Una final con más luces que sombras

Es la cuarta final que acoge la sede de La Cartuja y el bagaje se dejó notar en todos los aspectos organizativos. Las respectivas fan zone asumieron el entretenimiento de los visitantes en las horas previas al encuentro, cuando los nervios apretaron y los bares echaron la persiana. Espectáculos con grupos autóctonos, disfraces y barras casi kilométricas para mantener los ánimos hasta las diez de la noche, una larga espera. Eso sí, los problemas de acceso volvieron a ser un quebradero de cabeza para todo el que apuró su entrada al recinto. A falta de una hora para el inicio de la final, más de la mitad de los aficionados del Athletic Club no habían accedido aún al estadio. En total, unos 35.000 bilbaínos consiguieron entrada para esta final de la Copa del Rey.

La afición mallorquinista, que tenía la fan zone más cerca del estadio, fue más previsora y fue llenando paulatinamente la grada. Unos 15.000 seguidores bermellones acudieron a esta final de Copa del Rey, la tercera en la historia del club balear, y colonizaron horas antes la grada. Aunque en total unos 25.000 mallorquinistas viajaron hasta la capital hispalense para acompañar a su equipo en este día histórico. Un número que se hizo notar más en la grada que en la ciudad tras días de abrumadora mayoría vasca.

Los artistas Omar Montes, El Arrebato, Dj Romey y Luc Loren amenizaron las horas previas al duelo, que no fueron pocas. También hubo tiempo para bailes y espectáculos regionales que trajeron un trocito de Bilbao y de Mallorca a Sevilla para deleite de ambas aficiones. No obstante, las diez de la noche se antojaron lejanas para los presentes, ya que el día había empezado muy temprano para la gran mayoría.

El desplazamiento hasta el estadio fue mayoritariamente a pie. Familias al completo enfundadas con la camiseta de su equipo y las zapatillas de deporte recorrieron el callejero de la Isla de la Cartuja, todo bajo la atenta mirada de un gran despliegue de seguridad. Los accesos a esta zona de la ciudad fueron acotándose conforme se acercaba la hora del partido. Sólo el transporte público y los coches autorizados podrían atravesar el cordón policial.

Ya una vez superadas todas las barreras y alcanzado el ansiado asiento (la entrada más cara supera los 220 euros), la fiesta que había tomado las calles de Sevilla se unificó en torno al césped de La Cartuja. La explosión de júbilo llegó cuando, al fin, los aficionados de ambos lados se reencontraron con sus respectivos equipos.

Nadie quería perder esta final, aunque independientemente de quién saliera vencedor, la sensación que se percibió tras estos días de celebración es que el fútbol español suma una de sus finales más entrañables. La Copa cobró este sábado más sentido que nunca al ofrecer una experiencia así a clubes 'pequeños', por títulos, que no por falta de grandeza.