El Atlético pone la directa

Pese a que resultó lastimado en la primera mitad, las maneras del Getafe resultan convincentes para manejarse en la Liga. Nadie puede esperar la quintaesencia del estilismo, la ordenación del juego a partir de la triangulación o simplemente la asociación. El grupo de Bordalás ocupa el campo con jerarquía y brío para defender y busca los espacios, la carrera o el pase rápido para atacar.

Nadie tiene la razón en el fútbol porque la historia ha demostrado que se puede llegar al mismo lugar por diferentes caminos. Unos rodean más y otros atajan. En lo relativo al gol, el Atlético y el Getafe acortan. A ser posible, pocos pases y menos toques. Al proteger a su portero, ambos equipos emplen toda la destreza táctica a su alcance.

Especialista en defender, el Atlético hizo acopio de paciencia para alunizar en el área adversaria cuando descubriese una grieta. El Getafe planteó una tarde granito y martillo en el Metropolitano. Para atravesar una de sus líneas había que emplear el talento o la tuneladora.

Durante media hora no sucedió nada. Pero nada de nada. El Atlético movía el balón con cierto disgusto, propietario indiscutible de la posesión que nada dice a Simeone, mientras Bordalás comprobaba cómo su enemigo era incapaz de dañar su esqueleto. El Getafe triaba el balón por alto hacia la banda derecha donde Lemar y Arias sufrían para imponerse. Simeone colocó allí a Saúl para volcar ese detalle del juego en favor del Atlético. Eran este tipo de cuestiones las que prevalecían.

Sucedió que en el minuto 26 se juntaron el hambre con las ganas de comer. Maksimovic acudió blando a una disputa con Thomas, de la que salió vencedor el africano y la convirtió en la clave del partido. Griezmann e hizo hueco entre los centrales, Thomas vio el desmaque y el francés chutó violento y abajo.

El 1-0 desarticuló al Getafe, necesitado ahora de otro plan para acabar con la estadística penosa frente al Atlético (con Simeone no ha recibido ningún gol de este equipo). En ese desconcierto, Thomas volvió a cambiar el juego con gran tino hacia Lucas, este penetró con alegría y rapidez y el balón acabó en la red de Soria a la segunda. Saúl enmendó el remate de Kalinic , quien sigue negado en su periplo con el Atlético.

El Getafe de la portería a cero y el estilo táctico no supo qué hacer con el partido. Dudó entre lanzarse a por una remontada épica o conservar las fuerzas para la Copa del Rey, donde disfruta de una posición ventajosa para acceder esta semana a las semifinales. En esa incertidumbre se le escapó la tarde como arena de playa por los dedos.

El Atlético tampoco ayuda en estas circunstancias. Ejerce el magisterio con el marcador a favor, siempre solvente, agrupado en torno a un ritmo decreciente, controlando el tiempo, frenando contragolpes. Le gusta a Simeone que no suceda nada en las áreas, un sinfín de pases horizontales, carencia total de profundidad y a descolgar hojas del calendario.

Mientras los vociferantes del fondo sur cantaban «Menos Morata y más Borja Garcés» , cántico pitado por la mayoría de la grada, el técnico argentino sentó a Kalinic, inoperante aunque voluntarioso, y dio minutos a Mollejo, el delantero de la cantera tan celebrado por el Wanda. El chaval salió y contagió unos minutos de entusiasmo: recibió un pase, dejó correr el balón, dio media vuelta y el zurdazo raspó el larguero de Soria. Ilusión, el motor de todo.

El Getafe empezó a acumular tarjetas y faltas (Djené y Cabrera fueron expulsados por doble amonestación) , insistente como es en la disputa, y a alejarse de Oblak. Juanfran, que había entrado por Godín en modo precaución muscular, volvió a dignificar su profesión. Ya no tiene la velocidad de antes, ni la resistencia y a veces ni el toque, pero ofrece una muestra de dignidad y esfuerzo cada vez que actúa. Así acabó el partido, con Juanfran penetrando por la izquierda, dándolo todo y explicando con hechos por qué sigue en el Atlético.