Incendiar la calle

El Estado y sus Tribunales podrán anular leyes y decretos, e incluso encarcelar, pero no sojuzgar sentimientos e ideas. Con esa idea se maneja el separatismo, y con esa perversión de la legalidad alentando un odio colectivo hacia España se ha fabricado la coartada emocional de una próxima rebeldía ciudadana, anónima e intocable, cuyo fin es que no sea reconducible y rompa definitivamente la convivencia.

La Generalitat, como la CUP, conducen a los catalanes hacia un caos tangible en las calles y Ayuntamientos, porque allí, bajo las esteladas y las mentiras sin solución del régimen separatista, las protestas no puedan ser sofocadas con meros recursos de inconstitucionalidad o con querellas de la Fiscalía. Es la estrategia de utilizar la calle como arma movilizadora frente a su derrota institucional para provocar disturbios, detenciones y todo aquello que retrate al Estado español como ese viejo cacique incapaz de respetar legítimas libertades.

La prohibición del referéndum será política, judicial, policial y abrupta porque no hay marcha atrás. El enardecimiento del separatista tipo no tiene persecución posible. Gritará, se encadenará y hará lo que se le ordene en un sacrificio libertario para proteger esa falsa idea de una Cataluña republicana segregada de España que le ha sido inoculada. Manipulación y calles indignadas en una confrontación civil. Eufemismos fuera. Es lo que buscan.