El etarra De Juana sale de prisión ante un clamor de indignación de la sociedad
El autor de 25 asesinatos puede a partir de hoy pasear por las calles de San Sebastián, bañarse en la playa de la Concha y brindar -algo que siempre quiso hacer en la cárcel después de un atentado- en su casa de la Avenida Carlos ... I. Por vecinos tiene a tres viudas de ETA, una madre de asesinado, tres huérfanos y un secuestrado, que tendrán que soportar la presencia de semejante individuo. Por sus crímenes fue condenado a 3.000 años de cárcel, de los que sólo ha cumplido 21 -18 por los 25 asesinatos y los tres últimos por un delito de amenazas por unos artículos de prensa-. De Juana, que en prisión ha provocado -la provocación, como el asesinato, es una de sus especialidades- numerosos incidentes, ya está suelto.
La alimaña etarra sale de la prisión de Aranjuez casado, con estudios de enfermería y sin manifestación alguna de arrepentimiento. Menos aún de pedir perdón. Su llegada a San Sebastián provoca dos sentimientos entre la ciudadanía. Por un lado, está la lógica indignación y la consiguiente queja de las víctimas por tener que soportar la infamia de convivir con un criminal de estas características -25 asesinatos y ni rastro de arrepentimiento-. Por el otro, los vecinos más cercanos al domicilio donde pretende residir junto a su novia, sito en el número 1 de la Avenida Carlos I, prefieren no pronunciarse sobre la polémica suscitada por miedo. Esta vía de San Sebastián se ubica en el barrio de Amara, a unos dos minutos de la estación de autobuses, a cinco del estadio de Anoeta y a quince del centro de la ciudad. Un lugar residencial en el que viven varias víctimas de ETA, algunas de las cuales han llegado allí huyendo del terror. Ahora, uno de los mayores verdugos etarras pretende vivir junto a ellas. ¿Qué dicen de esta situación el resto de vecinos de la calle? La mayoría no está por la labor de hablar ante la llegada del etarra.
Si se llama a los timbres de los portales adyacentes a la casa donde pretende residir el terrorista, las respuestas más habituales son el telefonillo colgado o el más puro mutismo. Pero hay excepciones, como la de un hombre «rebautizado» como José para la ocasión. «Esto es de vergüenza, yo conozco a alguna de las víctimas y, aunque no fue este tío el que las mató, parece mentira que después de todo lo que han pasado ya, encima se tengan que cruzar con él en la misma calle». «Yo me pongo en su lugar y tiene que ser muy desagradable», arguye. «Claro, además este tío lo mismo se pone otra vez a pegar tiros», añade, sin duda preocupado por el historial de sangre y muerte que tiene a las espaldas el etarra.
Casi nadie quiere dar una opinión, pero todo el mundo tiene una sobre el tema, cosa que se comprueba al visitar los bares cercanos y escuchar las conversaciones. Ejemplo de ello es el bar Atari, muy próximo a la vivienda del etarra y que hace esquina entre las calles Carlos I y Eustasio Amilibia. Allí dentro, dos hombres hablan sobre las pintadas amenazantes aparecidas el martes en el portal de De Juana. Ambos se quejan de lo sucedido, pero uno de ellos dice que lo ve «lógico», a tenor de «lo que están haciendo los periodistas», en clara referencia a la publicación de la dirección que el etarra quiere ocupar junto a su mujer. Cuando salen del bar y son requeridos para opinar sobre si les parece igualmente «lógico» que un etarra viva junto a las víctimas, prefieren el silencio. Piensen lo que piensen, les puede el miedo.
Discurso equidistante
No muy lejos de allí, en la Avenida Isabel II, perpendicular a la calle en cuestión, un anciano sí accede a hablar, casi a las puertas del bar Jaiki. Este hombre dice entender a las víctimas, pero también opina que «si él -De Juana- ha cumplido en la cárcel, ahora que le dejen tranquilo, ¿no?». Una opinión sin duda generalizada entre los muchos ciudadanos del País Vasco abonados a la equidistancia entre víctimas y verdugos.
Como es lógico, quienes huyen del silencio y levantan la voz para expresar su queja enérgica son las víctimas de ETA. La presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundúa, tilda de «crueldad innecesaria» que las víctimas tengan que cruzarse por la calle con este terrorista. Para ella, es algo «muy doloroso» porque la mayor parte de su familia vive en esa calle, así como otras personas cuya vida está marcada por el terror etarra. Y es que, como ella no se ha cansado de repetir en los últimos días, es paradójico que personas que han huido a la gran ciudad desde sus pueblos por la presión terrorista -caso de su familia, que tuvo que abandonar Andoain, donde mataron a su hermano Joseba- tengan ahora que soportar a los verdugos en el supermercado o el parque. Por eso, pide «cambios normativos» que eviten estas situaciones infamantes.
«Sangrante»
Cristina Cuesta es portavoz de Covite y víctima -mataron a su padre también en las cercanías del lugar-. Su madre reside a «unas tres manzanas, a cinco minutos andando, como tantas otras víctimas». Cristina denuncia lo «sangrante» de este caso concreto «porque es de dominio público, por la actitud del sujeto, porque se ha regodeado de sus crímenes y los de sus compañeros y por el protagonismo que adquirió en el supuesto proceso de paz». Pero explica que esta es una situación que se ha dado muchas veces en el País Vasco y Navarra. Además de los oprobios más conocidos, como los sufridos por los Ulayar en Etxarri Aranatz o por Pilar Elías en Azcoitia, «yo conozco muchos casos de familias que no se atreven a denunciarlo pero que viven al lado de terroristas y que, sobre todo en los pueblos, han tenido que asistir desde la ventana de sus casas a los homenajes a los etarras». En algunos de esos casos de «sufrimiento añadido», las víctimas «no han aguantado más y se han tenido que marchar de su pueblo, su ciudad o su barrio».
Para Cristina Cuesta, el caso de De Juana «es el paradigma del mal funcionamiento del sistema», ya que muchas otras víctimas también «han tenido que soportar lo indecible durante muchos años». Con lo «indecible», la portavoz de Covite se refiere, entre otras cosas, a las continuas redenciones de penas o a la «oscuridad» de la UPV para dar títulos universitarios a los etarras encarcelados, algo de lo que De Juana Chaos sabe bastante. Y todo ello, denuncia, con una falta absoluta de información, ya que las víctimas, como en el asunto de De Juana, se enteran por los periódicos de que sueltan a su verdugo. «En San Sebastián han matado a 102 personas y es seguramente la ciudad con más etarras por metro cuadrado», concluye. Cristian Matías es una víctima de ETA que desarrolla su vida en la capital donostiarra. Para él, la situación que se plantea «clama al cielo». «No basta con el sufrimiento de que te maten al familiar o de tener que ver a este asesino paseando por el hospital, como el año pasado, es que además tienes que convivir con él, ya que hay al menos cinco familias de víctimas que viven cerca», antes de añadir un símil clarificador: «Es como si el «Solitario», cuando salga de prisión, se va a vivir junto a las familias de los guardias a los que mató».
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