El Inter destroza a su ilustre vecino y espera rival para la final de Estambul

Como era oportuno, una hora y media antes de coralmente caer al césped desplomado por la pena, el Milan comenzó el encuentro apretando en el área interista. Poco le intimidaba el bello mosaico azul y negro que protagonizaba el grueso de la grada; la prisa ante la última oportunidad para salvar un curso mantenía al personal de Pioli en guardia.

Pero el hecho de circular el balón en campo rival no es garantía de nada en un deporte donde el riesgo es un elemento diferencial. Los de Inzaghi aguantaban replegados, tranquilos y asustando (aun más si cabe) al contragolpe con dos hombres como Lautaro y Barella que, frente a un latifundio para cabalgar, explotan al máximo sus capacidades. Mientras tanto, el Milan era incapaz de encontrar entre líneas a Brahim y, sobre todo, a Leao. Aunque el luso, recién recuperado de sus problemas musculares, rozó el gol ‘rossonero’ en los pocos balones que olió.

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Con Tonali desaparecido en la medular, el Milan era un barco sin rumbo que seguía a flote únicamente por el sinfín de paradas de Maignan. Pero, consecuentemente, Lautaro, a 15 minutos de final, acabó con la poca ilusión de un equipo herido de muerte. Con el autoestima por las nubes, el Inter ya espera rival para la final de Estambul.