Tenis
El toque de queda no se toca: Wimbledon no quiere horarios de discoteca
El Grand Slam londinense mantiene esta polémica regla de no poder jugar más allá de las 23 horas para respetar el descanso de los vecinos
La maldición de Dimitrov lleva a Sinner a cuartos
Taylor Fritz, durante su partido ante Perricard
En el US Open 2022, Carlos Alcaraz ganó a Jannik Sinner cuando el reloj marcaba las 2.50 de la madrugada; en Roland Garros 2024, Novak Djokovic ganó a Lorenzo Musetti pasadas las tres de la madrugada; eran las 3.39 cuando Medvedev vencía en ... Australia a Emil Ruusuvuori. Unos horarios que no se registran nunca en Wimbledon por una singular normativa que marca el cierre de cada jornada: las 23 horas locales. Una norma pervive incluso en un torneo que ha permitido la entrada del sistema electrónico de línea en detrimento de los jueces de línea que también protagonizaban el paisaje tenístico de Wimbledon desde hace más de un siglo. ¿La razón? Los vecinos.
El respeto al descanso a la población de esta zona SW19 del sur de Londres es innegociable. Al menos, de momento. La norma se instauró en 2009, año del estreno del techo retráctil en la pista Central que permitía la introducción de luz artificial y, por tanto, la oportunidad de alargar los partidos hasta más allá del ocaso, que marcaba el fin de la jornada de forma natural. Fue el motivo por el que se suspendió el encuentro entre Ben Shelton y Hijikata. El juez de silla determinó que la falta de luz impedía que el sistema electrónico de canto de línea pudiera realizar bien su trabajo y decidió que el partido se reanudara al día siguiente. Una situación ciertamente surrealista porque el estadounidense tenía saque para ganar el choque y tardó 70 segundos en certificar el pase a octavos al día siguiente: cuatro saques después de la noche y a descansar de nuevo.
El toque de queda, sin embargo, no es tan subjetivo como la falta de luz, aunque también se añade la peligrosidad de la hierba, más resbaladiza a la noche por la bajada de las temperaturas. «El toque de queda a las 23.00 horas es una condición de planificación aplicada para equilibrar la consideración de los residentes locales con la escala de un evento internacional de tenis que se lleva a cabo en una zona residencial», argumentaba la organización sobre ese controvertido punto de encuentro entre el All England Tennis Club y los residentes de la zona. «El retorno seguro de los visitantes a sus casas en los medios de transporte también es un factor clave», añadían, pues lo normal en Londres es que el metro se acabe sobre las doce de la noche de lunes a viernes.
Pero la norma lleva desde hace algún tiempo creando frustración, decepción y caos organizativo, pues hay que reorganizar la jornada siguiente añadiendo el partido anterior en el segundo turno, por lo que puede darse la posibilidad de que la jornada se alargue y todo vuelva a empezar. Y eso, sin contar con el factor lluvia, claro. En cada edición, hay algún tenista que tiene que ver interrumpido su partido y alargado el desenlace hasta el día siguiente con el cambio de condiciones, físicas, meteorológicas y de ánimo que eso conlleva. En este 2025, Taylor Fritz y Giovanni Mpetshi Perricard fueron víctimas de esta singular restricción horaria.
Frustración y caos organizativo
En este 2025, el estadounidense volvió a poner este asunto sobre la mesa, pues vio cómo su partido del lunes ante el francés se acababa no a las 23 horas, sino a las 22.18, pues consideró el juez de silla que no habría tiempo para terminar el quinto set y era más seguro no empezarlo. El duelo discurría por el empate a dos; un 6-7, 6-7, 6-4 y 7-6 (6) después de que el estadounidense remontara en el 'tie break' desde un 1-5. Pletórico, Fritz se levantó de la silla para continuar con esta dinámica positiva, pero el juez de silla le ordenó que recogiera las cosas, que no iba a continuar el partido. Se terminaba con antelación para prevenir un corte más complicado conforme avanzara el choque. Y eso que, a pesar de lo apretado del marcador, el primer set había durado 44 minutos; el segundo, 48; el tercero, 33, y el cuarto 45. Así que quizá sí habría habido posibilidad de acabar antes de las 23 horas, como insistió después Fritz. Pero la decisión estaba tomada. El juez había preguntado a ambos jugadores y el francés, claro, había querido parar; el estadounidense había decidido lo contrario, pero es el árbitro quien tiene siempre la última palabra.
