Apoteosis de la mediocridad
El Congreso fue el escenario de un penoso espectáculo que acreditó la incapacidad de llegar a acuerdos y el fiasco de la legislatura
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Iniciar sesiónNada bueno augura esta legislatura si es que echa a andar, lo que parece más difícil cada día que pasa. El esperpento se ha trocado en caos, a juzgar por el penoso espectáculo que ofreció ayer el Congreso de los Diputados, en el que antes ... de empezar la sesión los representantes de Vox y Ciudadanos se pelearon por los sillones .
No hubo ni dignidad ni grandeza. Por el contrario, los grupos parlamentarios se empeñaron en dar la razón a don Benito Pérez Galdós, primero diputado liberal en 1886 y luego republicano-socialista en 1907, cuando escribía aquello de que «la fe de la nación parece enfriada y oscurecida mientras muchos ven en nosotros la rama del árbol patrio que está a punto de ser arrancada».
Si hace más de un siglo don Benito , que murió pobre y ciego, se lamentaba de la desafección popular hacia el Parlamento, existen muchos más motivos para sentir bochorno por lo que sucedió ayer en la Carrera de San Jerónimo con el triste broche de decenas de diputados jurando por la República Catalana, por los presos políticos, por el retorno de los exiliados, por las 13 Rosas, por las clases trabajadoras y sólo faltó que por Snoopy y por Mafalda.
Ya Winston Churchill apuntaba que la democracia es la necesidad de doblegarse a las opiniones de los demás. Esto no vale para un amplio sector del Congreso que repudia la Constitución y que pretende que las minorías dicten las normas a la mayoría.
La sesión comenzó en puro esperpento cuando Marta Rosique, la joven diputada de ERC, leyó los nombres de Junqueras, Turull, Forn y Sànchez como diputados, lo que le valió una llamada al orden . Poco después, seguramente por el sobresalto, Adriana Lastra tropezó al ir a votar y tuvo que ser sacada del Hemiciclo en silla de ruedas.
Tras realizar el recuento de la primera votación para elegir la presidencia de la Cámara, hubo que anular 28 papeletas de los diputados independentistas que aprovecharon el acto para dejar constancia de lo poco que les importa el respeto a las formas.
Y luego vino el cruce de acusaciones entre PSOE y PP, que se culparon mutuamente de la presencia de Vox en la Mesa del Congreso mientras la mayoría de los representantes de la voluntad popular se entretenía con sus teléfonos móviles como muestra de lo mucho que les interesaba lo que estaba pasando en el templo de la democracia.
Y todo ello aderezado por las citas de Agustín Zamarrón, el personaje valleinclanesco que ayer volvió a presidir el acto de apertura de la legislatura como la persona con más edad. Abusó de su ingenio y de la paciencia de los diputados con sus citas, sus proverbios y sus máximas de todo a cien, que acabaron por no tener ninguna gracia. Empezó mal, muy mal, cuando pidió disculpas al pueblo español por la repetición de las elecciones como si fuera Cicerón denunciando la conspiración de Catilina. Y acabó peor con una forzada referencia a unos versos de Góngora.
Zamarrón hizo un chiste fácil cuando dijo. «Estoy cojo como el resto del Parlamento. Unos, inválidos y otros, cojos». Y luego remató con la confesión de que le fallaba «el remo derecho». A Valle-Inclán le tuvieron que amputar una parte de la mano por una reyerta en un café, según reza la leyenda, pero andaba y, sobre todo, pensaba mejor que este médico de Miranda de Ebro.
Al desentumecer las piernas por el pasillo de la sala de prensa, me detuve unos momentos en la caricatura de Pérez Galdós , un magnífico dibujo a tinta de Ricardo que retrata la bonhomía del personaje. Junto a él aparecen enmarcados los rostros de Azorín, Camba, Pla, Indalecio Prieto y Josefina Carabias, que ejercieron el periodismo como Don Benito.
Me pregunto qué hubieran escrito estos personajes sobre la sesión de ayer. He leído muchos de sus artículos y sus crónicas parlamentarias, pero no creo que ninguno de ellos tuviera que soportar una apoteosis de la mediocridad y de la estulticia como la que presenciamos durante más de cinco horas desde la tribuna.
Parece más fácil que nos toque el gordo de la lotería de Navidad que estos señores que se hacían selfies en la bancada y bostezaban de aburrimiento sean capaces de arreglar España.
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