Mentes criminales

Persiguen huellas psicológicas en lugar de ADN o rastros dactilares. Y así desenmascaran a homicidas y violadores. La Sección de Análisis de Conductas de la Policía está de estreno

IGNACIO GIL

CRUZ MORCILLO / PABLO MUÑOZ

Invisibles no, Watson, sino inobservadas. Usted no supo dónde mirar, y por eso se le pasó por alto todo lo importante. No consigo convencerle de la importancia de las mangas, de lo sugeridoras que son las uñas de los pulgares, de los problemas cuya solución ... depende de un cordón de los zapatos (...)». Sherlock Holmes da una clase magistral a su inseparable doctor Watson en «Un caso de identidad». Y esa clase ilustra como pocas el trabajo de los agentes de la recién creada Sección de Análisis de Conducta del Cuerpo Nacional de Policía.

«La investigación criminal busca evidencias físicas; nosotros nos centramos en las psicólógicas —asegura el responsable de este equipo policial, el inspector jefe Juan Enrique Soto—. En lugar de ADN o huellas, palabras, expresiones, comportamientos... Y no solo rastreamos la mente del delincuente, sea o no conocido, también las de las víctimas y los testigos, porque así podemos sacar más partido de sus testimonios, ordenarlos de forma lógica y extraer datos que de otra forma no aflorarían ». «También —añade— somos útiles para detectar engaños de cualquiera de los implicados en un caso, puntos sensibles de los sospechosos y contradicciones que luego sirven para orientar los interrogatorios».

Este cuerpo no sustituye a otros polícias

No sustituyen a otros policías, solo se convierten en «una herramienta útil para ellos». Y parece que poco a poco la Sección encuadrada en la Unidad Central de Inteligencia Criminal (UCIC), adscrita a su vez a la Comisaría General de Policía Judicial, va consiguiendo objetivos. Todos los que han trabajado con este equipo, muy especializado, repiten la experiencia. «Solo actuamos si nos lo piden, nunca a iniciativa nuestra», recalca Soto. La posibilidad de que surjan recelos entre investigadores queda así mitigada.

El caso Marta del Castillo , la menor asesinada en Sevilla cuyo cadáver sigue sin aparecer, ha sido su bautismo de fuego. Un bautismo observado con lupa por toda España. La UCIC sigue trabajando en él con el inconveniente de que cuando entraron en la investigación ya se habían producido las detenciones y habían pasado muchos meses. Asistieron atónitos, como el resto, al cruce de declaraciones y acusaciones entre los sospechosos. No pudieron tratar directamente con ellos (ya era tarde) y tampoco sacar todo el partido posible a los testigos, dado el tiempo transcurrido. Aun así, la Sección de Análisis de Conducta continúa con sus aportaciones a las pesquisas. «Pero nuestra actuación concreta en este asunto es materia reservada», resume Soto. «Si desvelas la estrategia, se acabó».

«Sugerencias operativas»

El antecedente de estos especialistas en escudriñar mentes se remonta varios años atrás en plena búsqueda del «violador del búho» , un agresor sexual que trajo de cabeza a la Policía madrileña hace siete años. Hubo una veintena de víctimas. El inspector jefe, entonces destinado en Fuenlabrada, tenía experiencia en Homicidios pero no participaba en las pesquisas. Se ofreció a los investigadores para elaborar un informe sobre la personalidad del criminal en serie y para aportar «sugerencias operativas». Soto estudió a fondo cómo se había producido cada ataque; leyó las declaraciones de todas las víctimas y analizó los escenarios de los crímenes. Solo después de sistematizar toda la información presentó su informe, sorprendente, porque además de trazar un perfil psicológico muy preciso, alertaba de que si el delincuente seguía las mismas pautas que hasta entonces, volvería a actuar un determinado fin de semana.

La apuesta era arriesgada. La Jefatura de Policía de Madrid tuvo que organizar un despliegue de agentes que lograron «cerrar» varios distritos de Madrid, con un alto coste económico y de servicio . No se le detuvo porque el violador rompió su pauta criminal y cambió de zona, pero como se anticipaba en el perfil sí hubo una agresión sexual... En el juicio salió a relucir el perfil del que ya había un retrato: «Peligroso psicópata sexual de manual. Frío, calculador, compulsivo y con brotes sadomasoquistas, que se excita en sus acciones cuanto más resistencia, dolor, miedo y terror causa a sus víctimas».

