Beth, con casi la mitad de los votos, representará a España en Eurovisión
Sólo unas semanas después de la gran final, la segunda edición de «Operación Triunfo» -que sigue «viviendo la celebración» (del exceso)- culminó con la requetefinal. Dos horas y media de televisión para dirimir, como si la actualidad no diera para otro tipo de debates, la ... trascendental cuestión de quién debía representarnos el 24 de mayo en el insigne e incomparable Festival de Eurovisión, ese evento que para algunos es un entrañable ejercicio de nostalgia (matizado con ironía o no) y para otros un «Frankenstein» de retales que nació viejo (salvo honrosas excepciones a finales de los sesenta y principios de lo setenta) y que, milagros de una pirotecnia mercantil y farisea que superaría hasta a Nicodemo, ahora se ha revitalizado hasta el punto de convertirse en cita indiscutible de la canción.
La sacrificada que tratará de sobreponerse a esas supuestas conspiraciones internacionales que siempre arruinan nuestros «hits» potenciales en la carrera eurovisiva será Beth, con su canción «Dime», sin duda la más festivalera del lote. La catalana ganó ampliamente, con un 45 por ciento de los votos. Para hacer los coros quedaron Manu Carrasco con su baladón racial «Viviré, moriré», un título que casi sonaba a prefacio, y Ainhoa, la triunfadora de la final, que ha sido incapaz de sobreponerse al ochentero dislate «Mi razón de vivir» y, especialmente, al criminal maquillaje con que le castigaron la semana pasada.
Desproporción
Fue la culminación de una gala hinchada de nuevo hasta la saciedad, otro ejemplo casi de manual de lo que no es el sentido de la proporción. Y eso que a la media hora habíamos escuchado a los tres candidatos interpretar sus temas y ya podíamos decidir. Sin embargo, antes hubo tiempo de rebañar en el baúl de los recuerdos de nuestros éxitos (alguno hay) y fracasos festivaleros, de conocer los progresos de Rosa con el inglés, de saber dónde cae Letonia, de conocer las ventajas del club «OT» (sobre todo para el que emite la tarjeta) y de llamarnos todos guapos.
Pero sobre todo, el programa fue otra vez un monumental «videoclip» promocional en beneficio, en este caso, de los alumnos que ya han abandonado la academia, obligados por su discográfica a vender la módica cantidad de 200.000 copias de sus «singles» para conseguir grabar un disco. Se acabaron las maquetas. Con semejante sobreexposición hasta el denostado Enrique Anaut, con ese terror ye-yé petardo de «Maria José» (mira que le tienen manía), lo acabará consiguiendo. Y pese a que al pastel todavía le quedan muchas rodajas (amenazan con duetos) ayer se confirmó que ya se prepara la tercera tarta para octubre. A ver cómo aguantan los estómagos.
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