El centenario olvidado de Telmo Zarra
El Athletic no ha homenajeado al máximo goleador de la historia del club y un símbolo de un fútbol épico
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Iniciar sesiónSu padre, ferroviario, adelantaba seis minutos los domingos el reloj de la estación de Asua (Erandio) cuando su hijo fichó por el Athletic en 1940. Era la única forma de que Telmo Zarraonandia, Zarra, pudiera llegar a tiempo de ponerse la camiseta rojiblanca en ... San Mamés. Tras bajar en la estación de El Arenal, la gente le dejaba colarse para coger el tranvía que le llevaba al campo.
Zarra, el autor del mítico gol de Maracaná contra Inglaterra en el Mundial de 1950, nació el 20 de enero de 1921. El centenario de su nacimiento ha pasado totalmente desapercibido en Bilbao pese a que el delantero de Erandio fue el máximo goleador en la historia del equipo y la figura mítica del fútbol vasco. Marcó 335 goles con el Athletic, de los cuales 251 fueron en la Liga . El récord de goles en el campeonato liguero duró más de medio siglo hasta que Messi lo pulverizó en 2014 en Sevilla. Ganó seis veces el trofeo Pichichi como máximo anotador del torneo.
Surge la sospecha de si este olvido de su centenario ha podido tener razones políticas, ya que Zarra fue el emblema de la selección española que derrotó a Inglaterra en 1950 en Maracaná. A lo que se une que el equipo tardó en homenajearle hasta 42 años después de su retirada en 1955. Santiago Bernabéu, presidente del Real Madrid, mostró más gratitud al organizar un partido en su honor en Chamartín unos meses antes de colgar las botas. Jugaron Kubala, Di Stéfano, Gaínza, Venancio, Basora, Puchades y Carmelo.
« No creo que exista una intencionalidad en que su centenario haya pasado desapercibido . Esta pandemia ha puesto sordina a casi todo y nos ha cortado el cable de la historia », afirma Santiago Segurola, periodista y seguidor del club desde su infancia. «Nadie ha caído en ello», subraya un socio del Athletic desde hace cuatro décadas.
Si es así, el olvido resulta una injusticia en un delantero que todavía perdura en la memoria de quienes le vieron jugar. Zarra siempre declaró que no le interesaba la política. Sus goles dieron no sólo muchas tardes de gloria al conjunto rojiblanco, sino que además engrandecieron el palmarés del club con la Liga de 1943 y seis títulos de Copa. El Athletic nunca ha tenido una delantera como la que todos los niños de Bilbao se sabían de memoria: Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza . Ellos fueron los artífices de la etapa más brillante de la historia del equipo.
« Fue el representante de un genuino estilo de fútbol de ataque y muy generoso con sus compañeros. Era un personaje de extremada nobleza», asegura Alfredo Relaño, exdirector de ‘As’. Recuerda que Zarra echó el balón fuera a puerta vacía en La Rosaleda tras chocar con el portero del Málaga, que quedó tendido en el suelo. Sus compañeros le regañaron en el descanso por su caballeroso gesto, pero el Athletic acabó ganando el partido gracias a dos goles de su delantero centro. No le causó mucho efecto la reacción del vestuario porque volvió a hacer lo mismo en un partido en Riazor frente al Deportivo. «Era lo correcto. No lo pensé ni un momento», dijo.
Fichado por 4.000 pesetas
Zarra jugaba en Segunda división en el Erandio, su localidad natal, cuando fue llamado en 1940 para un partido amistoso entre la selección de Vizcaya y la de Guipúzcoa. Aquel día metió siete goles y el Athletic le fichó por 4.000 pesetas, que fueron al bolsillo del hijo del jefe de estación de Asua, el lugar donde había nacido. Tenía cuatro hermanos y cinco hermanas. Dos de ellos jugaron en el Arenas de Getxo, el rival por aquel entonces de los rojiblancos. Otro hermano murió durante la Guerra Civil, presumiblemente luchando en el bando republicano. Pero Zarra nunca habló de ello.
A los 15 años, Zarra tuvo que dejar la escuela y ponerse a trabajar de guardafrenos en los ferrocarriles. Su familia vivía en la estación y, como él mismo aseguraba, nunca pasó hambre, pero tampoco pudo disfrutar de ningún lujo. Empezó a jugar al fútbol, siguiendo el ejemplo de sus hermanos mayores.
Cuando Zarra debutó en San Mamés en un partido contra el Valencia, la afición todavía añoraba a Rafael Moreno ‘Pichichi’, sobrino de don Miguel de Unamuno, el goleador que saltaba al campo con un pañuelo en la cabeza y que destrozaba a las defensas con su fuerza física y su habilidad rematadora. Falleció en 1922 cuando tenía 29 años a causa de una ingestión de ostras en mal estado. Era un personaje mítico de la vida nocturna bilbaína, al que se homenajeó con un busto en una de las gradas de San Mamés.
