Techo de deuda, la batalla que viene en Estados Unidos
El gasto de un posible ataque contra Siria podría desequilibrar aún más un presupuesto ya lastrado por diez años de guerra
emili j. blasco
Estados Unidos vuelve a estar al borde de su techo legal de endeudamiento . Se calcula que entre el 18 de octubre y el 5 de noviembre habrá alcanzado los 16.699 billones de dólares de deuda permitidos por el Congreso. Es el ... cuento de nunca acabar de la presente era de la política estadounidense.
Para complicarlo, el gasto de un ataque contra Siria puede desequilibrar aún más un presupuesto ya lastrado por diez años de guerra. Aunque también hay algunos que ven esa intervención como una oportunidad: desde el bando demócrata, para proceder a un ablandamiento de los recortes que afectan a todas las partidas, también las sociales, y desde el republicano, para liberar al Ejército del «secuestro» económico general que se viene aplicando desde la última crisis política sobre el techo de la deuda, librada a principios de año.
A pesar de las recortes automáticos indiscriminados que entraron en vigor el 1 de marzo, proceso conocido como «sequester», la deuda estadounidense autorizada por el Congreso volvió a tocar techo el 19 de mayo. Desde entonces, el secretario del Tesoro, Jack Lew , ha estado aplicando diversas medidas de emergencia para afrontar los gastos de la Administración, pero los malabarismos contables ya no darán más de sí hacia finales de octubre.
Se suponía que desde este lunes, con la vuelta del Congreso tras el receso veraniego, los dirigentes políticos comenzarían a buscar una solución al problema, pero la crisis sobre Siria ha trastocado los planes . Y lo ha hecho de dos maneras: consumiendo un tiempo que los congresistas debían ya dedicar a pactar un difícil acuerdo, y amenazando con un gasto imprevisto.
En realidad, la factura de una acción militar contra el régimen de Bashar al Assad no debería ser muy elevada, en el caso del ataque «limitado» que ha venido proponiendo el presidente Barack Obama. La publicación especializada «Defense News» situaba la cuenta en unos «cientos de millones de dólares en armas», incluyendo los 1,4 millones de dólares que vale cada misil Tomahawk , que esencialmente sería el armamento utilizado, lanzado desde barcos posicionados en el Mediterráneo oriental.
Para William Hartung, director del Proyecto de Armas y Seguridad del Centro para Política Internacional, se trata de calderilla, teniendo en cuenta la musculatura del presupuesto de Defensa, aún en tiempos de austeridad económica. «Incluso aunque los bombardeos fueran más allá y el coste fuera de mil millones de dólares, se trataría solo de dos décimas del uno por ciento del actual presupuesto del Pentágono», comentó Hartung para la CNN. «En resumen, un ataque limitado contra Siria es más que manejable dentro de los actuales o anticipados recursos del Pentágono», concluyó.
Gordon Adams, antiguo cargo de la oficina del presupuesto de la Casa Blanca, rebaja la previsión a cien millones de dólares, menos que los 160 millones que vale un F-35, la nueva generación de cazas, o la cuarta parte de la partida de 436 millones de dólares que el Congreso debate añadir a un nuevo programa de tanques.
Claro que las estimaciones antes de la guerra de Irak también eran bajas y luego la realidad desbordó la previsión. En los meses de preparación de la invasión, la Casa Blanca barajaba una cifra de 200 millones de dólares. Hoy análisis detallados llegan a situar la factura de las guerras de Irak y Afganistán en una cifra entre cuatro y seis billones de dólares. Esta última es la defendida por Linda Bilmes en un estudio de la Universidad de Harvard publicado en marzo, que incluye el gasto médico requerido por los veteranos heridos en el campo de batalla. «Históricamente, la factura por esos costes ha llegado muchas décadas después. Pagos a veteranos de Vietnam y de la primera Guerra del Golfo todavía siguen subiendo», indicaba en su estudio.
Sea cual sea el coste económico de un ataque, la posibilidad de este ha complicado los últimos días la discusión presupuestaria. El Tea Party , que de por sí es mayoritariamente no intervencionista, ha encontrado en sus habituales preferencias fiscales de reducción del gasto federal una justificación para rechazar cualquier acción en Siria.
Sin embargo, otros republicanos defensores de una política exterior estadounidense más expansiva, como el senador y excandidato presidencial John McCain , han pedido que el Pentágono sea liberado del adelgazamiento extra que en marzo supuso el «secuestro» (de los 86.000 millones de recortes para 2013, la mitad corresponden a Defensa).
Obviamente la Casa Blanca, como en las ocasiones previas, reclama un aumento del techo de la deuda. Aunque Obama no ha hecho uso del argumento de la crisis de Siria (sería contradictorio con su insistencia en que, de atacar, se trataría de algo breve y limitado), sí que varios demócratas han sugerido aceptar más gasto militar si también se incrementan además las recortadas partidas sociales.
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