Esbozos y rasguños
Privilegios adquiridos
Una cosa es dar confianza a un jugador y otra muy distinta concederle inmunidad diplomática. Ser titular habitual no equivale a aprobar una oposición vitalicia
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Iniciar sesiónVinícius estuvo en el banquillo en el Carlos Tartiere, por si alguien aún no se enteró de semejante escándalo. Aunque es difícil que haya pasado desapercibido: lo hemos visto ya en telediarios, tertulias y titulares. La realización televisiva insistía en mostrarnos al brasileño sentado en ... la banca, como si se tratara de un hallazgo inédito y de valor incalculable, al nivel de un avistamiento del Bigfoot. Antes del pitido inicial, cuando ya se sabía que el brasileño no era de la partida, empezaron a circular todo tipo de teorías conspirativas e interpretaciones peregrinas: «Es un mensaje claro», «Le han puesto en el mercado», «Banquillazo», «¿Transferible?».
Quizá —y esto es una hipótesis— Vinícius solo fue suplente. Y nada más. Sin dramas y sin mensajes en clave de Xabi Alonso. Porque al final, como decía aquel productor de la Metro-Goldwyn-Mayer a los directores de las películas que financiaba: «Si quieres mandar un mensaje, mejor llama a UPS». Esto va de ganar, de construir un equipo competitivo y de aprovechar una plantilla larga.
Una cosa es dar confianza a un jugador (como bien hizo Ancelotti con Vinícius en sus inicios) y otra muy distinta concederle inmunidad diplomática. Ser titular habitual no equivale a aprobar una oposición vitalicia. En el fútbol hay que ser prudente con los privilegios adquiridos. Que Vinícius empiece un partido en el banquillo no es una condena pública.
El restaurador Keith McNally, dueño de Balthazar o Pastis, escribió en sus memorias que si invitas a un cliente habitual a una copa de champán cada veinte visitas, te estará eternamente agradecido. En cambio, si le invitas siempre pero a la vigésima se te olvida, se sentirá ofendido ante el menosprecio. Ocurre algo parecido dentro de un equipo de fútbol. Vinícius está por delante (por méritos propios) de dos jugadores de talla mundial como Mbappé y Rodrygo, que han tenido que reinventarse en otras zonas del campo. Pero eso no le convierte en el único futbolista con derecho a ocupar el flanco izquierdo día sí y día también. Una puntual suplencia no debería causar semejante revuelo mediático. Aunque todo lo relacionado con Vinícius parece irremediablemente destinado a la polémica. Si el Rey Midas convertía en oro todo lo que tocaba, con Vinícius sucede lo de Tony Soprano: todo lo que le roza acaba en el fango de la discusión, el insulto y el menosprecio.
Mientras tanto, Mbappé marcó dos goles —el primero con un control muy benzemiano— y Valverde pareció entenderse mucho mejor con Carvajal que con Alexander-Arnold, que tiende a meterse por el centro.
La vuelta de Carvajal merece un capítulo aparte. Tras aquella terrible lesión con Yéremy Pino, ha regresado con una normalidad impropia: sin despistes, sin fragilidad física, sin miedo en los balones divididos. Como si nunca se hubiera ido. Muchos lo daban por amortizado, por su edad, por la gravedad de la lesión y por el fichaje de Trent. Hoy, sin embargo, se le ve impecable. Y en este Real Madrid, con Vinícius en el banquillo o en el césped, esa quizá sea la mejor noticia de todas.
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