¿Qué pasó con Coco Torres Morote?

La saga Torres Morote es sinónimo de rugby y del Ciencias.

Somos seis hermanos y los cinco varones hemos jugado al rugby. Los más conocidos fueron mis hermanos Javier, David y yo. El cuarto, Alejandro, también subió al primer equipo e incluso hubo muchos partidos en los que llegamos a jugar los cuatro hermanos en División de Honor. Javier, David y yo llegamos a coincidir en alguna convocatoria la selección española. Siempre hemos jugado en el Ciencias, desde siempre.

¿Cuáles son las claves de aquel Monte Ciencias campeón?

El documental Quince habla de eso. Éramos un grupo de amigos que se desplazaba al principio en dos furgonetas. Había mucha hermandad. Juan Antonio Arenas intenta que ganemos desplazando mucho el balón, abriéndolo, para cansar a los jugadores grandes que, por ejemplo, tenían los equipos vascos. Nuestra historia comienza siendo un equipo pequeño que entrenaba muchísimo y en el que todos éramos amigos. A mediodía salíamos del trabajo, entrenábamos y luego de vuelta al trabajo o a estudiar. Eso nos unía muchísimo. Y llegó un momento en que empezaron a caer los títulos.

¿Juan Antonio Arenas, su entrenador, fue un visionario?

Entiendo que sí. El rugby de entonces era asalvajado , de gente grande. Se jugaba mucho al pie, patada arriba y mucho choque. Nosotros no éramos muy grandes, aunque también tuviéramos jugadores así, como Bosco, pero no podíamos competir contra ellos de esa forma. Juan fue un visionario y, como hacía Francia, movíamos mucho el balón para cansar a los grandes y así encontrar los huecos. La Cartuja se llenaba. Enganchamos a la gente.

¿Cómo les motivaba?

Es una persona a la que tengo un gran cariño, muchísimo respeto y a la que estaré eternamente agradecido. De rugby sabe mucho y lo sabe transmitir. Dos minutos antes de salir a jugar te decía dos cosas y salías que te comías el campo. Te tocaba la fibra sensible para que salieras enchufadísimo. Yo le estaré eternamente agradecido por todo lo que nos enseñó y pudimos vivir juntos.

Bosco Abascal infundía mucho respeto en los rivales.

Bosco es el gran capitán. Físicamente es un atleta descomunal, gigante, supercoordinado, fuerte. Tenerlo como compañero y capitán era ideal. Siempre nos protegía. Yo jugaba de nueve y él, de ocho. Él estaba delante de mí y a mí no me tocaba nadie en ningún partido. Él delante; nosotros, detrás. Daba gusto jugar con él. Pude disfrutar del primer título de Liga con Bosco y para mí es un gran capitán en todos los sentidos: dentro y fuera del campo. Es una persona muy respetada.

Tantos viajes en furgonetas, más que para un libro, darán para una trilogía de anécdotas, ¿no?

Lo de las furgonetas fue muy al principio. Cuando ganamos títulos y ya está El Monte detrás, cambia todo. Viajamos en AVE y en avión. Cuando subimos de Primera a División de Honor, salíamos de Chapina el viernes y volvíamos el domingo a la doce de la noche. Son muchas anécdotas. Eso te lo da la hermandad, las experiencias bonitas que ahora recordamos con una sonrisa.

Al margen de su vida profesional, ¿sigue vinculado al club?

Estoy en el staff del sub 14, donde juega mi hijo. Disfruto muchísimo entrenando a los pequeños y es ahora mismo el contacto más directo que tengo con el rugby, a través de las categorías inferiores.