Fútbol
La bomba del verano: Joaquín ficha por el Albacete
el baúl de los deportes
Hace 16 años, Lopera quiso ceder al jugador internacional del Betis al club manchego de Segunda como castigo por su deseo de irse al Valencia
El Barça ganó una Vuelta a España y el Real Madrid la corría sin corona en el escudo
El mercado de fichajes, en directo
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Iniciar sesiónAparcó, apagó el motor, abrió la puerta del conductor y se bajó del coche. Eran las siete de la tarde de un jueves de finales de agosto y una bofetada de calor seco le dio la bienvenida a Albacete. «¿Qué hago yo aquí?». La ... misma pregunta le martilleaba la cabeza durante las últimas horas, durante los más de 500 kilómetros recorridos desde que había salido de Sevilla.
Joaquín Sánchez, hoy futbolista del Real Betis, también lo era aquel 24 de agosto de 2006. Ese día acudió a las oficinas del club sevillano con la intención de cerrar su pase al Valencia. Le urgía porque se acercaba la fecha de cierre del mercado de fichajes y, sobre todo, porque la primera jornada de la Liga 2006-07 estaba fijada apenas dos días después.
El partido que abría aquella temporada era un Valencia-Betis. Un capricho del calendario que acabó por desquiciar al ya de por sí nervioso Manuel Ruiz de Lopera, entonces presidente de la entidad verdiblanca. Con el paso del tiempo, Joaquín recuerda lo ocurrido con una sonrisa y definiéndolo como una «anécdota rara», pero hace 16 años maldita la gracia que le hizo aquel esperpento.
Para poner en contexto lo sucedido, Joaquín jugaba en el club de su vida y estaba en plenitud futbolística. Tenía 25 años y una velocidad y desborde imparables. Un extremo cotizado y, como tal, habitual internacional -51 veces- con España. De hecho, en pleno follón (al día siguiente, 25 de agosto de 2006), su nombre figuró de nuevo en la lista del seleccionador, Luis Aragonés, para los dos primeros partidos de clasificación para la Eurocopa 2008 ante Liechtenstein e Irlanda del Norte.
El Chelsea de Mourinho
Por todo eso andaban detrás de él varios clubes importantes de España y del resto de Europa. Lo intentó fichar José Mourinho para el Chelsea en 2004 y un año después el Olympique de Lyon entró en competencia directa con el Valencia. Lo reconoció entonces el propio Lopera en una rueda de prensa multitudinaria: «La candidatura de Juan Palacios a la presidencia del Real Madrid preguntó en serio por él (Palacios afirmó incluso que era uno de sus fichajes ya atados, pero fue Ramón Calderón quien ganó las elecciones). Yo no quería vender a Joaquín y por eso no lo traspasé al Chelsea. El Valencia ofreció diez millones de euros, pero yo pedí 25. Subieron a 16, 17 y 18, pero aquí hay una oferta del Lyon de 22 millones de euros más el jugador Govou, que vale siete». Y el peculiar presidente del Betis repartió entre los periodistas presentes una fotocopia con las cifras de dicha oferta del club galo.
Joaquín lo tenía muy claro. No le apetecía salir de España y por eso ya le había dicho «no» directamente a Mourinho cuando le llamó. Además, se había comprometido con el Valencia, así que aquella mañana del 26 de agosto de 2006 no se entrenó con los que todavía eran sus compañeros béticos. Se despidió de ellos, del entrenador, Javier Irureta, y se presentó en el despacho del presidente con la idea de cerrar la operación, firmar el finiquito y viajar a la ciudad del Turia. No se imaginaba lo que le esperaba.
Después
Antes
Lopera le recibió acompañado de un notario y le entregó al futbolista un finiquito en el que faltaba aproximadamente un millón de euros en concepto de primas y derechos de imagen de los dos últimos años. Joaquín no aceptó y se negó a firmar la liquidación. El presidente tensó aún más la cuerda de la negociación al comunicarle que los 25 millones que iba a pagar el Valencia por su traspaso ingresarían íntegramente en las arcas del club. Es decir, le obligaba a renunciar al cinco por ciento que le correspondía por la operación (1.250.000 euros) y le sugirió que se lo pidiera al Valencia.
Joaquín volvió a mostrar su disconformidad, y entonces el presidente sacó la artillería pesada que tenía preparada desde que el jugador mostró su intención de irse. Cuando un futbolista fichaba por el Betis de Lopera, el contrato que firmaba contenía una cláusula por la cual estaba obligado a aceptar la cesión a cualquier club que ordenara la directiva verdiblanca de manera unilateral o, en caso de negativa, a pagar una multa millonaria. Dicho y hecho. Lopera tiró de contrato, le recordó a Joaquín esa cláusula leonina y, con su 'gracia' habitual le espetó: «Pues si no aceptas, te vas cedido al Albacete, que además viste de blanco como el Valencia».
