Entrevista

Sandro Rosell: «En prisión temí perder la cabeza»

Tras haber sido absuelto, el expresidente del Barcelona pide que se investigue a la juez que lo mantuvo en prisión preventiva: «Es evidente que detrás de todo hay una mano negra»

Sandro Rosell, expresidente del Barcelona, durante la entrevista con ABC José Ramón Ladra

Fernando Rojo

Sandro Rosell (Barcelona, 1964) asoma a esta sección de Deportes como podría haberlo hecho en la de España o en la de Economía. Al fin y al cabo, el empresario catalán ostenta junto a su socio Joan Besolí el récord de ... prisión preventiva más prolongada de la historia de España por un presunto delito económico privado del que terminó siendo absuelto. O en la sección de Cultura o en la de Sociedad, porque nos concede esta entrevista con ocasión de la publicación de su libro «Un fuerte abrazo» (Plaza & Janés), cuyos derechos de autor se donarán principalmente a la fundación del padre Paulino, capellán de la prisión de Soto del Real, dedicada a contratar abogados para la defensa de los presos preventivos sin recursos. Aunque muchos pasajes del libro parecen de ciencia ficción, cuenta una historia muy real: la de un hombre que estuvo 642 días y sus noches privado de libertad por un delito de blanqueo de capitales que no cometió, «y que en el caso de haberlo cometido -insiste una y otra vez- no sería delito». Los detalles de su detención, su vida diaria en prisión, la relación con otros presos (entre ellos, algunos tan conocidos como Ignacio González, Luis Bárcenas, Jordi Pujol Ferrusola o los Jordis) y las constantes solicitudes de libertad que eran denegadas por la juez Lamela y la sala de la Audiencia. Y todo ello aderezado por una supuesta conspiración contra el expresidente del Barça que convierte «Un fuerte abrazo» a veces en un thriller judicial y otras en un drama sobre los límites, las virtudes y las miserias del ser humano.

Después de leer su libro, si me preguntaran de qué va, diría que habla de alguien angustiado por saber cuál es la «mano negra» que le metió en prisión. ¿Lo sabe ya?

No lo sé, y precisamente para saberlo, le he puesto una querella a la señora Lamela, que espero que me la acepten a trámite, porque sería escandaloso si la rechazaran. Creo que es la propia Audiencia la que debería estar interesada en saber qué ha fallado en su sistema, para que ellos mismos lo arreglen. Y si eso llega hasta el final, sabremos por qué el fiscal firmó esa orden, por qué la juez la aceptó, quién firmó los informes policiales… Podremos tirar del hilo hasta que lleguemos al final y sepamos quién tenía el otro cabo del hilo. Yo ahora puedo imaginarme lo que quiera, que evidentemente me imagino muchas cosas, pero no puedo acusar a nadie hasta que tenga pruebas. Y la única forma de conseguir esas pruebas es si se abre una investigación oficial.

¿Quién puede tenerle a usted tanto odio como para meterlo en la cárcel y tenerlo encerrado casi dos años?

El problema no es que te tengan odio, porque cuando has sido presidente del Barça, hay gente que te quiere, gente que le eres indiferente y gente que te odia. Esto es así. El problema es que el que me odia cuenta con los recursos para manipular y tergiversar el sistema a su albedrío y perjudicar a la gente que no le gusta u odia. Este es el problema: que el que te odia tenga el poder de corromper el sistema y conseguir que una persona inocente vaya a la cárcel.

A lo largo del libro usted va deslizando diferentes posibles «manos negras»: las autoridades estadounidenses; el fundador de Mediapro, Jaume Roures... incluso la entonces vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. ¿No le parece una confabulación un tanto extraña?

Usted después de leer el libro, ¿no cree que hay una «mano negra»?

Pues no tengo elementos para decir que la hubo.

Es evidente que detrás de todo hay una mano negra. El sistema no puede fallar tanto.