Zarra compartía muchas de las cualidades futbolísticas de ‘Pichichi’, aunque siempre fue un personaje frugal y de vida personal ejemplar. Tras su retirada, abrió un restaurante y una tienda de material deportivo. Se sentaba discretamente en la tribuna para ver a su Athletic, intentando pasar desapercibido. «Soy una persona vulgar. Nunca me he dado importancia», dijo en más de una entrevista. Su máximo momento de gloria llegó en 1950 cuando metió el gol que dio la victoria a España frente a Inglaterra en Brasil. Fue un tanto de anticipación que nació en una jugada por la banda de Alonso. El defensor centró a la cabeza de Gaínza, que puso el balón en los pies de Zarra. «Hemos vencido a la pérfida Albión», declaró Muñoz Calero, presidente de la Federación, para resumir la gesta que suscitó la euforia del régimen de Franco. Zarra vistió la camiseta nacional en veinte ocasiones.
El padre de Zarra estaba enfrascado en una partida de mus en Erandio cuando le comunicaron que su hijo había marcado el gol de la victoria frente a Inglaterra . «¡Ah, sí!», respondió, y siguió jugando sin inmutarse. «Mi padre era un bendito. Pero ni le interesaba ni sabía nada de fútbol. Vivía para su familia y el ferrocarril», comentó años más tarde. Aquel partido fue relatado en Radio Nacional por Matías Prats. Entonces no era posible transmitir por la televisión, cuyas emisiones no habían comenzado. Los aficionados más viejos recuerdan la épica del narrador cuando Zarra batió a Williams. Prats asistió también a la boda del delantero con Karmentxu en Munguía, de la que se proyectó una filmación en el No-Do. En las imágenes, se le ve colgando las botas en un árbol frente a la iglesia, rodeado de sus compañeros.
Fue poco después del éxito de Maracaná cuando Zarra viajó con la selección española para disputar un partido amistoso en Estocolmo. Allí vio unos carteles en los que aparecía su foto junto a la de Churchill. En aquel anuncio había un rótulo que decía: «Zarra, la segunda mejor cabeza de Europa después de Churchill» . Así surgió el apodo con el que pasó a la historia del fútbol. La anécdota es auténtica porque él mismo la contó en varias ocasiones.
A pesar de la leyenda que se fraguó a partir de aquel gol, Zarra nunca fue un representante de la furia española. Era un jugador muy rápido, de buen regate, que buscaba los espacios para recibir el balón. Tenía un excelente remate de cabeza, que se beneficiaba de los centros milimétricos de Gaínza y Panizo. Pero generalmente evitaba ir al choque . En sus inicios, tenía fama de ser miedoso, algo que él reconoció con inusual franqueza.
Admirados en toda España
La mítica delantera del Athletic fue más que una máquina de meter goles . Eran amigos y se entendían en el campo sin mirarse. Tras su retirada, Zarra e Iriondo eran vecinos y se veían con frecuencia. Gaínza, que entrenó al Athletic en 1965, mantuvo con ellos una estrecha relación. Alfredo Relaño evoca sus vínculos y destaca la calidad futbolística de Panizo: «Tenía un toque de balón exquisito, era muy cerebral. Cuando el San Lorenzo argentino vino de gira a España en 1947, la gente se dio cuenta de que aquel equipo jugaba como Panizo». Por aquella época, el Boca Juniors quiso fichar a Zarra, pero éste se negó. «El Athletic fue durante muchas décadas un equipo que tenía seguidores por toda España. En las dos Castillas, en Aragón, Andalucía y Extremadura, había muchos aficionados que simpatizaban con los rojiblancos. Suscitaba una gran admiración », subraya Relaño. Un mito que empezó a fraguarse a mediados de los años 20 cuando el Athletic ganó cuatro Ligas con una delantera en la que Bata, Gorostiza, Chirri y Lafuente hacían estragos en las defensas.
Zarra contribuyó mucho a crear ese sentimiento de adhesión , ya que se le reconocía por su nobleza y sus gestos de deportividad . «Fue el goleador de una época feliz. Podría decirse que encarnaba el prototipo de jugador del Athletic cuando cada chaval, si era bueno con el balón, soñaba con vestir la camiseta. Casi todos los pueblos tenían a alguien que había jugado en San Mamés», apunta Segurola, que no ha olvidado la emoción del día en el que su padre le llevó a San Mamés con nueve años a ver un partido contra un Las Palmas con jugadores internacionales como Castellano, Tonono, Guedes y Gilberto, verdaderos virtuosos del balón.
Durante sus años de adolescencia, Segurola seguía el rito de coger la línea número 10 que le llevaba por la ría desde Baracaldo hasta San Mames para admirar a aquel Athletic en el que formaban Arieta, Uriarte, Iríbar, Estéfano, Sáez y Rojo. «San Mamés era el centro del universo. Por las noches, veía el arco de la tribuna brillar en la oscuridad. Era como la estrella polar, la zona cero de nuestros sentimientos», recuerda el periodista. «Aquel era un mundo pequeño donde las estrellas del equipo estaban muy vinculadas a la gente por su proximidad . Podías encontrar a los jugadores en las calles, en los bares, en las playas. Todos procedían de familias humildes y trabajadoras. Casi todos eran vizcaínos y habían nacido en un radio de menos de 60 kilómetros de distancia de Bilbao», señala Segurola.
