Lo peor de Agnelli

Hace años, cuando era presidente del Gobierno y todavía conservaba su ascendencia política sobre la mayoría de la sociedad española, Felipe González señaló públicamente que le gustaría que en España hubiera empresarios como Giovanni Agnelli: un hombre que, por lo menos en dos ocasiones había ... salvado de la quiebra a la empresa familiar Fiat y la había convertido en una multinacional con intereses en muchos sectores de la actividad económica. La consideración, o el deseo, de Felipe González no fue puesto en entredicho por nadie; no sólo porque venía de quien venía, sino también porque, efectivamente, el glamour cosmopolita de Agnelli resultaba incomparablemente superior al patético catetismo de los capitanes empresariales españoles de la época, que ni sabían inglés ni sus obligaciones profesionales justificaban desplazamientos en exquisitos aviones privados.

En vida de Agnelli -al que Dios tenga en su gloria-se decía que el Avoccato era en Italia más poderoso e importante que cualquier hombre, mujer o niño, incluidos, desde luego, el Primer Ministro y el Presidente de la República. Las honras fúnebres que se le tributaron anteayer domingo, presididas por las más altas magistraturas del Estado, con la asistencia de miles de personas, así parecen confirmarlo. Pero las oraciones y el respeto que siempre merecen los muertos, no impiden recordar que la herencia empresarial y política de Gianni Agnelli presenta un balance nada positivo.

El modelo político económico que Agnelli contribuyó decisivamente a conformar, vigente en Italia durante las últimas cuatro décadas, se centraba en la transferencia del poder fáctico de la sociedad a los grandes grupos empresariales. Al margen de otras consideraciones, semejante sistema puede resultar efectivo en el corto plazo. De hecho, la fascinación de Felipe González por el desarrollo multinacional de las empresas italianas -con Fiat a la cabeza-resultaba explicable en un contexto como el español, donde no se detectaba interés alguno por sobrepasar las fronteras del mercado interno. Pero en realidad, ese deslumbrante panorama ha resultado ser sólo un espejismo pues nació y se desarrolló con una carencia genética a la que resultará difícil sobrevivir.

Me refiero a que las empresas italianas ejercían, y sin duda todavía ejercen, un férreo control sobre el mercado interior al que tenía prohibida la entrada cualquier competidor extranjero. En cierto sentido, los grandes empresarios italianos, en el ejercicio de un poder que hace cinco siglos correspondía a los señores feudales, han impedido el establecimiento en su territorio de sociedades alemanas, americanas, francesas, o británicas que consistentemente han fracasado en sus intentos de comprar empresas italianas de alguna relevancia.

De más reciente a más antiguo y a vuela pluma: no hace dos años que Deutsche Telekom fracasó en su OPA sobre Telecom Italia; el Banco Santander, desesperado por el ninguneo a que eran sometidos sus hombres se retiró del banco San Paolo; el Banco de Italia prohibió la fusión BBV-Unicredito dada la mayoría española resultante de la operación; los intentos de Ford Motor Co. por comprar una quebrada Alfa Romeo, fueron igualmente impedidos por las autoridades italianas... Vistos los resultados, ni los japoneses han conseguido más eficacia a la hora de impedir la entrada del enemigo exterior.

La desafortunada circunstancia de que la muerte de Giovanni Agnelli coincida con los enormes problemas económicos de Fiat, es fruto de la casualidad, pero de alto contenido sintomático en la medida que revela el agotamiento del modelo italiano. En un mundo, y sobre todo en una Europa, comercial y financieramente unificados cada vez resulta más difícil encontrar motivos y justificaciones para vetar cualquier operación de inversión extranjera.

Italia, quien lo duda, es un gran país que cuenta con empresas de rango mundial y con una población de natural talentoso y sólidamente preparada, pero antes o después se verá obligada a repensar el papel de un Estado que más que al servicio de la sociedad civil, parece comprado por la sociedad mercantil.

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