Cursos de formación para parados: válvula contra el estrés y «agenda» de contactos en uno
Psicólogos del campo laboral explican el cuadro de ansiedad que sufre el desempleado y desglosan los motivos que le llevan a acumular cursos en busca, quizás, de una oportunidad
ÉRIKA MONTAÑÉS
«Cursillistas los ha habido siempre: algunos por el afán de conocimiento, que lleva a ciertas personas a hacer más y más cursos de formación, a acumularlos sin que estos tengan relación alguna con su formación de base ». Habla Elisa Sánchez , psicóloga ... y directora de la empresa de Consultoría y Formación Idein , que además glosa casos de recién licenciados o estudiantes de Máster que se sienten más fortalecidos si atiborran sus currículos de muchos de estos cursos, aunque no sean de su rama de formación específica. «No falta el caso de quien te relata los diez cursos que ha hecho para acceder a un trabajo», añade. Sobre los «cursos insólitos» por los que pueden llegar a pagar personas que no tienen un empleo, Sánchez «categoriza» por motivaciones diferentes: «Las razones para hacer uno de estos cursos pueden ser las de reciclarse, reinventarse, renovarse... como se dice mucho por parte de los gurús del "coaching". Otros simplemente se apuntan a estos cursos por hacer simplemente algo en tiempos de crisis». Tanto ella como otro experto consultado por ABC.es , Enrique García Huete (quien completa esa lista de motivos con la ilusión que algunos cursillistas demuestran por una afición concreta como puede ser la enología), coinciden en una radiografía común: en sectores como el de la construcción, cuando alguien se lanza a acumular cursos como el de carretillero, enconfrador u otras especialidades es porque durante la travesía laboral detectó que había «hueco» en ciertas ramas, y al estar en el paro, «explota» ese conocimiento y trata de acceder de nuevo al mercado de trabajo por esa otra puerta. Aunque, por lógica y en estos duros tiempos, no siempre se abren.
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«Existe, en efecto, una alta demanda de tarjetas profesionales (en gremios tales como la construcción y el metal, de personas que trabajan en el sector y para las que son obligatorias esas acreditaciones). Aprovechan su tiempo, ya que están parados, para formarse en el campo donde han visto esa laguna en el sector: por ejemplo, los cursos de gruístas para un albañil no serían tan "estrambóticos" o "raros". También hay casos en los que los cursos de formación profesional se convalidan con experiencia y con exámenes para ser viables en el extranjero, por lo que en estos mometnos de emigración laboral fuera de España todavía tendrían mayor importancia"», aclara con hondura la directora de Idein.
¿A la caza de una oportunidad laboral real?
Los cursos de formación para parados se convierten muchas veces, según las opiniones de los expertos, en una válvula contra el estrés, son una «agenda» de contactos para otros y suponen una terapia psicólogica a la postre.
Ambos especialistas del campo laboral describen el cuadro de ansiedad que sufre el desempleado y desglosan algunos de esos objetivos que les llevan a acumular cursos a la caza, quizás, de una oportunidad laboral. La conclusión es que la búsqueda de una opción real de trabajo les incentiva, si bien, teniendo en cuenta las bajísimas cifras de correlación de hacer un curso y encontrar un empleo, la persona desocupada tiene estímulos que van más allá.
Hay muchos cursillistas que buscan un apoyo social y de desahogo con el grupo
Sánchez observa desde su experiencia que en una coyuntura económica tan intrincada como la actual «sí existe una parte de parados, normalmente con una formación muy baja, que están dispuestos a hacer ese gran esfuerzo de pagar por un curso con el objetivo de encontrar un empleo». No obstante, contrasta: «No se puede olvidar otra parte que busca una suerte de terapia de grupo o de apoyo social en estos cursos: es decir, te vas a encontrar con personas que comparten las mismas preocupaciones que tú, con las mismas emociones y puedes desahogarte». En tercer lugar también se utilizarían esos cursos como vía para «incrementar la red de contactos propia (sería el caso, por ejemplo, de un albañil o alguien manitas que pueda ganarse la vida haciendo unas chapucillas)».
