La segunda juventud de Dimitrov desafía a un Sinner implacable

Al búlgaro se le puso la etiqueta de 'Baby Federer', pues es inevitable ver en él cierta gracilidad semejante a la del suizo, incluido ese baile que ejecuta cuando saca su revés a pasear. Con esas reminiscencias obró una carrera muy digna de la que sobresale, hasta el momento, su magnífico 2017. Con nueve títulos en su palmarés, cinco los conquistó en ese curso, con su primer y hasta el momento único Masters 1.000 (Cincinnati) y la Copa de Maestros para certificar que estaba entre los mejores, 3 del mundo en aquella época. El lunes volverá al top ten.

Pero las expectativas y la etiqueta fueron una losa que le pesó en algunos momentos de su carrera. No volvió a levantar un trofeo desde aquel 2017 y el mote le costó hasta un enfado con un aficionado en Roland Garros 2019. Sin embargo, ha conseguido dejar todo eso atrás y, con 32 años, vive uno de sus mejores momentos. Había vuelto a la palestra a final del año pasado, con la semifinal en Shanghái y la final en París-Bercy, y ya en 2024, levantó el título en Brisbane poniendo fin a una sequía de siete años, además de disputar la final en Marsella. Este domingo vuelve a luchar por un título con ese estilo único, vivo, ilegible y sutil con el que amenaza de nuevo a rivales de toda condición. «Me ha hecho sentir como si tuviera 13 años. No le encontraba ninguna debilidad. No sabía qué hacer. Ha jugado perfecto», aceptaba resignado Alcaraz tras caer en cuartos de final (6-2 y 6-4). Las tres primeras citas se las llevó el español, las dos últimas, el búlgaro.

«Es un tenis grande, físico. Tienes que mantenerlo durante dos horas y media. Sé que tengo un montón de herramientas, pero tengo que asegurarme de utilizarlas en el momento adecuado. Eso me ayuda a tener más control del partido. La diversidad de mi juego es lo que asusta a muchos jugadores», analizaba el búlgaro sobre su propio estilo tras alcanzar el último partido.

Defiende en su trayectoria la disciplina que ha tenido, a pesar de lesiones y problemas con los que se ha enfrentado, incluido coincidir con el Big 3, y Andy Murray, en los que parecían ser sus mejores años. «¿Cuántas veces puedes decir que jugaste en una época contra los mejores jugadores y los ganaste a todos? Es estupendo. Los títulos están muy bien, pero el camino sin ellos (Federer, Nadal, Djokovic) es un poco triste. No es que quiera enfrentarme a ellos, pero es triste. Me encanta verlos jugar, competir contra ellos, siempre aprendes algo».

De quien aprenderá también será de Sinner, que luce músculo y cabeza en este 2024 en el que solo ha sufrido una derrota, contra Carlos Alcaraz, y ha sumado 21 triunfos, y dos títulos: el Abierto de Australia y Róterdam. Algunas de esas victorias tan aplastantes como la semifinal de Miami ante Daniil Medvedev, a quien ganó 13 de los 16 puntos con su primer servicio en el primer set, no dejó respirar en los 69 minutos (6-1 y 6-2), y a quien tiene bajo control pues le ha ganado en las últimas cinco citas.

«Es la tercera vez que juego la final aquí en Miami, algo que es un gran logro para mí. La primera vez no pude dormir la noche antes. La segunda, el año pasado, estaba relajado porque ya había pasado por eso y tengo más experiencia. Veremos en esta», decía el italiano, diez años menor que su rival de la final del domingo, pero que vive su segunda juventud.