«La mayoría tienen un sello personal»

«Nuestro marco de actuación se debe centrar en aquellos delitos en los que hay una fuerte relación entre humanos —asesinatos, violaciones, extorsiones, secuestros...— y en los que la lógica y el sentido común del policía que investiga se topa con aspectos que no le encajan», explica el agente. «Los crímenes violentos requieren una forma de ser especial de sus autores», añade. «La mayoría tienen un sello personal y ese es el que debes buscar, sobre todo cuando ha cometido delitos distintos que no has sido capaz de vincular. Por ejemplo, si en tres hechos te aparece un BMW rojo, digamos que no es muy común».

Estas técnicas, con posibilidades infinitas, son utilizadas de forma exhaustiva por policías de EE.UU., Reino Unido, Canadá, Australia u Holanda, como explica el comisario jefe de la UCIC, Francisco Gil. Uno de los cuerpos policiales asiduos es el FBI, inspirador con sus psicólogos perfiladores de películas y series. El día a día de los funcionarios es mucho más prosaico.

El equipo, reducido pero entregado, de Análisis de Conducta se pone en marcha nada más recibir la comunicación. Los agentes de la UCIC se presentan en la unidad policial correspondiente y mantienen una entrevista a fondo con todos los que han participado en la investigación en sus distintas etapas y, si es posible, en el mismo lugar de los hechos. Además, estudian la documentación acumulada y se entrevistan con la víctima y los testigos, si los hubiera. «No son interrogatorios convencionales —precisa el inspector jefe—; se pregunta de forma que salgan unos determinados datos objetivos que nos van a permitir avanzar en nuestro estudio. En el caso de los testigos es importante lo que dicen, pero también cómo lo dicen . Y en el de las víctimas es clave que expliquen las cosas de tal manera que pueda aportar todo lo que aún mantienen en su memoria».

La mirada del atracador

Vayamos a un ejemplo. Una víctima de violación aseguró al primer policía que le tomó declaración que el agresor llevaba el pantalón atado con una cuerda , y el agente así lo apuntó en sus notas. Ese dato solo indujo a confusión: se creyó que era un mendigo, alguien que ni siquiera podía comprarse un cinturón. «Al entrevistarnos de nuevo con la víctima le insistimos en ese detalle. La cuerda era en realidad un cordón de los que llevan adosados algunos pantalones de lino exclusivos, que cuestan un dineral. Entonces la investigación hubo que enfocarla de otra forma».

Los atracadores de bancos no miran a cámara

Un atracador de bancos nunca mira a la cámara de seguridad. Ese detalle apunta a alguien con experiencia criminal, que sabe dónde están situadas las cámaras y que ha estudiado previamente el golpe. Los agentes de la UCIC analizarán al detalle su «modus operandi», —el lenguaje que utiliza, el modo de vestir, si se camufla, etc—, lo que les dará un perfil psicológico y social del asaltante. Luego introducirán los datos claves del asalto en su base de datos y cotejarán las coincidencias. Es posible que aún así no se conozca su identidad, pero sus pautas criminales harán que las investigaciones se orienten hacia una dirección.

En cualquier delito aparecen unas constantes cuya comprensión facilita las pesquisas. Así, los agresores atacan porque las víctimas son vulnerables , accesibles y despiertan un deseo o tienen un atractivo para ellos. Por eso es crucial averiguar todo sobre los perjudicados, conocer sus hábitos, sus relaciones, su entorno laboral... Hay que comprender la escena del crimen, valorar por qué se ha elegido, situar a cada personaje —delincuente, víctimas y testigos— en la misma y a partir de ahí reconstruir el crimen de forma cronológica. «Una vez ordenada la información —explica el policía— se entrega un informe al investigador en el que a partir de datos concretos se establecen las hipótesis más probables, se fija un perfil del sospechoso y, al final, se incluyen sugerencias operativas. Rematamos con una entrevista personal».

«Cuando no hay nada nos metemos en la piel del asesino»

Incluso cuando aparece el azar —por ejemplo, los asesinos del juego de rol de Madrid, que escogieron a su víctima simplemente porque pasaba por allí—, éste es interpretable; a su alrededor hay detalles que ponen luz a lo sucedido. «Cuando no hay nada, nos metemos en la piel del asesino. Que haríamos nosotros si fuéramos él. Y así orientamos la investigación».

La Sección de Conductas es todavía «un bebé», aseguran sus responsables, pero el futuro ya está trazado. Sus agentes trabajan en la creación de un banco de perfiles psicológicos criminales que recojan las distintas modalidades delictivas. Estudiarán miles de casos para extraer los elementos comunes que se dan en la mayoría, de modo que cuando el agente se enfrente a un violador o un asesino determinado, repare en ciertos detalles. «Pero no nos engañemos —sostiene el inspector jefe—. El perfil solo no es suficiente, porque habla del quién, pero no del cómo ni del cuándo... E insisto: nada de lo que hacemos sustituye a los métodos de investigación tradicionales. Solo es una herramienta más».

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