Cristiano, el espejo de un equipo que fue de más a menos
Cristiano Ronaldo
Cristiano tuvo la victoria del Madrid en sus botas. Solo ante Valdés. Mano a mano. En el sitio de la verdad. En la zona de los grandes. Y el «9» falló. Mal presagio. O, más bien, Víctor adivinó las intenciones del portugués. El hombre más ... fiable, por el que habían suspirado entrenador, compañeros, presidente y afición durante la lesión, desaprovechó un regalo de Kaká. No pudo enmudecer al Camp Nou. El reloj no había devorado el minuto veinte cuando los madridistas se echaron las manos a la cabeza por vez primera.
Sí. Había fallado. Y eso que se quitó la presión enseguida. Cuando la grada tiró de garganta para alterar el sistema nervioso de CR, éste se tapó los oídos. Dijo OK cuando por la megafonía se anunció su nombre y afrontó el clásico con un trago de agua. Se dejó ver pronto. En los contragolpes rápidos del Madrid. Empezó en la banda izquierda y recibió algún que otro reproche de Xabi Alonso porque se despistó en las tareas defensivas.
El portugués, que recibió por la mañana la visita del doctor Van Dick, fue la diana de la grada con un cántico maleducado. «Ese portugués, que h. p. es», gritaban los más exaltados. Y el futbolista, a lo suyo. A cambiarse de banda. A buscar la sociedad con Sergio Ramos. A sacarse la espina del fallo. Estuvo metido en el partido pese a su prolongada inactividad. Se encaró con Puyol. Hasta perdió un balón en una zona comprometida para su equipo, que casi acaba en gol. Fue de más a menos. Se impuso la lógica. Estaba para una hora y Pellegrini le mantuvo en el campo más de lo esperado.
Sesenta y cinco minutos. Todo un mundo. Acabó pidiendo la botella la oxígeno, pero antes pudo llevarse una alegría. Puso al «Pipa» un balón de gol, que no aprovechó el argentino. Quizás pecó de individualismo en sus últimas apariciones. Acosado por el cansancio, se atrevió con un eslalon. No había para más.
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