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Muere José María Setién, el obispo que desamparó a las víctimas de ETA

El prelado donostiarra fue señalado por su ambiguedad ante la violencia de la banda terrorista

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No hubo área de la sociedad vasca que escapara de las fauces de ETA durante los llamados «años de plomo». Por supuesto, tampoco la religiosa. En San Sebastián, el guía espiritual de la ciudadanía durante esa sangrienta etapa fue José María Setién (Hernani, Guipúzcoa, 1928), miembro de una generación de obispos que quedó señalada por su ambigüedad en torno a la barbarie terrorista. A sus 90 años, el sacerdote ha muerto en el Hospital Donostia a causa del ictus que sufrió el pasado domingo.

Muchas son las acciones y actitudes que las víctimas de la organización terrorista reprochan a Setién. Entre ellas, su decisión de impedir que se celebrara en la catedral del Buen Pastor el entierro del socialista Enrique Casas , asesinado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas en 1984. Para entonces ya llevaba un lustro al frente del Obispado de San Sebastián, posición desde la que trató de mediar en las negociaciones entre el Gobierno y ETA y de impulsar su ideología nacionalista.

De hecho, el obispo donostiarra no solo era una eminencia en el seno del PNV, sino también entre los simpatizantes de la izquierda radical, a quienes definía como «revolucionarios» . No escondió Setién su simpatía hacia los postulados soberanistas , e incluso llegó a manifestarse a favor del derecho a la autodeterminación.

Metamorfosis del relato

Pero si hubo razón por la que cosechó la animadversión de los colectivos no nacionalistas fue por su posición respecto a la violencia etarra. Contrario a las víctimas, Setién alimentó la teoría de la existencia de un «conflicto» en la sociedad vasca, el cual quiso atajar desde la «política». «Queremos hacer una revisión de nuestras actitudes –anunció en 1994–. Ante la paz no podemos contentarnos con decir que la culpa la tienen solo los otros ».

Un pensamiento que llevó al extremo, de forma que lamentaba tanto las muertes ocasionadas por ETA como las de los propios etarras. Años después, ya exento de sus obligaciones como obispo, Setién llegó a manifestar en un acto público que la paz no era gratis y que el acuerdo al que debía llegarse es el de «qué precio se está dispuesto a pagar» .

«Ese estereotipo es el que ha servido para 'demonizarle' y también para que muchos tertulianos se desahogaran hablando de él, porque para algunos monseñor Setién ha sido una continua obsesión», aseguraba el delegado de Medios de Comunicación del Obispado de San Sebastián, Jon Etxabe, tras la renuncia del prelado en 2000.

Han transcurrido 18 años de su retirada, motivada en parte por razones de salud, aunque el propio Papa Juan Pablo II llegó a reconocer que no le gustaba la senda que había tomado Setién. Asimismo, hace ya tres décadas de su cese como miembro de la comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal, de la que fue también integrante de su comisión permanente.

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