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Aficionados del Olympique de Marsella AFP

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Como si un equipo de otro continente fuera, los grupos ultras del Olympique de Marsella tienen la fuerza para reunirse en privado con los dirigentes de la entidad, exigir despedidos, alzar la voz de manera intimidatoria e incluso amenazar de muerte al personal si ... no atiende a sus peticiones. Y ese ultimátum es el que recibió el pasado lunes el español Pablo Longoria, presidente del club, por parte de una decena de destacados miembros de los colectivos ultras que mandan en ambos fondos del Vélodrome (grupos que están vinculados con las mafias de la ciudad). Esos radicales se agarran a una pérdida de identidad patria en la plantilla tras la marcha de estrellas francesas como Dimitri Payet o Mattéo Guendouzi en la ventana estival de traspasos (o la derrota ante el Panathinaikos en la previa de la Champions League) para exigir que se guillotinen cabezas. Como siempre hicieron sin consecuencias tajantes, utilizaron de nuevo su mejor arma: el miedo.

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