Naufragio colectivo del equipo blanco

La realidad fue otra. Las bajas de Pepe, Sneijder, Guti, Van Nistelrooy... representaban un lastre incompatible con lo que negoció ayer. La moral y la casta de este Real Madrid fueron insuficientes para poner en un brete al líder. La inercia y el viento invitaban al optimismo y los madridistas rescataron del baúl de los recuerdos las mejores gestas.

Ensalzaron a Raúl. Recurrieron al capitán porque este tipo de partidos siempre ha sido muy especial para él. En los veintinueve partidos anteriores había logrado once goles, con dos dobletes incluidos, aunque su balance no era del todo positivo. Había ganado en 9 ocasiones, perdido en 11; y empatado en 8.

Ayer estaba ante la penúltima prueba de fuego. Repleto de moral después del «hat-trick» en el Sánchez Pizjuán ante el Sevilla tenía ante sí el reto de mantener con vida la Liga. Higuaín puso la primera piedra en un cabezazo al más puro estilo Santillana.

Pintaba en bastos

Pero la noche pintaba en bastos. Raúl no pudo tirar de su repertorio ratonero porque no había huecos. Ni posesión. Ni fútbol. Tocó más balones en el medio del campo para sacar de centro a cada gol del Barcelona que en jugadas a lo largo del partido.

Sólo Robben ofreció pequeñas soluciones en la banda derecha. Insuficiente. El resto de jugadores bastante tarea tuvo con defender el rondo gigantesco del Barcelona. De hecho, el público la tomó con Sergio Ramos, señalado de manera directa por la grada. Incluso fue sustituido por Juande Ramos, en un gesto de posible disconformidad con su rendimiento. Éste ni saludó y se metió en el vestuario con cara de pocos amigos y con la idea de desaparecer del mapa.

Del resto no hubo noticias. Y si las hubo fueron malas. El proyecto cogido con alfileres daba con sus huesos en el suelo y la temporada es ya historia para los blancos. Se esperaba mucho más de futbolistas que han sido cuestionados a lo largo del año y que han sobrevivido bajo el paraguas de la calidad que atesoran los escasos bienes que tiene este Real Madrid.