El Real Madrid despide la pretemporada dándose un homenaje ante el Rosenborg
Un murmullo comienza a llegar de la nada. Primero suena como un tumulto, luego se va agrandando, viene como una ola y atropella como un huracán. Es el fútbol que viene. El del Real Madrid. Muy grande y muy diferente al de otras temporadas. Aún ... no tiene mecanismos ni automatismos, pero con esos jugadores inmensos que plantó sobre el césped en ese Trofeo Bernabéu le bastó y sobró para llevarse por delante al equipo noruego.
Exhibió mucho el Madrid pero sobre todo, mandó un mensaje al resto de equipos: una maza que para sí quisiera Hellboy personalizada en Karim Benzema, un tipo realmente peligroso. Nariz aguileña, como el gran Lee Van Cleef; barbilla afilada de asesino (deportivo) en serie, y la mirada oscura, muy negra. Un enemigo público para cualquier defensa. Balón que recibía, se daba la vuelta y, ya fuera izquierda o derecha, lo golpeaba con malévolas intenciones. Posee una potencia devastadora, con un perfil muy parecido a su ídolo Ronaldo y una efectividad brutal. Amparado en él, el Madrid desolló vivo al Rosenborg en un pis pas. En el doce, el francés ya se había revuelto en una brizna de hierba y la había colocado abajo como un relámpago.
Un rival acosado
El Rosenborg, abrumado, nació, vivió y murió atemorizado en el Bernabéu, con el Madrid acostado continuamente encima de su portería. Arbeloa le hizo un ocho por la derecha y Lass empujó a toda la medular noruega como si fuesen perritos persas ante los espartanos.
Ha llegado tanto a este equipo que hasta gente como el mismo Lass se muestra osado y voraz. Se permitió el lujo de meter un pepinazo a toda la escuadra que significó el segundo gol y luego Karim marcó de nuevo para que el tornado blanco arrasase las cabañas de papel noruegas. Es cierto que el Rosenborg no es más que un apañado segunda español o un cola de león en nuestra Primera, pero también llegó a Madrid mucho más rodado que su rival.
Para colmo de males nórdicos salió Granero, que son palabras mayores. En los primeros balones que tocó le llegó un córner. Desde la esquina metió una rosca tremenda que Raúl cabeceó a la red como si nada. El Rosenborg ya no sabía a quien presionar ni a quien siquiera intentar anular. Luego llegó el carrusel de cambios, bastante después de que el partido se hubiese acabado en las piernas y pulmones de unos y otros. El choque quedó para los detalles: la capacidad, inmensa, de Granero para ver el fútbol, las ganas de Kaká y Cristiano de marcar y, sobre todo, la sensación de que este Madrid da miedo, mucho miedo.
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