Gorka Agirre trató con el etarra del «Faisán» sobre pagos, créditos y policías
Elosúa, a Agirre, un mes antes del soplo: «Ya sabes esto, el asunto de los bancos... dinero, congelado, completo, eh?...»
«Hay conversaciones de contenido críptico y aparentemente intimidatorio, pero una serie de diligencias como la comparencia del ex presidente del PNV Xabier Arzalluz han desvirtuado en gran medida las imputaciones». Este es uno de los argumentos que utilizó el juez Garzón para alzar la ... imputación del que fuera dirigente peneuvista Gorka Agirre en octubre del año pasado y que falleció en marzo de 2009. Dos años antes, el juez Fernando Grande-Marlaska le había dejado en libertad bajo fianza de 36.000 euros por su presunta colaboración con el entramado de extorsión de ETA; poco después Garzón rebajó esa cantidad a 12.000 euros y más tarde le exoneró de cualquier responsabilidad.
No obstante, los investigadores -el bar «Faisán» de Irún, centro de la red de pagos, llegó a estar vigilado por Policía, Guardia Civil y Ertzaintza- mantienen que existían indicios contra Agirre tales como grabaciones en el bar del que salía con sobres (presuntos pagos), y conversaciones en las que supuestamente hablaba con su interlocutor, Joseba Elosúa, dueño del «Faisán», sobre la entrega de botellas de vino.
En las diligencias de la Comisaría General de Información de la Policía se afirma que el término «vino» era la clave de «Joseba y su entorno para hacer referencia a las exigencias económicas de ETA como extorsión a particulares y empresas». Cada caja de vino equivale, en el argot, a un millón de pesetas.
Entre 2004 y 2006 se suceden las visitas de Agirre a Joseba Elosúa como acreditan las grabaciones de vídeo aportadas al juez; quedan en el «Faisán» y en otros bares cercanos de Irún y Rentería, solos o acompañados de terceros, caso de una cita con el histórico de ETA, Ramón Sagarzazu, alias «Txempela», unos días antes del «chivatazo» policial. Las conversaciones telefónicas también abundan, «crípticas», como las calificó Garzón, aunque elocuentes teniendo en cuenta los interlocutores. «El vino (pago a la banda producto del chantaje, según los investigadores) que me dijiste ya lo he pillado... del año 68», dice Elosúa. «No lo sé» (Agirre). «Sí, es duro, además en vuestra contra», le aclara el dueño del «Faisán». «Bueno, bueno... ya hablaremos», sentencia Agirre. «Pero tú... pega fuerte». La llamada se hace a las 22.39 horas del 22 de septiembre de 2004.
Pero Elosúa, procesado por integración en organización terrorista, y líder de la red que gestiona y cobra las cantidades que ETA exige a sus víctimas no hablaba con Agirre sólo sobre vino (pagos); también le confió sus sospechas de que le seguía la Policía y su preocupación por un crédito denegado por el Banco y sobre ex políticos vinculados a responsabilidades de Interior.
Sólo un mes antes del «soplo» (18-04-2006) Joseba Elosúa le cuenta a Agirre: «Ya sabes esto, el asunto de los bancos, del banco... dinero, congelado, completo, eh?...». El peneuvista está al tanto aunque no ahonda más. «Y si alguno tiene algún descuido que te digan... eh (...) Tener en cuenta lo que se ha cogido... eso no es...». Agirre prácticamente habla con monosílabos y no se inmuta cuando Joseba le dice que «anda la txakurrada (policías)».
Agirre negó ante Garzón haber cobrado ningún pago o haber actuado como intermediario; ni siquiera reconoció haber protagonizado esas conversaciones que durante meses le grabó la Policía y se prestó a realizar una prueba de voz para demostrarlo. Sin embargo, los teléfonos utilizados no dejaban lugar a dudas. Además, insistió en que siempre había recomendado a los empresarios extorsionados que no cedieran al chantaje. En las conversaciones no aparece ni una sola advertencia en ese sentido.
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