Verstappen no puede con la maldición de Singapur, pero Norris no se fía ni un pelo

En la carrera del domingo saldrá primero el gran favorito, Lando Norris, pero su rictus de incomodidad finalizada la Q3 describe lo ocurrido mejor que mil palabras. El inglés de McLaren está en forma, pilota un avión y, en consecuencia, marcó la pole y partirá primero desde la línea de salida. Un paso importante para seguir avanzando en su objetivo principal: dar caza al líder del Mundial -Max Verstappen- en la clasificación general.

Sin embargo, lleva semanas leyendo y escuchando que los Red Bull están acabados así que, aunque no quiera creérselo, en el fondo de su cabeza había dibujado una tarde (noche en Singapur) plácida. O, como mínimo, en su agenda había apuntado a los Ferrari, y quizas los Mercedes, como principales rivales a vigilar y batir. ¿Por qué temer a Verstappen si su bólido, antes invencible, ahora sufre cada fin de semana?, ¿por qué preocuparse por Max en Singapur, su circuito maldito?

La respuesta a la doble pregunta llegó muy pronto. O, mejor dicho, llegó tarde pero en el momento preciso. Después de tres sesiones de entrenamientos libres correctas, pero nada deslumbrantes, a la hora de la verdad, en la clasificación del sábado, el señor Verstappen se puso el casco, los guantes y la dosis de talento salvaje tantas veces exhibida.

A bordo de un coche que culebrea en cada curva, Max abrió bien los ojos bajo los deslumbrantes focos, pisó el acelerador como si no hubiera un mañana y acarició los muros que delimitan el espectacular trazado nocturno singapurense. Acabó segundo. El decadente bólido energético no da para más, pero le metió el miedo en el cuerpo a Norris, que se pasará la noche con una sola idea en la cabeza: él, el de siempre, sigue estando ahí.

Y detrás, otros dos campeones mundiales a los que tampoco conviene descartar jamás: Lewis Hamilton y Fernando Alonso. El inglés sale tercero después de sacar del letargo a un Mercedes que no acaba de despegar. Y un poco más allá, el español y su enésimo milagro.

Alonso volvió a exprimir su penoso Aston Martin. Pasó con solvencia la Q1, se libró al límite en la Q2, y en la Q3 dio una nueva exhibición y ocupará la séptima plaza de la parrilla. El asturiano, además de su magisterio, se vio beneficiado por el accidente de su compatriota Carlos Sainz.

Durante la vuelta de calentamiento de la Q3, con los neumáticos aún fríos, el madrileño perdió el control del Ferrari y se estampó contra las protecciones. Afortunadamente, no sufrió daños personales, pero arruinó la última y decisiva sesión. Saldrá desde la décima posición.

La extraña realidad que vive la escudería italiana, una de cal y otra de arena sin lógica ni explicación, fue rubricada minutos después por su compañero Leclerc, que ni siquiera marcó tiempo. Partirá noveno, justo al lado de Sainz.