¿No cabe la remota posibilidad de que, en lugar de una conspiración contra usted, se trate de un error o de una grave cadena de errores?

No, no.

Igual que un médico puede cometer un grave error o a un arquitecto se le cae un edificio, un juez se puede equivocar y meter en la cárcel a la persona equivocada.

Perfecto. A un arquitecto se le cae un edificio y un médico le corta a un paciente la pierna. ¿Qué le pasa al arquitecto y qué le pasa al médico? Que pierden la licencia y el seguro tiene que asumir unas indemnizaciones. Sin embargo, a la señora Lamela que se ha equivocado con dos personas y les ha privado un total de cuatro años de vida ¡la han promocionado como juez! Ni ha perdido su trabajo, ni ha pedido perdón, ni ha tenido que pagar nada…

Pero comprenderá que es difícil de creer en una conspiración como esa.

Si no hay nada que ocultar, ¿entonces por qué la Fiscalía ahora, en lugar de abrir una investigación, está pidiendo que no se admita a trámite? ¿Por qué la Fiscalía tiene tanto interés en que esto se pare?

Desde el principio del libro, usted sostiene que esto no le habría ocurrido si no hubiera sido presidente del Barça. ¿De verdad cree que el Barça y sus dirigentes concitan tal nivel de aversión?

El presidente del Barça toma muchas decisiones, y cada decisión que tomas hay gente a la que que no le gustan. Entre esos cientos de decisiones, hay alguna que a alguien no le gustó. Y si ese alguien tiene la manera de colarse en las cloacas del Estado...

De hecho, escribe que antes de ser presidente del Barça nunca había tenido una inspección de Hacienda y que desde entonces ha recibido 72 actuaciones. La juez, la Fiscalía, la Policía, Hacienda... Todo el mundo contra usted. ¿Cree que en Madrid hay una manía contra los presidentes del Barça?

No. Yo creo que a la figura del presidente del Barça en Madrid se le tiene un gran respeto. Mi problema es que durante la presidencia del Barça tomé alguna decisión que a alguien no le gustó. Yo no voy a la cárcel por ser presidente del Barça. Pero si no hubiera sido presidente del Barça, no habría ido a la cárcel.

Y después de lo que le ha ocurrido, si pudiera retroceder en el tiempo, ¿volvería a meterse a ser presidente del Barça?

Nunca. Pero nunca digas nunca.

Entonces le va a quedar mal recuerdo de su presidencia.

No. Los cuatro años como presidente los recuerdo con mucho cariño. Porque las putadas, que me hicieron muchas, las he ido olvidando. Hay una que no, que son las amenazas a mi familia y en especial a mi madre. Esto no lo olvido, porque a mi madre la quiero mucho. Y lo que le han hecho llorar a mi madre durante estos dos años tampoco lo olvido.

Precisamente, usted relata que su madre le pide en un vis a vis en la cárcel que no guarde ni rencor ni venganza, y usted le contesta: «hasta cierto punto». ¿Sigue manteniendo esa posibilidad de rencor y venganza?

Mi sentimiento no es ni de rencor ni de venganza, es de justicia. Yo a veces he tenido rencor, y se te pone una bola aquí (se señala a la boca del estómago) y te pasas todo el día pensando en ello. Esto no me pasa a mí ahora. Yo no tengo ni bola ni me paso todo el día pensando en eso. Pero sí que cuando me pongo a hablar con los abogados, que solemos tener una reunión quincenal de seguimiento de los casos abiertos, les digo: «seguid, seguid, que quiero saber qué ha pasado». Porque quiero justicia. No es tan raro.

Eso tiene mucho que ver con lo que le decía constantemente a sus hijas en los vis a vis en prisión: «Id con la cabeza bien alta».

Sí, porque yo sé cómo es la gente, y sé que en el colegio y la Universidad, sus amigos las arroparían, pero seguro que mucha gente no, que intentaría hacer leña del árbol caído.

