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ENTREVISTA CON PABLO CASADO

«Quiero que el PP lidere esa España harta que pide defender la nación»

En su primera entrevista a un periódico como líder del PP, promete que su partido se pondrá al frente de «la España de los

balcones» y recuperará los millones de votos fugados a otros partidos

Pablo Casado en su despacho de presidente del PP Ignacio Gil / Vídeo: Casado: el PP frenará los «intentos de sedición y de independencia»
Bieito Rubido

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Pablo Casado lleva apenas cinco días en la planta séptima del PP , en un despacho de presidente prácticamente vacío, donde destaca su mochila de trabajo, un par de fotografías con el Rey y una mesa limpia de papeles. Aún no ha tenido tiempo de sentarse en la silla, después de una intensa semana de reuniones, visitas y trabajo de «integración» dentro del PP. Nada más acabar su reunión con el Grupo Popular del Congreso y del Senado, en la sede de Génova, recibe a ABC para realizar su primera entrevista como líder del Partido Popular.

—¿Si usted fuera presidente del Gobierno adoptaría medidas de reforzamiento del Estado? En las encuestas del CIS se ve sistemáticamente que, en contra de lo que dice la izquierda, ese es el deseo de la mayoría de los españoles.

—Y vamos a empezar a hacerlo desde ya, ejerciendo el liderazgo de la oposición y los 50 escaños que tenemos de diferencia respecto al partido del Gobierno. Lo primero que vamos a presentar, el lunes, es una proposición para modificar el Código Penal y que se incluya de nuevo el delito de sedición impropia, que se sustituyó en 1995 por Belloch y González, que hubiera evitado por ejemplo el asalto a la Consejería de Economía; en segundo lugar, el delito de convocatoria ilegal de referéndum, suprimido por Caamaño y Zapatero en 2010, que hubiera evitado la convocatoria del 1 de octubre, y por supuesto estaría prohibiendo las negociaciones ahora bajo cuerda entre Sánchez y Torra para hacer un referéndum pactado. Y luego planteamos que se prohíban los indultos por graves delitos como sedición o rebelión, contra la Constitución y contra el Estado. A esto se suma que hemos propuesto la ampliación del recurso previo de inconstitucionalidad, que había suprimido Zapatero. Por último, planteo que los partidos no puedan incluir en sus programas la persecución de objetivos ilegales, tal y como sucede en la Constitución francesa, portuguesa y alemana.

—¿Considera que Rajoy se equivocó cuando no intervino TV3?

—Se equivocó el PSOE al imponer una enmienda en el Senado que a última hora vinculó a su respaldo al 155. Igual que se equivocó Ciudadanos al no permitir que se aplicara inmediatamente después de los plenos del 7 y 8 de septiembre, porque decían que era matar moscas a cañonazos. Pero no vamos a llorar sobre la leche derramada. Si algo nos han demostrado los años recientes es, como punto negativo, que no hay que fiarse de los independentistas, que siempre engañan, que no cabe el diálogo ni la contemporización con aquellos que quieren romper la unidad nacional. Como punto bueno, que la propia Constitución, de la que algunos abjuran, y que yo defiendo, permite un mecanismo eficaz que es la intervención directa de una Autonomía. Por tanto, como nosotros tenemos mayoría en el Senado, si sigue este apaciguamiento de Pedro Sánchez con Torra, el PP exigirá al Gobierno de España que proponga la aplicación del 155 al Senado.

—Hablando de apaciguamiento, entre las prebendas que Sánchez está ofreciendo a los independentistas, está revocar sentencias del TC, como la del Estatut. ¿Eso es factible?

–Yo en eso soy muy claro. El PP hizo muy bien en recurrir el Estatut, que nunca se tuvo que haber aprobado, que solo se aprobó porque derogaron el recurso previo de inconstitucionalidad, que hubiera impedido que entrara en vigor. Pero por supuesto que estamos muy orgullosos. Si Sánchez ahora quiere volver a explicar de dónde vienen esas lluvias que han hecho estos lodos, nosotros recordaremos el mitin de Zapatero donde dijo «aprobaremos lo que venga del Parlamento de Cataluña», obviando la soberanía nacional de las Cortes Generales, hablaremos del cepillado del que hablaba Alfonso Guerra, y recordaremos que ahí empezó todo. Porque ese Estatut no era ni siquiera reclamado por los partidos nacionalistas. Y además de ser un auténtico bodrio jurídico, fue la codificación de una ruptura en la convivencia, de una fractura social y de una quiebra económica que ha tenido su cénit en el último año.

—Frente al nacionalismo, dentro del ámbito socialista hay dos tesis: la del actual PSOE, vamos a dialogar, vamos a entendernos, o la de Tony Blair, que decía que al nacionalismo solo se le puede hacer frente. ¿Es partidario del diálogo o hay que hacer frente al nacionalismo?

