Laporta, entre la demolición y Troya

No son decisiones que amarguen especialmente a Joan Laporta. El presidente nunca fue un entusiasta ni de las secciones deportivas ni de este canal de televisión, pero seguramente habría evitado un cierre tan aparatoso por no herir el sincero afecto que en cambio les tienen los socios. A Laporta no le gusta el baloncesto como lo demuestra el hecho de que no acudió a ninguno de los tres partidos de la final de la Liga, pero desde luego no le ha beneficiado el lacrimógeno final de Mirotic.

También relacionada con el naufragio económico de la entidad está la gira que el presidente está realizando estos días por algunos países árabes en busca de financiación. Laporta sabe que Goldman no quiere quedarse con el Barcelona, superadas unas primeras intenciones de hacerse con un club de fútbol con «valores» para blanquear su imagen muy depredadora. Finalmente Goldman se ciñe a su negocio y sólo contempla el Barça como vehículo financiero: inversión a cambio de interés con garantías que de sobra exceden lo prestado. Laporta lo ha visto como una oportunidad para mantenerse en la presidencia del club aunque tenga que venderlo. Es cierto que el proceso de privatización era igualmente inevitable, pero desde luego su alocada manera de gastar que ha contribuido a acelerarlo. La inversión árabe, que al principio se venderá como ingreso publicitario, será un caballo de Troya para tener a una serie de empresarios, próximos a sus respectivos gobiernos, de aquellos países metidos en el club, que pagarán la deuda con Goldman cuando el club no pueda hacerlo y se quedarán con la entidad, manteniendo algunos años a Laporta en una presidencia más honorífica que ejecutiva. Los árabes sí están interesados en el negocio del fútbol, y tal como poseen el City o el PSG, entre otros, están deseosos de tener su participación en la Liga. Gracias a ellos, Laporta se convertirá en el primer mandatario del fútbol español que vende su club y se queda como presidente, aunque sea simbólico. Es una jugada que beneficia a los árabes no sólo en lo económico sino en su influencia política y social en Europa; beneficia a Laporta en su vanidad y en sus recursos; pero deja desnudos de cualquier propiedad e influencia a los socios, actuales propietarios del club.

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