¿Qué pasó con... Antonio Pérez Acevedo?
Este sevillano de Bormujos, maestro y 7º Dan en taekwondo, fue campeón de Europa, subcampeón del mundo, tres veces subcampeón continental y en tres ocasiones campeón de España
La historia de Antonio Pérez Acevedo (Bormujos, 1963) es la de un soñador que nunca de dejó de luchar en la vida... ni de combatir. Porque al taekwondo se ha dedicado en cuerpo y alma desde la adolescencia con disciplina marcial, echándole tiempo, dinero y ... mucha pasión. Dejó el andamio por el tatami y hace años que, como maestro, enseña este arte coreano en su Bormujos natal.
¿Por qué lo apodaron Indio?
Tenía quince añitos. Con mi trabajo en los albañiles me pagué mis primeras clases con mi maestro Kim. Entonces estaba morenito, tenía el pelito largo, y la primera vez que salí a pelear, uno dijo: «¡Mira, quillo, el Indio!». Y se me quedó para siempre.
¿Cómo empieza todo?
Me enamoré de las artes marciales viendo a Bruce Lee. A los cinco meses de empezar a trabajar, ya me pude pagar las clases. Todos los días me iba a Sevilla desde Bormujos, mi pueblo. Soy bormujero a muerte.
¿Dónde se inició?
Empecé con Kim, en Los Remedios. Y después, cuando vine de la mili, monté los gimnasios Sato con mi hermano, Domingo Pérez, que ha sido otro de los grandes deportistas de Sevilla, campeón de España y Europa de culturismo. Un pionero. Tengo 58 años y llevo 44 federado. Mi licencia es la 21 de Andalucía.
¿Cuántos alumnos tiene?
En la escuela de Bormujos, casi 140. Aparte, en mi pueblo también, he montado un club nuevo llamado Atai, que significa valor. Impartimos boxeo, kickboxing, karate y taekwondo. Organizamos muchas actividades al aire libre y la gente está muy contenta y satisfecha.
¿Disfrutó más compitiendo o ahora como maestro?
Las satisfacciones son diferentes. Estando en el equipo nacional, he tenido a alumnos peleando conmigo. Carmen Aguilar fue tercera en Santander, en el 89. Yo fui plata y ella, bronce. Y como ella, muchos. Al final lo que hacemos es formar personas. Se enseñan muchas cosas: valores, respeto, compañerismo... los chavales cogen autoestima y confianza.
¿Recuerda el sitio más exótico en el que compitió?
Irán. Me bajé del avión, me puse a hacerle fotos al aeropuerto y vino un Jeep con cuatro soldados apuntándome con ametralladoras. Creía que me mataban allí. Estaban en guerra con Irak. Les di el carrete con las fotos y me fui. Ese país me marcó.
¿Su mejor momento cuando combatía, el más bonito?
Cuando quedé campeón de Europa en Dinamarca, en Aarhus. Cuando estás ahí arriba y suena el himno nacional, eso no tiene precio.
¿Cuánto tiempo lo compaginó con los albañiles?
Empecé con quince, y cuando me fui a la mili, con veinte, ya había quedado tercero de España. Quedé por primera vez campeón de España con 27 años. Yo aguanté lo mas grande. Fui campeón con 27, 28 y 29 años.
¿Por qué se quedó sin Juegos Olímpicos en el 92?
El Comité Olímpico redujo de ocho a cuatro pesos. Cuatro campeones de España nos quedamos sin ir. Yo estaba preseleccionado. Era la posibilidad de retirarte en unos Juegos y en tu país. Tengo un reportaje de fotos del ABC, que me iba a sacar en dos páginas. Y el fotógrafo, cuando vio que no me llevaban a los Juegos, me llamó, me llevó las fotos y las tengo aquí enmarcadas, las seis. Ese regalo no se me olvidará en la vida. Me llenó más que ir a los Juegos.
¿De qué forma lo ha ayudado a usted el taekwondo?
En todo. El taekwondo me lo ha dado todo. Sin él, estaría trabajando en los albañiles muy honradamente y sería un buen albañil, eso seguro, pero si no me meto en el taekwondo, no sería lo que soy hoy.
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