Una catedral laica
El obispo Juan Uriarte recordaba en un reportaje de ETB la emoción que le producía cruzarse con Zarra en el tren cuando era niño. «San Mamés era como una catedral laica» , aseguraba. El mismo sentimiento experimentó Alfredo Relaño cuando entró en el campo a principios de los años 70: «El Athletic le ganó al Madrid. Carlos metió dos goles de cabeza. Me habían regalado unas entradas unos compañeros de colegio. El estadio olía a madera y tenía una resonancia perfecta. Me produjo un impacto enorme».
La historia de Zarra está íntimamente vinculada a ese escenario de los sueños que era el antiguo San Mamés , cerrado hace siete años tras construirse un ultramoderno estadio en el mismo lugar. Los aficionados no han olvidado ‘La Catedral’, el campo donde disputó sus partidos el Athletic desde 1913.
El lugar donde fue construido el entonces estadio más grande de España era una campa donde se hallaba una ermita dedicada a San Mamés. De ahí su nombre. La obra se presupuestó en 50.000 pesetas y se encargó a un arquitecto de origen inglés, apellidado Smith. El campo podía acoger a más de 7.000 espectadores , de los cuales la mitad tenían asiento. «Donde había una ermita se levantó una catedral», decían entonces los aficionados.
En los terrenos elegidos por la directiva que presidía Alejandro de la Sota había también un asilo y un caserío del que se murmuraba que se producían apariciones milagrosas. Pero fue San Mamés, mártir arrojado a los leones , quien dio nombre al campo. Desde finales del siglo XIX, los precursores del Athletic jugaban en las eras de Guecho y Lamiaco. Fueron los ingleses que trabajaban en la industria vasca quienes introdujeron este deporte y enseñaron las reglas a los primeros practicantes.
La hija de los guardeses de San Mamés recordaba hace unos años que los asistentes a los partidos se calaban cuando llovía porque no se podían abrir los paraguas en la grada, ya que ello restaba visibilidad a los espectadores. «En aquella época, en la década de los 30, nadie llevaba gabardina », comentaba.
Zarra recordaba perfectamente que en los años 40 los jugadores rezaban un padrenuestro en el vestuario antes de saltar al campo y que cada año, al final de la temporada, el equipo hacía unos ejercicios espirituales en Deusto que duraban una semana. Nadie se extrañaba porque el Athletic era un equipo imbuido de religiosidad, con devoción por la Virgen de Begoña. De esa época existe también una grabación cinematográfica de un partido de la selección española contra Portugal en 1941 en San Mamés en la que aparecen los jugadores con el brazo en alto saludando a Franco, erguido en el palco.
A pesar suyo, Zarra se convirtió en una gloria del régimen del yugo y las flechas . La victoria frente a Inglaterra se produjo en unos momentos en los que la dictadura sufría un penoso aislamiento económico y el boicot político de las democracias europeas. A su vuelta, los jugadores fueron recibidos como héroes y lograron una mejora de sus contratos, que entonces eran muy bajos. La leyenda de Zarra se fue transmitiendo de forma oral, sobre todo, en la afición bilbaína. « Hay un estereotipo de Zarra que no obedece a la realidad. Entonces no había televisión ni imágenes de los partidos. No se veían los goles. Las historias del fútbol se transmitían de boca a boca. La gente escuchaba la radio y leía los periódicos. Tenía que imaginar. Y, por eso, muchos tenían una idea equivocada de Zarra, que era un jugador de muy buena técnica», afirma Segurola.
Deportista ejemplar
El gran delantero vasco murió en febrero de 2006 a la edad de 85 años. Siempre se mantuvo lúcido y en buena forma, hasta el punto de que Relaño recuerda cómo remataba los centros de un periodista en los años 80. Tras su retirada del Athletic, cuando ya había cumplido los 34 años, jugó dos temporadas más en el Indauchu y en el Baracaldo. No cobraba nada, pero disfrutaba del fútbol . «A mí siempre me ha gustado jugar. Desde muy pequeño, andaba con una pelota. Pero nunca he querido ser entrenador porque no me ha gustado mandar. He preferido que me manden. Y he tenido la suerte de vestir la camiseta de un equipo señor en el que me trataron estupendamente», afirmaba en un reportaje de ETB.
Fue un caballero y un deportista ejemplar, apreciado por sus compañeros y añorado todavía en un mundo donde el fútbol es cada vez más táctico . Es una pena que casi nadie, salvo una sobrina que bailó en su honor, se haya acordado del centenario de este hombre que llevaba sobre los hombros la segunda, o tal vez la mejor, cabeza de Europa.
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