neumonía atípica . Recuerdo solo eso. Cuando me desperté, era de noche y llevaba un día y medio ingresado».
«He visto morir a familias enteras»
En el hospital, Santiago vivió momentos que no podrá olvidar nunca: «He visto reventar por dentro a una persona en el hospital y después morir. He visto morir a familias enteras. Al principio, cuando aún no sabían la causa de la intoxicación , nos trataban como a leprosos, confinados en la última planta del hospital. Yo mismo me tenía que pinchar, porque las enfermeras y los médicos también tenían miedo del contacto ante el hipotético contagio ».
Pilar Jiménez: «Me quedé con 30 kilos de peso, tenía el aspecto de una vieja»
Días más tarde, Pilar comenzó a sufrir dolencias . A ella la intoxicación le afectó a los huesos. No podía caminar y no tenía fuerza en las articulaciones. «Me quedé con 30 kilos de peso, tenía el aspecto de una vieja». Asegura que mejoró bastante porque fue a un naturista, no por los médicos. «En el desayuno me daban 13 pastillas. Había días que prefería morirme. Pero luego dejaba de pensarlo por mis hijos ». Los niños tuvieron que quedarse con sus abuelos. Tenían ocho y cinco años.
Pronto llegaron también los económicos. A Santiago le dieron de baja, pero no a Pilar, puesto que era ama de casa . «Hubo un momento en que la seguridad social dejó de pagarnos, porque pasaron los 18 meses que se establecen de límite. Y fue un problema, porque nos gastamos todo el dinero en médicos», cuenta Santiago.
Indemnizaciones tardías
Ellos, a diferencia de otros, no iniciaron procesos judiciales al margen. El único en el que estuvieron inmersos fue el que inició la OCU, en representación de los afectados, en el macrojuicio de la Casa de Campo de 1989 . « Nos concedieron 18 millones de pesetas a cada uno . Pero recibimos las indemnizaciones hace unos 10 años por lo menos, de las que Estado restó una buena parte en concepto de prestaciones sanitarias. Ahora recibimos una pensión de 500 euros, como la que reciben los afectados por el síndrome tóxico según la situación familiar de cada uno», asegura Santiago.
«Las secuelas, básicamente, se reducen a vivir como si tuviéramos 20 años más»
«Las secuelas, básicamente, se reducen a vivir como si tuviéramos 20 años más de los que tenemos. Estamos viejos. Nuestro organismo está gastado. Cada tres meses tenemos que hacernos analíticas y las visitas al médico son el pan nuestro de cada día», afirma Santiago entre algunas sonrisas. El matrimonio no ha perdido el sentido del humor.
Santiago tiene ahora tiene 65 años. Pilar acaba de cumplir 64. Para ellos, nunca se hizo justicia . Pero ya están cansados. Cansados para reclamar, para demandar, para movilizarse. Están cansados, pero, a pesar de todo, son felices. Están más unidos. La enfermedad no ha podido con este matrimonio.
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