el segundo palo

¿A qué huele Jorge Vilda?

«Hay que desincrustar cuanto antes de las paredes del vestuario de la selección el aroma a chantaje, y no precisamente del ex seleccionador, que aún se mantiene casi tres años después»

La canción del pirata

Jorge Vilda, actual seleccionador de Marruecos EFE

Si no me fallan las cuentas, de las quince futbolistas que allá por el mes de septiembre del año 2022 sintieron al unísono una complicada, repentina y por supuesto coordinada «situación emocional» que les impedía acudir a defender a la selección de su país, la ... actual entrenadora, Montse Tomé, que primero aplaudió a rabiar a Luis Rubiales, luego hizo mutis por el foro como Luis de la Fuente y acabó dejando a Jorge Vilda, que fue su valedor dentro de la Federación, colgando de la brocha, ha mantenido a siete en la Eurocopa. Hace poco, y con motivo del reciente subcampeonato, oí a alguien decir en un tono bastante despreciativo que del equipo nacional habría que eliminar cualquier rastro de olor a Vilda que aún quedase pero yo, por el contrario, creo que hay que desincrustar cuanto antes de las paredes de ese vestuario el aroma a chantaje que aún se mantiene casi tres años después. Alicatado hasta el techo.

Por eso y porque a Vilda, que ganó un Mundial, se le canceló por un motivo que nadie ha sido capaz de aclarar todavía, para mí no habría cambiado absolutamente nada el que estas chicas hubieran vencido a Inglaterra en la final. Esa hipotética victoria en la Eurocopa seguiría estando lastrada por una decisión inexplicable e irracional, que nos avergüenza y que dejó por el camino un cadáver, el del ex seleccionador, que tuvo que emigrar como si se tratara de un vulgar delincuente y, a día de hoy, tiene que seguir aguantando que alguien diga que huele a algo anormal. La última vez que hablé con él tras ser absuelto de los cargos de coacciones a Jennifer Hermoso aún tuvo la grandeza de desearle toda la suerte a España.

Entonces, ¿a qué huele exactamente Vilda? A chantaje desde luego que no. Tampoco huele a deslealtad. No puede oler a soberbia porque en su lista de veintitrés jugadoras dio cabida a tres de las quince firmantes de aquel despropósito del 22, y si todas hubieran expresado su deseo de volver lo habrían hecho sin problemas. Vilda no huele a fracaso porque con veinte jugadoras menos habituales fue capaz de inventarse un equipo nuevo que conquistó un Mundial. El olor que permanece ahí no es precisamente el de Vilda, que acaba de llevar a Marruecos hasta la final de la Copa de África, sino el de quienes se creyeron por encima del resto y con todo el derecho para seguir mangoneando. Y esa tufarada no la podrá enmascarar un penalti bien o mal tirado.

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