Las chicas quieren VAR: ¿y quién paga la fiesta?

«Es una vergüenza que pase esto estando ella al lado y sobre todo acabando la acción en gol. ¡¡Quizá a otros equipos no les importe tanto, pero a nosotras salir puntuando en un campo tan difícil es fundamental!! Punto y se acabó», dijo Virginia Torrecilla, mediocampista del Villarreal, tras la falta de Tere Abelleira no sancionada que precedió al gol de Bruun que dio el triunfo del Real Madrid en el último minuto. «Tenemos al campeón de la Champions, del mundo… La Liga F se merece tener VAR», apostilló Manolo Cano, el técnico rojiblanco.

En su segunda temporada como profesional, la máxima categoría del fútbol femenino español no tiene VAR. Por el momento, su inclusión es sólo un proyecto. El fútbol femenino en España sólo ha tenido VAR en la final de la pasada Copa de la Reina. En el Mundial sí ha habido («after review...», que gritaba Eva Navarro). Y en la Champions, sólo a partir de cuartos de final.

Dos son los principales problemas por los que el VAR tiene complicado implementarse en la Liga F. El primero, que hay que adecuar todos los campos para acoger la tecnología adecuada y los tiros de cámara necesarios para cubrir cada centímetro del campo en múltiples posiciones. Esto conllevaría reformar la mayoría de los campos dónde hoy se juega. El segundo escollo es económico. La implantación del VAR tiene un coste aproximado de 2,5 millones de euros. Hoy los clubes no pueden asumir esa inversión. No tienen capacidad para gastar más.

Están al límite, resaltó en un comunicado la Liga F tras la resolución de la huelga de futbolistas para mejorar su salario mínimo: «La profesionalización no es un cofre de dinero». Y ya el año pasado, tras otra huelga, los salarios de las árbitras se vieron aumentados considerablemente (la principal pasó a cobrar de 300 a 1.666 euros por partido, las asistentes, de 166 a 1.066, y, la cuarta, de 84 a 250 euros). Han mejorado sus condiciones económicas, pero no su rendimiento, su nivel de aciertos.

Bienvenido todo lo que sean medios y tecnología para que la labor arbitral cada vez sea mejor y se reduzca el número de errores. El fútbol femenino está en un momento de reivindicaciones excesivas y de poder absoluto, con el viento a favor de que en pos de la igualdad a todo se le hace caso, ya sea un avión o un despido. Pero la buena voluntad se estrella una y otra vez contra una realidad indisimulada que empuja en la otra dirección: el dinero. ¿Quién paga la fiesta? En Primera RFEF masculina va más público y tampoco hay VAR. Tampoco da el dinero.

Resolviendo con simpleza, bastaría con que las chicas jugaran en el mismo estadio que los chicos (ahora sólo lo hacen las del Eibar y algunas otras de forma esporádica), puesto que estos ya tienen todo el engranaje tecnológico para el VAR. Pues nada, por pedir que no quede.