Barça y Girona aburren hasta a Mateu Lahoz

Partido innecesario pero sin embargo entretenido, ideal para verlo desde Nobu mientras mi hija, siempre al límite, acababa los deberes de matemáticas. El lunes de Pascua es fiesta en Cataluña, de modo que María apuró justo hasta el último día y la última hora para terminar los ejercicios. Es algo que un padre censura cuando se da cuenta, hasta que recuerda que también fue hijo y los plazos eran igualmente perezosos. Nos volvemos más viejos de lo que solíamos ser, esto no es inusual. Y tras cambios y más cambios somos más o menos lo mismo.

Ansu es preocupantemente malo. Juguete roto. Yo escribí un día que corría como una gacela, y muchos me acusaron de haber puesto en ondulación un comentario racista. No era racismo, era un elogio. A mí si me llamaran gacela me gustaría, aunque por mi deplorable aspecto sólo podría tratarse de una broma. No era racismo. Pero hoy Ansu ya no parece una gacela, sino la madre de Bambi justo cuando se escucha el disparo del cazador. Si lo vendemos, mejor, pero si nadie pica y lo regalamos, también me vale.

Mientras Barça y Girona empataban a mediocridades estábamos todos a la espera del espectáculo de Mateu Lahoz, extrañamente discreto. Busquets está para que se lo lleve la grúa. Sobre todo cuando has sido tanto, hay que saber encontrar una salida elegante para acabar de dar forma a tu legado. Es lo contrario de lo que está haciendo Sergio, arrastrándose sin ningún respeto a su extraordinaria carrera deportiva. El Girona jugaba bonito y hay que agradecérselo. Es increíble el pelazo que se ha implantado Ter Stegen. Más que un portero, parece propaganda ortodoncista.

Lo que al principio era eléctrico pasó a ser aburrido. «Partido de entrenadores», como dicen los expertos, sin que yo haya podido jamás entender por qué lo dicen. Lewandowski está cada día más abuelete. Yo lo que quería era mandarle un Cabify al Camp Nou, que está a diez minutos en coche, para que llegara a Nobu antes de que cerraran la cocina a las once.

Antes del descanso Araujo casi marca y hubo dudas de si la pelota había entrado toda. Yo no soy capaz de decir si entró toda, aunque creo que entró bastante. Bastante. En mi acibarada vida sentimental, entradas mucho menos claras las he celebrado como apoteósicas victorias. ¡Posadero, traiga champán!

Tras el descanso Kessie entró por Sergi Roberto. Kessie es un buen jugador, y el otro día marcó contra el Madrid el gol de la victoria, pero cuando entra ya sabes lo que Xavi piensa del partido, del fútbol y de la vida. Castellanos falló lo que un adulto no puede fallar ya no contra el Barça sino contra su novia. Es ese tipo de fallo humillante, que te señala, que te persigue. Tremendo gatillazo, de los que te crean complejo mientras vivas. Le cambiaron por Stuani. Tal vez no fue un castigo, pero merecería serlo. Míchel no lo miró cuando pasó por su lado camino del banquillo.

Superior el Girona en la segunda parte, Lewandowski ya estaba conmigo en Nobu, tercer gintónic, y el Camp Nou alternaba los gritos de «Messi, Messi» con los de «independencia», que son dos vías y sin embargo una y la misma de solicitar el ingreso en el frenopático. Parece mentira lo enajenada que puede estar la masa cuando a pesar de todas las evidencias decide negar la realidad y aferrarse a la fantasía aunque sepa que es un fraude. El sopor fue el signo de la noche. Hasta Mateu Lahoz se aburrió, y tanto, que no pudo ni dejar su sello en la noche. Ferran entró por Ansu, que es como si te estropea el coche camino de París y te compras un carro tirado por un burro para que te lleve. Yo no sé por qué la gente se me enfada tanto, con lo bien que me quedan las metáforas sobre animales.