La jugada estaba preparada desde días antes, cuando Manuel Momparlet, entonces director deportivo del Betis, había hablado con Antonio López Alfaro, secretario técnico del Albacete, club que militaba en Segunda. «Nos llamaron hace ocho o nueve días –desveló Alfaro-. Nos propusieron su cesión y dijimos '¡cómo no!'. Luego entendimos que era una medida de presión».
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En efecto, en la citada rueda de prensa (8 de septiembre de 2006), Lopera detalló el ultimátum que le había dado a Joaquín: «Me dolió profundamente que me dijera que se quería ir porque es un jugador criado aquí. Ha hecho daño por la fecha en la que ha dicho que se iba, no por el dinero, aunque seguro que si se llega a lesionar no hubiera querido irse. Cuando me dijo aquello, yo decidí que no lo quería más con la camiseta del Betis, porque la había despreciado. Le enseñé el trato con el Albacete para que se fuera un año a recapacitar y le dimos 72 horas para presentarse allí. Pudo haber ido más tranquilo o de noche para que no se supiera».
«Algo parecido a un esclavo»
Volviendo a la cronología de los hechos, en el despacho de don Manuel era imposible el acuerdo. Cerca del mediodía, Joaquín salió de las oficinas del Betis, se subió a su coche y puso rumbo a Albacete. El extremo nacido en El Puerto de Santa María (Cádiz) dio su versión de los hechos y de sus sentimientos en una entrevista publicada en ABC una semana después: «Me dice el presidente que me manda cedido... Y ahí me ves a mí en mi coche nuevo, solo, conduciendo cinco horas y media. Trataba de no pensar, de no darle vueltas. Hablaba por teléfono con mi familia, con mis asesores... Con el manos libres, por supuesto». Durante el trayecto, Joaquín recuerda haber pasado por numerosos pueblos donde, sorprendidos, le reconocían, le paraban y le regalaron «muchos quesos y muchas navajitas».
«Llegué a las oficinas del Albacete y allí no me esperaba nadie. Estaba todo cerrado. Eran las siete de la tarde». La sede del club manchego está en la que hoy se denomina Ciudad Deportiva Andrés Iniesta, ubicada en un páramo a las afueras de la ciudad. Aquella tarde de agosto, solo la canícula -34 grados de máxima marcó el termómetro- y un guarda de seguridad recibieron al futbolista gaditano. Este llamó a un notario para que diese fe de que se había presentado y le pidió al guarda que le hiciera varias fotos para acreditarlo también con testimonio gráfico. Luego, se volvió a subir a su vehículo y recorrió de nuevo más de 500 kilómetros de vuelta a Sevilla.
Durmió en casa, donde su familia estaba viviendo con estupor, ira y sufrimiento todo lo sucedido: «Mi padre estaba destrozado –confesaba en ABC-. Es su hijo, su Betis, no entendía cómo me podían hacer lo que me estaban haciendo. No sé si me sentí como un esclavo, pero sí, algo parecido. Todavía me pregunto por qué me ha 'puteado' tanto, nadie lo entiende. Lo pasamos mal todos. Hubo un día que le dije a mi mujer que lo dejaba, que si no me iba al Valencia dejaba el fútbol, que no merecía la pena seguir luchando. No tenía más fuerzas. Afortunadamente mi mujer me lo quitó de la cabeza en minuto y medio. A mi padre no se lo llegué a decir con tanta claridad, pero también se lo di a entender cuando vi que él estaba tan destrozado. Había momentos que creía que se iba a por Lopera...»
Y al día siguiente, otra película de humor negro. Por orden del presidente, Joaquín tuvo que presentarse en el entrenamiento matinal. Irureta, estupefacto, decidió que no saliera al campo. Había aficionados, los ánimos llevaban varios días muy caldeados y algunos ya habían insultado al que todavía era su jugador. Luego, el entrenador le incluyó en la lista de 19 convocados para el partido de Liga ante el Valencia.
A las cinco de la tarde, la expedición del Betis se disponía a salir. Estaban todos… menos Joaquín. Irureta se bajó del autobús, entró en las oficinas del club y, tras hablar con el presidente, salió y, en voz alta, ordenó: «Vámonos, que no falta nadie. Somos 18». Luego, ante la prensa, el técnico vasco no pudo o no quiso callarse: «Es la situación más extraña que he vivido desde que soy entrenador».
El Betis perdió 2-1. Dos días después, la mañana del lunes 28 de agosto, Joaquín volvió a presentarse en las oficinas del club sevillano donde, esta vez sí, firmó el finiquito y ofreció una emotiva rueda de prensa de despedida. Luego se subió una vez más al coche para recorrer otros 600 kilómetros. Esa tarde, 8.000 personas acudieron a Mestalla para darle la bienvenida en su presentación como nuevo jugador del Valencia.
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