Golf
José Manuel Heras: «Pensaba en la eutanasia, el golf me salvó la vida»
Enfermo de síndrome de Poems, dolencia autoinmune que destruye los nervios poco a poco, este jugador amateur ha encontrado una nueva motivación para seguir luchando
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Iniciar sesiónEstá comúnmente aceptado que el deporte es bueno para la salud. Pero si se profundiza un poco más en determinadas especialidades, hay pocas más completas en esa afirmación que el golf. Esta actividad centenaria tiene la facultad de ser positiva tanto para la parte física ... como para la mental de sus practicantes. «El hacer una tarea física de una manera suave y pautada como es el golf es muy bueno para alcanzar el bienestar, sobretodo todo porque es aeróbico, se desarrolla a lo largo de varias horas y en compañía de otras personas, lo que ayuda a socializar», afirma la doctora Pilar Martín Escudero, de la Escuela de Medicina de la Universidad Complutense. Y precisamente es en el aspecto psicológico donde este juego está ganando cada vez más importancia. Los estudios realizados por la Cátedra Comunicación y Golf de esta institución así lo demuestran empíricamente, aunque la mejor muestra es el testimonio de José Manuel Heras, jugador de golf adaptado, que no duda en otorgarle un valor fundamental para su propia subsistencia.
«El golf ha significado la posibilidad de liberarme de todos mis problemas con la enfermedad, tanto físicos como mentales. Este deporte me ha servido para verme a mí mismo y mejorar. Y eso me lleva a tener una capacidad de enfrentarme a mis problemas mucho mayor que si no jugase. Además, el hecho de estar al aire libre, en contacto con otras personas, te libera la cabeza de estar encerrado en tu casa pensando en tus problemas».
La vida de este intenso deportista aficionado de 61 años (jugó en primera división de fútbol sala y practicó a alto nivel escalada, bicicleta de montaña, tenis y pádel) quedó truncada hace quince años cuando, a la vuelta de un viaje a Costa Rica sintió dormido el pulgar del pie izquierdo. En principio no le dio importancia, pero la cosa fue a más y la molestia se le extendió a otras partes del cuerpo. Los médicos empezaron a sospechar de una enfermedad autoinmune que desmieliniza los nervios, llamado síndrome de Poems. Y en cuanto se confirmó el diagnóstico, comenzó la pesadilla. El madrileño recibió una terapia intensiva a base de quimioterapia, radioterapia y un arsenal de fármacos que le afectaron gravemente a su físico y a su cabeza, quitándole todas las ganas de vivir.
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«Después de varios años luchando contra la enfermedad con terapia intensiva, me quedé con 56 kilos, postrado en una silla de ruedas. A mi mujer le dijeron que no me había muerto, pero que la calidad de vida sería ínfima. Me había quedado también sin voz y sin interés por nada», rememora con pesar. «En ese momento yo no quería hacer nada, sólo pensaba en la enfermedad y eso es muy duro. Ahí es donde radica la importancia de la salud mental, que es tan importante como la física porque está ahí detrás, arrastrándote y empujándote continuamente».
En esos momentos José Manuel no veía una salida más allá de dejar este mundo de la manera más digna posible. Y estuvo informándose de la posibilidad de acudir a un centro de Suiza donde practican la muerte asistida. «Cuando mi esposa me vio tan desesperado decidió buscar alguna alternativa dentro del mundo del deporte, al que había sido tan adicto. Y, después de consultar con unos amigos, me habló del golf», recuerda.
Como tantas personas, tenía todos los prejuicios que el desconocimiento puede provocar en las personas, pero al probarlo vio que era su futuro. «Me informé de lo que era el golf adaptado en la Federación de Madrid y se me abrió un reto nuevo ante una bola y un palito. La idea fue conseguir mejorar poquito a poco y me hizo mucho bien físicamente porque me permitía empezar a tener equilibrio y a mover mi cuerpo hacia un lado y hacia otro. Empecé a conseguir algo que parece que es fácil, pero no lo es tanto: darle con el palo a la bola. A los seis meses ya no me acordaba tanto de la enfermedad que tenía y de mis limitaciones. Hasta el punto que empecé a pensar que casi volvía a ser una persona, entre comillas, normal»,
Este cambio de actitud se lo debe al golf, como no deja de repetir agradecido. «Yo ya no tenía ninguna ilusión por vivir, sólo quería dejar de sufrir y quitarme de enmedio; por eso puedo afirmar que el golf me salvó la vida. Me dio una nueva motivación para esforzarme cada día y tratar de mejorar», explica con sinceridad.
Ahora es un destacado golfista (ha ganado ya varios torneos) y se pone de pie con unas prótesis. «Voy con muletas, mantengo el equilibrio sin tropezarme y hago una vida más o menos normal, como ir a ver al Real Madrid de baloncesto, del que soy gran aficionado».
Mejor salud mental
Aprovechando la reciente celebración del Día de la Salud Mental, la Cátedra Comunicación y Golf de la Universidad Complutense presentó un informe sobre la importancia de este deporte para la estabilidad emocional de sus practicantes. Los doctores Pilar Martín, Elena Jiménez y Manuel Fuentes concluyeron, entre otras cosas, que los golfistas muestran un nivel tres veces inferior de alteraciones mentales que la población general. Ello se debe a que estos socializan con otros jugadores, están al aire libre, se concentran en la actividad y se ejercitan al menos tres veces por semana. Todo esto les ayuda a prevenir el deterioro cognitivo inherente al envejecimiento.
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