Algunos de los pasajes del libro en los que se le ve más indignado son cuando otros presos mediáticos salen de la cárcel, no porque no se alegre por ellos, sino por el agravio comparativo con ustedes. Por ejemplo, cuando salen Villar y Padrón.

Que yo creo que no han hecho nada, que Villar y Padrón no han hecho nada, pero a ellos les están investigando por un caso en España -el mío es en Brasil-, donde supuestamente hay dinero público de por medio -en mi caso es entre particulares-, que han pasado tres o cuatro años -en mi caso once- y que hay una denuncia particular... A mí no, a mí no me denuncia nadie, ¡es que la investigación es de oficio! Es de un tío, el fiscal, que se levanta una mañana, llega a la Audiencia y dice: «¿A quién voy a investigar hoy? A Rosell». Esto es muy grave. ¿Y dice usted que no hay mano negra?

Digo que no me cabe en la cabeza. ¿Qué interés puede haber?

Es alguien que lo hace a cambio de algo. No lo hacen porque me tengan manía, porque no me conocen, sino por algo a cambio.

Pide al Estado casi 30 millones de indemnización, pero es fácil imaginar que el daño sufrido por dos años de vida no disfrutados son incalculables.

La reclamación que le tenía que haber pedido al Estado es el infinito. Porque ¿qué valen dos años de vida? ¿Sabe cuándo uno se da cuenta de lo que valen dos años de vida? Cuando está postrado en la cama y te dicen que te vas a morir mañana. Imagine que en ese momento el médico le dice: «Si usted me lo da todo, yo le doy dos años más de vida». Y en ese momento, ¿cuánto le daría? Todo, el infinito.

En uno de los fragmentos del libro, al hablar de los continuos recursos que eran rechazados, llega a escribir: «Es desesperante, no entiendo cómo todavía no nos hemos vuelto locos». ¿Es una manera de hablar o de verdad tuvo ese temor?

A ver, la palabra volverte loco es demasiado coloquial. Pero sí que dentro de la cárcel temí perder el oremus, el sentido común, la cabeza. Y esto lo piensas porque ves que dentro de la cárcel hay gente que lo pierde. Y dices: «Si este lo está perdiendo y no se da cuenta, ¿por qué yo no? Allí dentro ves cómo se derrumba la gente, cómo vienen y te abrazan de repente y se ponen a llorar. Ves cosas muy fuertes. Pero yo tuve la suerte de tener a Joan (Besolí), y Joan, que ahora es mi hermano, me ha ayudó a no hundirme.

La juez Lamela y la sala de la Audiencia Nacional le negaron hasta en trece ocasiones la libertad antes del juicio, pero usted seguía recurriendo incansablemente. ¿No tuvo en algún momento la tentación de pactar y que se terminara todo aquello?

No, yo me niego desde el principo a pactar. Todo el mundo me intenta convencer -mi familia, mis abogados-: «pacta y te olvidas». Y yo siempre decía que no, porque de lo que me acusan no es verdad. Y como no es verdad, no pacto. Pero un día, cuando vuelvo a la celda, veo a Joan, mi compañero. Ya llevábamos un año y pico allí metidos, y él estaba loco por salir para ayudar a su hijo, que estaba fuera en silla de ruedas. Entonces pensé que igual había sido un poco egoísta, que había decidido por mí. Y le digo: «Oye, Joan, he tenido una reunión con los abogados y me han dicho que si queremos pactar, mañana salimos, y he dicho que no, que ni hablar, que yo no pacto». Entonces, él me responde: «Si tú resistes, yo resisto». ¡Tuvo unos huevos Joan en hacer eso con lo que estaba sufriendo! Pero mira, si yo hubiera hecho eso, habría salido antes de la cárcel, pero hoy no estaría haciendo esta entrevista. Estaría en mi casa avergonzado de haber firmado una mentira. Pero no avergonzado ante los demás, sino avergonzado conmigo mismo, por haber sucumbido al abuso de poder.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios