¿Qué pasó con... Antonio Reina?

¿Cómo le ha cambiado la vida después de la retirada?

Sigo volcado en el deporte. Ahora estoy en la gestión deportiva en GO fit, mi patrocinador en los últimos años. Apostaron por mí cuando nadie lo hacía y ellos me dieron la oportunidad de trabajar con ellos y poder devolverles todo lo que hicieron por mí. Estoy supercontento.

Quiere volver a correr.

Me entreno todos los días en el gimnasio donde trabajo de 7.00 a 8.30, me ducho y ya empiezo a trabajar. Me gustaría tener la sensación de ponerme los clavos. Estoy preparándome para hacer 400.

¿Pero a nivel profesional?

No puedo. La parte importante de estar compitiendo es el descanso y yo trabajo entre ocho y diez horas. Y aparte, porque voy ya camino de las 40 castañas. Y eso es importante.

¿En los años duros de lesiones pensó en dejarlo?

Nunca, nunca. Jamás se me pasó por la cabeza retirarme. He estado luchando hasta que con 36 años vi que ya no me merecía la pena. Me estaba comiendo todos los ahorros y nadie, nadie, nadie, excepto GO fit, apostó por mí. Eso me dolió. Solo tuve ayuda de una persona a nivel federativo, José María Odriozola. Me ayudó cuando lo necesitaba. Fue antes de mi retirada.

Echando la vista atrás, ¿mereció la pena tanto sacrificio?

Yo lo evalúo todo positivamente. Nunca he sido de arrepentirme de las cosas. En su momento aposté por esto a pesar de estar lesionado y no obtener, por ello, los resultados. Conté con un apoyo incondicional al que le debo muchísimo: mi exmujer. Nos separamos por cosas de la vida pero le debo muchísimo porque sin su apoyo no habría logrado lo que conseguí.

¿Su hijo apunta maneras?

Se le ven gestos míos, tiene planta, es ágil, rápido, le gusta correr y, cuando decida hacer deporte, sea atletismo u otro, le va a ir bien. Tiene constitución de deportista.

Su oro de la Copa del Mundo lo ganó en La Peineta, el actual Metropolitano.

Así es. Ese récord nunca nadie jamás me lo va a quitar porque ya no existe esa pista. Con eso me quedo para toda la vida.

Y su récord del 800 en sala (1.45.25, en Viena) sigue vigente 18 años después.

Ha habido algún momento que lo he visto peligrar, pero que siga ahí me llena de orgullo. Lo hice en un Campeonato de Europa corriendo viernes, sábado y domingo, lo cual tiene mucho más mérito. Tres carreras seguidas. El lunes estaba como un trapo.

Pero muy feliz.

Sí, y sigo feliz. No me arrepiento de nada de lo que he hecho y conseguido.

Es que su carrera fue extraordinaria. Debe de estar orgulloso.

Lo estoy. Le debo mucho a todas las personas que han estado a mi lado: mi manager, mi médico, mi exmujer, entrenadores... Y a mis padres sobre todo. Mi padre es trabajador de la construcción y mi madre, ama de casa. Para comprarme unas zapatillas que hoy en día valen 140 euros mi padre tenía que pegar mucha mezcla. Yo ayudaba en mi casa lo que podía. Dos meses antes de empezar el instituto recogía aceitunas todos los días, de lunes a domingo, y me iba a cargar pollos por las noches en la granja. Las cosas no se consiguen solo. Tienes que tener un equipo detrás fuerte que te apoye y ayude de una manera u otra.