«El paro conlleva un desgaste global»
«El estadio en el que se encuentra un parado es el de la depresión, la desesperación, la indefensión... Son sensaciones muy difíciles, con síntomas de estrés más intensos que el que sufren los trabajadores», advierte la psicóloga, que atesora un Máster en Ansiedad y Estrés.
García Huete, director de Quality Psicólogos , profundiza para ayudar a comprender mejor la patología asociada al desempleo, que «conlleva gran ansiedad y angustia». «Los cursos de formación pueden ser, en efecto, una salida para hacer algo y hay quien se apunta "a lo que sea". Pero el desempleo conlleva un desgaste global», advierte. Y prosigue: «No obstante, a la psicosomática del desempleo no todo el mundo reacciona igual, depende de su personalidad. Los hay que lo sufren más y son los altamente emocionables, es decir, aquellos con mayor temerosidad y con tendencia a la depresión o a quedarse en lo negativo y no superarlo. Los estables emocionales lo sufren en grado menor, en cambio». De acuerdo con su experiencia profesional, el psicólogo detalla la consecución de estadíos que sufre el desocupado. «En todo caso, el trastorno de ansiedad y depresión es la reacción ante un peligro "real": la angustia generalizada de no poder pagar la hipoteca permanece desde que me levanto y se traduce en pensamientos obsesivos, que llegan a mi cabeza y fomentan más ese caldo de cultivo de no saber dónde buscar trabajo... y no ver una salida verídica. A continuación, si esa angustia no se resuelve, porque no hay trabajo real, se salta a la depresión. Es un mecanismo de indefensión lógico: los pensamientos son los de no voy a poder ni comer, caeré en un decaimiento generalizado, casancio y paralización. En algunos casos puede llegar a ataques de pánico en las personas más vulnerables. Aumenta la tensión interna y se van al punto crítico. Es una pescadilla que se muerde la cola, como un bucle: no puedo ni tirar del propio cuerpo al final» , remata.
Al que tenía un herpes, le nace una coliflor
¿En qué se traduce ese torrente de negatividad? «Nos pueden llevar a alteraciones psicosomáticas, como el estrés o angustia mantenida, el insomnio, la fatiga, cierta inapetencia... -dice el experto, y pone un ejemplo muy gráfico-. Al que tenía herpes latentes se le ponen como coliflores. También se llega a la hiperventilación, que es la tensión que no se puede ejecutar».
La negatividad se encauza «hasta la ludopatía o al límite de llegar a quemarse a lo bonzo»
¿Cuáles son los casos más graves que ha detectado? En los casos que testimonian los expertos consultados por este periódico no faltan los parados que llegan a hacer cosas de personas desequilibradas, que se plantean el hurto.... «Entre los parados aumenta, incluso en algunos casos, la ludopatía, porque una persona que normalmente juega piensa en ese momento "de perdidos al río"...y se ha llegado al extremo de que hay quien se ha quemado a lo bonzo. El hecho de atentar contra tu propia vida ya es el extremo», dispone el doctor García Huete.
Es este psicólogo quien nos da las claves de aquellos que toman el carril idóneo: «El paro requiere de un ajuste previo, de psicología positiva para no tirar la toalla, hay quienes lo reenfocan y se van fuera a trabajar y encuentran así su equilibrio, amén de un empleo. Ni robas ni te juegas tu propia dignidad u orgullo. Estos perfiles también existen, pero sea unos casos u otros, se antoja trascendental en todos los ejemplos el apoyo social de la familia. El desempleo y sus secuelas están siendo bastante más duros «para el urbanita , cuyos niveles de desesperación registrados son mucho mayores que para los que tienen familia, un pueblo con una huerta para comer, etcétera», coteja García Huete, también profesor de Psicología en el Centro Universitario Cardenal Cisneros, asociado a la Universidad Complutense de Madrid.
Y muchas veces el curso sirve como diván para combatir todas estas sensaciones negativas: «" Por lo menos estoy activo ", piensan muchos y te sueles apuntar aunque no vayas a encontrar un trabajo. De hecho, la mayoría de esos cursos están llenos», remacha el especialista en Psicología Clínica.
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