Decenas de muertos en un bombardeo de la OTAN al norte de Afganistán
El ataque se produjo cuando los insurgentes repartían entre la gente combustible destinado a las fuerzas internacionales
Cincuenta, noventa, doscientos muertos... El macabro baile de cifras sigue sin poder aclararse y tampoco si se trata de civiles o de militares. Los aviones de la OTAN bombardearon dos camiones cisterna cargados de gasolina, que los talibanes habían robado en la provincia de Kunduz, ... al norte de Afganistán. El ataque se produjo cuando los insurgentes repartían entre la gente este combustible destinado a las fuerzas internacionales y, según el Secretario General de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, «hay talibanes entre las víctimas y también cabe la posibilidad de que haya civiles».
Está en juego la política de «tolerancia cero» con las bajas civiles predicada por Barack Obama y por eso desde ISAF, la misión de la OTAN en Afganistán, se ha lanzado una investigación para aclarar lo sucedido en esta zona donde Alemania es la responsable de liderar el Equipo de Reconstrucción Provincial (PRT). Tras unas primeras declaraciones con cifras por encima de los cien muertos, los responsables policiales afganos redujeron a «65 talibanes muertos tras una enorme explosión», entre ellos el comandante Mullah Abdul Rahman. El Gobernador de la provincia, Mohamed Omar, hizo lo propio y después de hablar públicamente de 90 muertos, la mitad civiles, realizó una segunda comparecencia para reducir el número a «cincuenta o sesenta, la mayor parte militantes».
Varios gobiernos europeos expresaron su preocupación por la muerte de civiles y el candidato a la presidencia, Hamid Karzai, declaró que es «inaceptable» y anunció su propia investigación. Desde la misión de Naciones Unidas en el país, el responsable político, Peter Galbraith, consideró una prioridad que los heridos reciban atención médica y que las familias de los muertos obtengan ayudas.
En un país acostumbrado a sufrir este tipo de situaciones no existen políticas de compensación con los heridos y muertos a causa de la guerra entre las fuerzas internacionales y los insurgentes. «El país tiene infinidad de problemas, pero el de las víctimas es el gran olvidado. No hay un mecanismo de ayudas por parte de las instituciones. Si conviene hacer una compensación se hace, pero la realidad es que casi ninguna familia recibe asistencia. Cuando los culpables son los extranjeros, también resulta una pesadilla llegar a cobrar», informa Ahmed Nader Nadery, miembro de la Comisión Independiente de Derechos Humanos.
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