La final de las botellas

Video de la «final de las botellas» de 1968, con un estracto no censurado al final

La final de la Copa del Generalísimo entre el Real Madrid y el Barcelona, celebrada el 11 de julio de 1968 en el Santiago Bernabeu , no pasó a la historia ni por su juego ni por lo abultado de su marcador, que acabó con ... un triste gol en propia puerta de Zunzunegui, el defensa blanco, sino por la enorme presión ambiental que tuvieron que soportar los jugadores, y que acabó desembocando en un estallido de violencia en el que los aficionados blancos no dejaron de lanzar cientos y cientos de botellas sobre el terreno de juego.

«La final de las botellas» , así sería conocida para la posteridad, fue, «futbolísticamente, mala, muy mala, de las peores del historial. Y como espectáculo de masas, algo deprimente».

Así describía ABC aquella final mal enfocada por la Federación Española y el Comité Central de Árbitros según la prensa de la época, por designar para el arbitraje al juez que «había influido con sus errores» en el resultado de una de las dos semifinales previas contra el Atlético, por los que los aficionados madrileños consideraban que Rigo , el árbitro mallorquín, era probarcelonista.

«En la historia del Campeonato de España y empalme de la Copa del Generalísimo es la primera vez que un árbitro aparece en los periódicos tan protagonista como los dos equipos de la final». Y es que, en primer lugar, Rigo no expulsó a Gallego por una entrada violenta a Serena cuando la pelota ya había salido por la banda; y, en segundo, tampoco sancionó la falta que le hizo Eladio al mismo Serena por detrás, derribándole dentro del área cuando ya estaba a punto de tirar a gol... «dando paso al salvajismo».

Era el minuto 19 de la segunda parte, cuando los aficionados, cuya paciencia se había colmado con aquella caída de Serena en el área, protestaron el arbitraje del señor Rigo mediante un «censurabílisimo lanzamiento de botellas al terreno de juego, lluvia peligrosa de "proyectiles”». El fútbol, añadía ABC, «es una democracia constante, con el peligro mayor de que los votos son, a veces, depositados salvajemente en botellas que se lanzan al terreno de juego, como se lanzan los mensajes al mar».

En aquel Barcelona que se alzó con la copa de Franco , además de Gallego y Eladio, había otros jugadores importantes en la historia del club, tales como Sadurni , arquero del equipo durante 16 temporadas o el mítico Rexach , 17 años en el primer equipo y 44 con relación contractual con el club.

Y en el Madrid, Amancio , que «individualmente jugó demasiado bien. Y jugar muy bien individual y asiladamente es como decir que el equipo jugó mal». No supo remontar el gol en propia puerta, en el que «se recostó el equipo azulgrana para sostenerlo en lucha defensiva contra el reloj, con zaga de seis y siete hombres».

«El Barcelona ha ganado el trofeo, es campeón de Copa, pero no ha jugado la final ni poco ni mucho: nada», concluía la crónica del partido escrita por Gilera, que pasó a la historia, más allá de Rexach, Gallego, Amancio o Pirri, por Rigo, el colegiado balear que con sus dos estrepitosos fallos desató la furia de los hinchas blancos, por la cual se prohibieron, de ahí en adelante, la venta de botellas de vidrio en los estadios de España.

- «¿Antes del partido estaba usted coaccionado?», preguntaba el periodista de ABC.

- «No contesto a esa pregunta» –dijo Rigo tajantemente, que esperaba de antemano que el público le acogiera con pocas simpatías.

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