Eurocopa
Luis Enrique enciende a España: del desapego a la pasión
Después de dar bandazos con una pasarela interminable de nombres, recupera la identidad del grupo y la afición se suma después del genial triunfo ante Croacia
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Iniciar sesiónCon el fallo de Mbappé en la tanda de penaltis contra Suiza, Davor Suker, que estaba sentado en la recepción del hotel con unos colegas a la espera de encenderse un puro, se levantó, fue hacia el grupillo de periodistas españoles que cenaba lo ... que podía mientras organizaba el desesperante papeleo para ir San Petersburgo y, a modo de despedida, lanzó un mensaje con nostalgia: «Mirad, a España le está pasando como a Croacia en el Mundial de Rusia. Se te va abriendo el cuadro y quién sabe, nosotros llegamos a la final cuando nadie contaba con ello...». España todavía no está en la final, queda muchísimo, pero sí que le ha cambiado la cara en esta Eurocopa apasionante de los mil goles. Primero, principalmente, porque el juego va al alza, con lagunas que inquietan, pero al alza. Segundo, porque el camino, que estaba plagado de bombas, parece menos hostil ahora que por ese lado ya no están ni Francia ni Portugal y las hipotéticas semifinales serían contra Bélgica o Italia , que no es poca cosa, pero a las que se les puede ganar sin que suponga un milagro. Con todo, nadie quiere mirar más allá y desde la expedición se repetía, más precaución que otra cosa, la misma cantinela. « Primero Suiza , luego ya veremos», comentaba un miembro de la expedición antes de partir a primera hora de la tarde en un chárter hacia Rusia, donde el equipo trabajará estos días duplicando las medidas porque el coronavirus, con su variante Delta campando a sus anchas, se dispara en la ciudad imperial.
El tono ha cambiado, eso es innegable, aunque también hay que reconocer que desde la caseta siempre se dijo que España haría una buena Eurocopa . Hubo dudas más que razonables después de los empates ante Suecia y Polonia, pero tampoco se puede decir que haya habido ajustes de cuentas más allá de algún aislado «hemos cerrado bocas» de algún futbolista con ganas de reivindicarse. España no está en plan beligerante y el ambiente que se respira es óptimo, un mérito que tiene un padre: Luis Enrique .
Luis Enrique es España en su máxima expresión , pues tanto el técnico como el país no saben vivir en un término medio. Ayer, cómo son las cosas, la selección aparecía como la máxima favorita en las casas de apuestas para levantar el trofeo, una tendencia completamente opuesta a la de días atrás y que se produce porque la gente pasa del frío al calor en un periquete. Esa gente, de todos modos, necesitaba una tarde como la del Parken para emocionarse y volver a sentir suya la selección, volver a vibrar con los goles que tanto han tardado en llegar. Más de ocho millones, dicen las audiencias, siguieron la prórroga por televisión (63,2% de cuota de pantalla).
Es tan de extremos esta España que pasó a debatir sin tregua por la falta de acierto a ser, con mucho, el equipo máximo realizador de esta Eurocopa . Lleva once goles (dos más que Italia y Dinamarca) y tiene números de campeón. Solo marcó más en las Euros de 2008 y 2012, ya se sabe cómo acabaron, y le sale una media de tres dianas por encuentro. Además, ha ganado el porcentaje de posesión y también la estadística de tiros a puerta. Nada de eso da títulos, pero sí reconforta porque, sobre todo, da valor a la idea del entrenador, quien por fin ha devuelto la identidad al grupo con un equipo mínimamente reconocible.
Con el asturiano, como es dueño y señor de esta España , sucede que tan pronto se lleva las críticas colectivas como recibe los elogios, si bien hay quien se niega a reconocerle las virtudes porque tampoco él hace mucho por empatizar, prefiere estar siempre a la defensiva. Y eso que ahora está suave y conciliador, hablan maravillas de él desde dentro y ni un jugador se ha atrevido a cuestionar sus métodos. Con los medios tampoco saca uñas como antes, pero, por si acaso, está en alerta y alguna suelta de vez en cuando, es superior a él.
Morata y Unai Simón
Pero nadie le cuestiona porque, ahora sí, los resultados le dan la razón, nada tan aplastante en el fútbol como jugar con el viento a favor y un marcador en verde. Luis Enrique ha ido probando y probando sin parar hasta que ha dado con la tecla, y no se le podrá negar su empeño en insistir en según qué concepto del mismo modo que en otros ha dado bandazos, como en el carrusel agotador de alineaciones incomprensibles, pero eso no lo reconocerá jamás. Terco como es, se ha resistido a cambiar a Álvaro Morata pese al clamor popular y a la discutible relación del delantero con la portería rival y este le correspondió con el tanto decisivo en la prórroga ante Croacia, disparadas las alabanzas de uno a otro después en la zona mixta del Parken. Y un poco igual con Unai Simón , al que defendió con garras pese a su grosero error porque el portero, a quien le concedió los galones después de que su obsesión con De Gea no saliese bien, demostró tener la personalidad suficiente como para levantarse de ese golpe y ser fundamental después.
El proyecto tiene una base sólida. A partir de la unión, Luis Enrique ha impulsado en todo este tiempo una revolución total hasta el punto de mantener únicamente, si se pone como referencia a la España dorada que cerró su círculo virtuoso en 2012, a Busquets y a Jordi Alba . Con un equipo juvenil, casi olímpico (la media es de 26 años), ha dado alas a muchachos que la gente ni conocía y que corren alegremente y sin parar, eso que ya tiene ganado. Además, y a diferencia de las últimas fases finales, es capaz de alterar los planes y modificar su once en función de la exigencia del rival y de sus virtudes, solo así se entiende que diera la alternativa a Gay à, que llevaba cero minutos, cuando Jordi Alba acumulaba tres partidos muy buenos en el lateral izquierdo.
El centro del campo, línea básica, ya no es una pasarela de nombres, el delantero es siempre el mismo y España ya acierta. Mientras, se dispara el ánimo y se llena el barco de Luis Enrique , que acepta a todo el mundo en su nave con esa sonrisa tan suya, pero que se las guarda por lo que pueda pasar.
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