«¿Entonces, para qué me preguntan?», espetó Fritz, enfadado. «No podía hacer nada», le dijo después a su palco antes de encaminarse a los vestuarios. «Creo que teníamos tiempo de jugar el quinto set. Si no lo hubiera creído así, hubiera entendido que se parara. Nos habrían dejado jugar si mi oponente hubiera aceptado. Dije que quería, pero no quiso, y lo entiendo perfectamente», explicó más tarde en redes sociales. «Yo sabía que pararíamos a las 23 si se alargaba, pero cuando vi el reloj, eran las 22.18, así que pensé que no nos iban a parar, que había tiempo para jugar el quinto set. Lo que pasó es que los dos teníamos que estar de acuerdo. Si no, el juez de silla tomaría la decisión», abundaría después. El número 5 del mundo prefería terminar a volver al día siguiente, aunque no todos quieren acabar sus encuentros demasiado tarde, porque la rutina de después los lleva a la cama varias horas después. Así que, tampoco hay consenso entre los jugadores.
Pero sí es una extraordinaria circunstancia que no ocurre ni en el US Open ni en Australia ni en Roland Garros. Los dos primeros porque adoran el ruido y el espectáculo y no les importa terminar a altas horas de la madrugada si el partido es digno de palomitas y horas de discoteca. Además, los recintos están alejados de zona residencial. En París, donde sí hay vecinos muy cerca, tampoco hay hora de cierre porque, al contrario que en Londres, el horario de las 20.15 favorece la llegada de asistentes a Roland Garros tras salir de sus trabajos. La Philippe Chatrier también vivió en 2020 un ejemplo de sentido común por encima de las normas, pues el toque de queda por el coronavirus también estaba impuesto a las 23 horas, pero Emmanuel Macron permitió alargarlo para que pudiera terminar la semifinal entre Rafael Nadal y Novak Djokovic.
Primero comer y después tenis
La resolución anticipada del partido de Fritz-Perricard no solo enfadó al tenista estadounidense, también el público asistente, que sigue sin entender este toque de queda y son varios los años que reivindican como pueden que los partidos empiecen antes de las 13.30 horas en la pista central. La razón aportada por el All England Tennis Club la aporta Sally Bolton, presidenta ejecutiva: «Durante muchas décadas, hemos empezado alrededor del mediodía. Porque queremos que la gente tenga tiempo para estar en la pista y que cuando los jugadores salgan esté llena. Y eso no ocurre inmediatamente, porque cuando la gente compra un ticket para Wimbledon, quieren experimentar cómo es el club, ver las pistas exteriores, comer algo, coger fresas con crema...». Es decir, permitir que el público coma y, después, asista al encuentro.
Otra de las razones aparentes son las televisiones, a las que les gusta que los partidos comiencen su 'prime time', por lo que, cuanto más se alarguen hasta la tarde, mejor. En 2021, la organización retrasó cuanto pudo el tiempo entre partido y partido, aunque señalen desde dentro que no tienen tanto peso.
Hasta Andy Murray, tenista local, advirtió que la norma se atiene a otras cosas. «No se tiene en cuenta únicamente lo que es mejor para los jugadores. Hay obviamente otras cosas; televisiones, vips... Tienen todas esas cosas en cuenta para tomar la mejor decisión», argumentaba.
La excepción de Murray
El británico ha sido, curiosamente, el único que se ha saltado esta norma de las 23 horas. En 2012, concluyó su partido contra Marcos Baghdatis cuando el reloj marcaba las 23.02. Murray tenía 5-1 y saque para ganar el partido y el juez de silla le dio permiso para intentarlo. Una decisión en la que prevaleció «la flexibilidad y el sentido común», como dijo Stephen Alambritis, concejal del Ayuntamiento de Merton, autoridad responsable de las áreas de Mitcham, Morden y Wimbledon. «Estuvimos en contacto con el All England Club a partir de las 22.00 y hubo conversaciones entre nuestros responsables de planificación y el director del torneo. Siempre hemos dicho que estos acuerdos deben utilizarse con discreción, así que me alegré de que prevalecieran la flexibilidad y el sentido común, porque tenemos un deber tanto con los residentes como con el tenis», explicó.
El All England Tennis Club proyecta una expansión que incluirá 39 pistas más en la zona de un antiguo campo de golf en el Parque Wimbledon, lo que permitirá que la fase previa y el cuadro principal se jueguen en el mismo recinto, además de poder añadir más torneos a su calendario. Pero el toque de queda de las 23 horas es una línea roja que permanecerá como ley intocable en Wimbledon.