—O la de Mitterrand, diciendo que el nacionalismo es la guerra. El nacionalismo, supremacista, xenófobo, ha sido la ideología más perversa del siglo XX. El nacionalismo radical es la ideología que ha jalonado de destrucción y de oscuridad el último siglo y por eso hay que combatirlo. Y por eso Blair acertó a la hora de poner pie en pared en el Ulster. La España de los balcones no era de izquierdas o de derechas, era un movimiento transversal. La señora que se iba a la tienda de al lado de su casa y embridaba una bandera de España en su balcón no estaba celebrando la victoria de un tenista, estaba dando un mandato claro a sus políticos de que defendieran su nación. Y ese mandato hay que saber liderarlo. Lo que yo propongo en el PP es que lideremos esa España silenciosa, harta, que lo que está pidiendo es que rompamos la placa de hielo del pesimismo y del apaciguamiento y de la resignación. En cuanto el PP alce la voz en toda España, el PSOE, Ciudadanos y los demás van a tener que ir detrás, porque va a ser una fuerza imparable.

—En ABC defendemos que Europa y España tienen sus raíces en los valores del cristianismo, y también sentimos que hubo momentos en los que el PP se avergonzaba de ellos. ¿Qué piensa usted?

—Yo he sido indulgente con los nuestros en el partido. No es que nos avergonzáramos, a mí me gusta mucho una frase de Rajoy, que dice que lo urgente nos ha impedido ocuparnos de lo importante. En la primera legislatura, el monotema fue el rescate y la crisis. En la segunda legislatura, la ingobernabilidad y la fragmentación parlamentaria han provocado que no hayamos podido hacer muchas de las cosas a las que nos comprometimos. Ahora estamos en la oposición, y tenemos que enarbolar nuestros principios de siempre como nunca, la libertad individual con bajada de impuestos, la unidad de España con refuerzo institucional, la defensa de la familia, el tema de la seguridad declinado en la defensa de las víctimas del terrorismo y la honestidad en la gestión, sobre todo después del calvario de casos de corrupción que se ha sufrido, no solo en nuestro partido. Esos principios hay que reivindicarlos sin complejos, para reconectar rapidísimamente con nuestro electorado. Yo sí creo que los tres millones de votos que se fueron a otros partidos, e incluso otro millón que se fue a la abstención y la decepción, pueden volver. Yo creo que puede haber un bipartidismo imperfecto en las próximas elecciones, y me atrevería a decir como en el año 93, en el que Adolfo Suárez con el CDS tuvo, creo recordar, 14 escaños, IU llegó a tener 21 con Julio Anguita. Si conseguimos optimizar los votos, y es posible, y el PSOE hace lo propio con Podemos, nos encontraremos en una posición mucho mejor en las próximas elecciones.

—Pero el PP se ha mostrado demasiado acomplejado a la hora de defender las ideas, sus ideas.

—Indudablemente, es verdad que en este partido cabe mucha gente y a algunos nos gusta más el debate ideolgico. Yo creo que la política se basa en las ideas, y estas se fundamentan en principios y valores. Es lo que la gente está esperando. La política no puede ser mera gestión o administración. Los retos para conseguir que España sea un proyecto sugestivo de vida en común, en términos de Ortega, necesita no ampararlo en un balanza de gestión, sino claramente en una ilusión o esperanza de poder acometer ideas. Creo que una de las claves de nuestro éxito ha sido hablar de ideas, de forma pertinaz. Luego ya nos rodearemos de los mejores gestores, pero la gente ahora quiere proyectos de liderazgo político, y cuando no los encuentra en los partidos tradicionales, los busca fuera.

—Hablemos de economía. Usted anunció que iba a bajar los impuestos. ¿Cuáles y cuánto?

—He anunciado que hay impuestos injustos, basados en la doble e incluso la triple imposición: patrimonio y sucesiones, sobre todo. Y donaciones, con una salvedad, que hay que fijar un grado de parentesco. Son planteamientos suprimibles, no representan más allá de medio punto en el volumen de recaudación global. Luego he hablado de una bajada del IRPF, que ha parecido muy audaz, por la cifra casi simbólica de estar en el entorno o por debajo del 40 por ciento, en el tipo marginal máximo. Y el impuesto de Sociedades está en sus mínimos histórico, el 25 por ciento. Me he fijado una horquilla del 20 al 10. Creo que tenemos que ir bajando, y con tipos muy claros. Será mucho más fácil luchar contra el fraude fiscal y activar el círculo virtuoso de la economía, que es cuando hay menos impuestos, más dinero disponible, más consumo y por tanto más empleo, más gente trabajando que puede pagar menos impuestos a medida que sube la recaudación. Las bajadas de impuestos se tienen que hacer ahora, aprovechando para amortizar deuda, también.

—Tenemos tres hechos que inquietan el panorama de la economía: el afán de gastar más, disparar el empleo público y subir impuestos. ¿Cómo ve el PP esos tres frentes?

—Son las recetas de la izquierda de siempre: más despilfarro, mayor subida de impuestos y más red pública de empleo. El problema es que puede que pase con Sánchez como pasó con Zapatero, en 2004 no tocaron las reformas estructurales que había hecho el PP, y la inercia duró unos años. Pero puedes dejar de pedalear un tiempo y avanzar, pero si no renuevas el pedaleo te acabarás cayendo. En el caso de Sánchez es aún más irresponsable, porque sí que ha tocado los tres temas habituales. Además, lo acompaña por un crecimiento del gasto de las autonomías, que ya tenían un presupuesto muy expansivo, probablemente preelectoral, que nos recordaba a los carteles del Plan E de Zapatero.

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