Kosovo, a golpe de Tomahawk
Se ha visto luego mucho, tanto como las fallas, y el ojo empastela: Cuando hace 10 años el primer misil de crucero, lanzado desde la VI Flota, alcanzó la torre de la televisión de Pristina, se dio esa cuestionable sensación folclórica
Kosovo, a golpe de Tomahawk
La inacción occidental, la tragedia albanesa, el cinismo moribundo del régimen socialista serbio -cuando ya el Este ejercitaba su democracia- alcanzaban así respuesta catártica en un objeto volador de 6 metros, 1.400 kilos y un millón de dólares, conocido como Tomahawk.
Miles de toneladas ... de proyectiles caerían sobre Serbia para la patada final a Milósevic. El actual presidente repite que «trágicamente, los serbios fueron acusados y bombardeados colectivamente». Así lo hicieron ellos con los otros pueblos en las guerras anteriores; lo hacían ayer culpando «a Occidente» de la muerte de 2.500 civiles serbios (500 según Human Rights Watch).
Pero la ansiedad noticiosa hace, en su momento, que se prefiera ver caer un misil a la hoja de un árbol: la euforia nubla indecentemente la tragedia y sus nombres. Luego la violencia es inmediatamente acongojante y, sobre el terreno, el instinto es estratégico (vivir) y táctico (cómo).
La llamada de la OTAN: «Salgan, vamos a atacar», fue ociosa. Sabedores, paramilitares serbios ya estaban desalojando a modo. Miles de vecinos echados en la noche de sus casas, requisadas, vagando la gélida capital. Ayer hacía también -2 grados.
Otros sicarios fueron a por la Prensa, por diezmar testigos; sus invocaciones al gaznate de ellos y a la carnalidad de ellas eran desagradables. De resultas, al caer la luz, el malsano auditorio periodístico se había reducido de unos 400 a 14, mordisqueando algo junto a una vela. Ni bombardeos ni estampidas de la Prensa son fáciles de aguantar.
En la noche, entre chasquido de cargadores, aún vendrían las visitas individuales. Este diario y Orla Guerin de la BBC fueron desabridamente elegidos. No eran los propios vecinos los denunciantes -como para tantos en la tragedia yugoslava- pero alguno de aquellos secuaces sí llevaba meses sirviéndole a uno la menestra, el Zoran y el Uros, menudo par; el paso de la propina a la metralleta no es bueno.
Pese a las reiteraciones sobre el pescuezo y el abuso carnal, Guerin resultó más tranquila; tras horas detención y agravios, finalmente deportados, se negó de hecho a abandonar la cárcel hasta ver salir el sol. A diferencia de lo que pasaba en otros lugares de Kosovo, los periodistas pueden aferrarse a un carnet con un sello, una fe pequeña que cuando muere, se muere de verdad.
En «El Puente de los Tres Arcos» escribe Ismail Kadaré que las grandes obras exigen su sangre. Y la edificación de una nación lo es. Bajo el bíblico «parirás con dolor» nació Kosovo.
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