El Gobierno exporta su debilidad
Aún no ha pasado ni un mes y al Gobierno le siguen lloviendo críticas por su gestión en una presidencia de la UE en la que había depositado las esperanzas de lograr un cierto alivio ante su acelerado desgaste
Es difícil recordar en Bruselas un inicio de presidencia de un país grande tan polémico como este semestre español, el cuarto que le ha correspondido desde su ingreso en la UE y puede que el último teniendo en cuenta la evolución que señalan las reglas ... del recién ratificado Tratado de Lisboa. El acre debate sobre la nueva Comisión ha solapado por ahora el aluvión de reproches y el presidente Rodríguez Zapatero tiene la ocasión de intentar cambiar las cosas en su discurso ante la Eurocámara el miércoles.
Es cierto que a España le ha caído la responsabilidad de poner en marcha los nuevos mecanismos pese a que nadie conoce realmente los detalles hasta que van aparenciendo las dudas, lo que agrava esa impesión de incertidumbre.
Iniciativa de Ashton
El consejo de ministros extraordinario sobre Haití de este lunes, se anunció el jueves especificando que sería presidido por la secretaria de Estado de cooperación, Soraya Rodríguez, y el viernes, sin embargo, se dijo que será la alta representante y vicepresidenta de la Comisión, Catherine Ashton, quien estará al frente de la reunión. Según fuentes diplomáticas el cambio -del que es difícil encontrar precedentes- ha sido iniciativa de Ashton, pero el detalle evidencia que la presidencia española nunca planificó de verdad que tendría que compartir el protagonismo con los dos nuevos cargos europeos. Que la discusión sobre «quien cogerá el teléfono» en nombre de Europa se ventilase en una rueda de prensa en la Moncloa no puede transmitir certeza a nadie.
Las presidencias rotativas han sido siempre un regalo envenenado para los gobiernos, porque por un lado les permiten lucirse en la orientación de los grandes debates, pero por otro se someten a un escrutinio continental que magnifica los errores. Con un presidente euroescéptico recalcitrante y una crisis de gobierno que supuso la caída del primer ministro Miren Topolanek, de la República Checa nadie esperaba milagros, y tampoco los prometieron en Praga.
En el caso de José Luis Rodríguez Zapatero, las críticas le han llovido mucho antes de empezar a costa de asuntos que favorecían la magnificación de esos reproches, como el ataque contra la página web que, por cierto, todavía no funciona correctamente.
Sin hablar del contenido político del programa, que ha sido ampliamente criticado por «poco sólido» en la Prensa europea, el secretario de Estado de asuntos Europeos, Diego López Garrido, fue incapaz de mostrar un esbozo de calendario hasta bien entrado diciembre, cuando otras presidencias tenían con mucha más antelación todas las citas previstas.
«A mí no me gusta que se critique a la presidencia española, pero tengo que reconocer que hay cosas que se podrían haber hecho mejor» ha comentado el eurodiputado popular Íñigo Méndez de Vigo, para quien «una presidencia debe preocuparse de pactar con los demás gobiernos las cosas antes de anunciarlas», para que no suceda lo que ha pasado con la mención a las posibles sanciones contra los países que no pongan orden en las finanzas públicas, que Alemania y Gran Bretaña se han apresurado a criticar.
En otros casos en los que el objeto de la discusión es muy evidente se ha transmitido una falta de coherencia interna en la política española en los mismos asuntos que se tienen que coordinar a escala europea. Eso ha sucedido en el debate sobre los escáneres de los aeropuertos en el que el ministro de Fomento José Blanco ha dicho que su utilización «será inevitable» durante una visita a Estados Unidos en la que trataba asuntos relativos a la presidencia europea mientras el presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero le desmentía horas después.
El hecho es que aún no hace un mes que empezó la presidencia y el balance es manifiestamente mejorable. El Gobierno ha tenido hasta algún traspiés en las formas -pero que puede tener consencuencias- como el de no invitar a los eurodiputados españoles a la ceremonia del comienzo de la presidencia en el Teatro Real de Madrid. En fuentes de la Eurocámara se recordó que en este aspecto sentían que llovía sobre mojado: «En general, el Parlamento Europeo no existe para la diplomacia española».
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