El Girona abre su cuenta de triunfos en la Champions

El estilo clarividente y lúcido del año pasado es ahora una salsa pastosa en la que el fútbol no fluye. Le cuesta al cuadro catalán organizar una fiesta en cada eslalon, pared o despliegue desde su portero hasta Stuani. Algo se ha quebrado en esa sinfonía o está aún por descubrirse el cofre porque el resultado no es el mismo.

El Girona no ha ganado ningún partido en esta Champions y tanto su afición como los jugadores sienten que ha llegado el momento. El Slovan es lo que es, un grande en Eslovaquia, un pez pequeño en Europa. Todo el afán pulcro de los catalanes se cristaliza a fin de cuentas en la iluminación de Danjuma, el neerlandés es la clave, el único jugador que desborda, atraviesa líneas y genera inquietud.

Calzado en la izquierda, a pierna cambiada, el holandés es un dolor de muelas porque estira la zancada y vuela con la pelota, se gusta y derriba rivales. Varias ocasiones al basurero de sus compañeros desembocan en la acción que abre la cazuela. Una penetración de Danjuma hasta la línea de fondo, el pase atrás y el zarpazo de Miguel Gutiérrez en llegada certera.

El partido no se embrutece, se allana para el Girona. El Slovan ha dimitido como fórmula atacante y se dedica solo a defender. No hay cambios, los dos equipos tienen muchas bajas y el duelo se convierte en un frontón con salidas al contragolpe de los eslovacos.

Danjuma se siente más protagonista que nadie, decisiva su aportación como abrelatas, siempre punzante por la izquierda. El mejor jugador del partido no consigue, sin embargo, claridad en las ocasiones para su equipo.

El fútbol del Girona sigue embarullado. Miovski obliga al portero rival, Takac, a hacer la parada de la noche, un cabezazo que iba directo al gol. El Slovan se muestra timorato y pobre en la respuesta, una contra de vez en cuando pero sin llegar a la pegada que comprometa a Gazzaniga.

Una aceleración final de Danjuma genera la falta que se intuye más que peligrosa, cerca del área, y propicia para el preferido de la grada. «Juanpe», grita la parroquia. Y hacia allá se dirige el defensa, que larga un gran disparo por encima de la barrera y anota el gol de la tranquilidad.