El quinto en discordia
Burbujas buenas
Por buena, Jeff Bezos se refiere a que, aunque se pueda pinchar y el precio de las acciones colapse, dejará grandes beneficios para la sociedad
Gestión pasiva (6/10/25)
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Iniciar sesiónEl fundador de Amazon hace unos días advertía de que la fortísima inversión en inteligencia artificial (IA) que estamos viviendo está alimentando una burbuja «buena». Por buena se refiere a que, aunque se pueda pinchar y el precio de las acciones colapse, dejará grandes beneficios ... para la sociedad.
En cierta medida, la bondad de esta burbuja -según Bezos- se debe a la enorme transformación que conlleva todo el desarrollo de la IA frente, por ejemplo, a las de corte financiero que no dejan tras de sí ningún tipo de avance. Frente a la burbuja financiera de 2008, Jeff Bezos destaca la de internet de finales de los noventa, que dejó para las siguientes generaciones la red de cable que superó el pinchazo y sobre la que se pudieron desarrollar todas las aplicaciones de internet -redes sociales, buscadores…-. O las compañías biotecnológicas que, aunque acabaron muchas de ellas implosionando, dejaron claros avances para la medicina.
Puede que esto sea, como señala el fundador de Amazon, pero en cualquier caso es un magro consuelo porque lo que no cuestiona en ningún momento es que la euforia que rodea a la IA no vaya a traducirse en un descalabro del precio de muchas de estas acciones que se han beneficiado de esta narrativa en la que estamos instalados.
De hecho, como señalaba hace también pocos días el presidente de Goldman Sachs, mucho del capital invertido en lo tocante con la IA no tendrá los retornos esperados -o directamente no tendrá ningún retorno-. Sin embargo, lo que pasa es que no sabemos cuáles serán estas inversiones. Al igual que pasó con internet, no sabemos quiénes van a ser los que se beneficien y como se van a distribuir estos beneficios en la cadena de valor. Lo único que sabemos es el volumen de muchas de estas inversiones que están acometiendo algunas de las grandes compañías tecnológicas que, además, transforman de arriba a abajo el perfil de estas compañías; el bocado a sus retornos de estas inversiones es enorme.
Por lo tanto, con independencia de la naturaleza de esta posible burbuja -buena, mala o regular-, lo importante para el inversor son las señales de peligro que ya se están viendo prácticamente por todas partes. Porque cuando llegue, si llega, la corrección, no creo que les consuele pensar que la compra de este tipo de acciones a estos precios haya servido para el desarrollo de esta revolución tecnológica de la que sin ningún lugar a dudas nos vamos a beneficiar todos.
La suerte está echada
Resulta hasta cierto punto un alivio que la opa termine. En estos últimos meses hemos asistido a un culebrón que muchos hubieran preferido ahorrarse y del que se desprenden, creo, algunas enseñanzas con independencia de cuál sea el resultado, que con un poco de suerte podremos comentar la semana siguiente.
La primera es que el mejor camino para que una operación de este estilo tenga éxito es tener convencido al que manda del otro equipo. Básicamente una persona: el máximo ejecutivo. Lo deberían incluir en el manual para que a nadie se le olvide en la próxima intentona.
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La segunda es lo rápido que van las cosas. Estos últimos años, como los años de los perros: en uno es como si hubieran pasado siete. Hace solo cinco, cuando el BBVA rechazó subir la oferta en poco más de 300 millones de euros por la que se hubieran hecho con el Sabadell en algo menos de 3.000 millones, el sector financiero había dejado lo peor por detrás pero seguía cotizando a múltiplo del picón. Hoy, y tras haberse multiplicado por más de tres veces en este periodo, vuelve a cotizar a múltiplos razonables y empieza a suscitar interés en la comunidad financiera. Hace cinco años no lo quería nadie, hoy el mercado no tiene claro aceptar una oferta porque las nueve veces beneficios que ofrecen no recogen las nuevas dinámicas en las que ya está instalado el sector: mayor crecimiento y rentabilidades muy superiores. Un muy buen ejemplo de lo emocional y pendular que puede llegar a ser el mercado para lo bueno y para lo malo. Estas emociones afectan a todos los agentes del mercado: al inversor de a pie y al presidente ejecutivo de un banco. Tratar de mantenerse al margen es difícil, mucho, pero es de lo que realmente se trata para tener éxito con las inversiones a todos los niveles. No caer en el pesimismo irracional como, por ejemplo, ha estado mucho tiempo el mercado en el caso de los bancos. Ni dejarse llevar por la euforia como ha pasado muchas veces y puede estar pasando ahora con algún otro sector.
Por último, la recuperación de protagonismo por parte de la banca probablemente suponga un cambio de tranco por parte del mercado. Tras unos años en los que en las Bolsas solo funcionaron las compañías ligadas al crecimiento, últimamente y como bien demuestra el comportamiento de la banca estos últimos años, hay otros sectores que han empezado a pitar. Lógicamente y por la composición de los índices eso hace que unas Bolsas lo hagan mejor que otras. Europa, y en concreto España, desde hace dos o tres años lo viene haciendo mejor precisamente por esto. Y, lo que es mejor todavía, se dan todas las circunstancias para que siga siendo así.
¿Ha dimitido el nuevo (viejo) primer ministro francés?
Seis primeros ministros en seis años. Macron está batiendo récords y evidenciando el difícil atolladero en el que se encuentra Francia. La actual Asamblea hace imposible sacar unos presupuestos que no tienen más remedio que ser restrictivos. Llegados a este punto, no parece posible que se pueda seguir estirando mucho la cuerda. Con el apoyo actual, el nuevo (viejo) primer ministro tiene todas las papeletas para volver a naufragar. El juego político da poco más de sí y la solución pasa por repartir cartas nuevas. Unas nuevas elecciones que alumbren una nueva asamblea y ver qué se puede construir.
Probablemente la extrema derecha tenga mucho que decir en el nuevo gobierno pero eso no va a cambiar en nada lo que tengan que decir en materia presupuestaria. Con un déficit público del 6%, la deuda pública cerca del 120% y el gasto público sobre PIB en el 56%, el camino solo puede ser uno. Y más cuando ya estás en el disparadero del mercado como demuestra su prima de riesgo.
Llegados a este punto, mejor que cargue con el mochuelo la opción política mayoritaria. Tienen básicamente dos formas de hacerlo: por las buenas o por las malas. O presentan unos presupuestos parecidos a los últimos que han fracasado; o el mercado les enseña el camino. Tienen ejemplos muy recientes que demuestran que es mucho mejor agachar las orejas de saque.
Tiempos muy interesantes para el proyecto europeo del que probablemente salgamos reforzados. Alemania asumiendo el liderazgo que le toca y Francia reorientando su economía. Como bien dice el canciller alemán, tenemos un Estado del bienestar que no nos podemos permitir. El primer paso es que los que están peor se enderecen, el resto seguiremos mansamente. Siempre es mejor la vacuna en el culo ajeno.
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