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el último Gran premio

Brasil, la caja de sorpresas

Interlagos ha deparado campeones sorprendentes en el último instante. Y Alonso se coronó dos veces

Brasil, la caja de sorpresas

José Carlos J. Carabias

Sabemos que es un lugar donde pueden pasar muchas cosas». Recién aterrizado en Brasil, Sebastian Vettel atribuye influjos hipnóticos al circuito de Interlagos . Como si se tratase del triángulo de Las Bermudas, el piloto alemán muestra cierta fascinación por este punto del planeta, un circuito que ha envejecido entre las favelas de Sao Paulo, la peligrosa avenida de Interlagos y unas instalaciones que repelen la aureola siempre glamurosa de la Fórmula 1. Talleres con achaques, paddock en cuesta, instalaciones del siglo pasado, unas cuantas goteras y portazos en una sala de prensa sin insonorizar. Brasil es la caja de las sorpresas de la F-1, el último fetiche al que se sujeta Alonso (trece puntos menos que su rival) en su tercer año con Ferrari.

«Si pasa algo, ganaré el Mundial. Si no pasa nada, seré segundo», abunda el español sin guiños para la leyenda de Interlagos. Las estadísticas son implacables: Vettel solo necesita hacer lo que ha hecho trece veces en lo que va de curso, terminar cuarto o mejor. Con eso le vale para ser campeón en un circuito que tradicionalmente ha inspirado desenlaces sorprendentes, ajenos a la lógica. Interlagos ha deparado campeones inesperados en el último instante. Alonso nunca ha vencido en esta pista, pero se ha proclamado dos veces campeón

Interlagos es feudo Red Bull al cien por cien. Los coches de Mateschitz han triunfado en las tres últimas campañas de manera casi apabullante, doblete Webber-Vettel en 2011, doblete Vettel-Webber en 2010 y victoria del australiano en 2009. Estadísticas que confieren un pronóstico unidireccional hacia los bólidos de la bebida energética por los resultados de este otoño: Vettel ha ganado cuatro de las seis últimas carreras, ha sido segundo en uno y tercero en otra.

Sin embargo, este preámbulo no siempre se traduce en éxito cuando se cruza al otro lado de la M-30 de Sao Paulo, esa Marginal Pinheiros siempre repleta de coches. Lo sabe Alonso por experiencia propia. Sucedió en 2007, en aquel volcánico periplo del español en McLaren. Una guerra civil con el primer directivo de la escudería, Ron Dennis, y con su entonces protegido Lewis Hamilton. El inglés llegó al circuito José Carlos Pace (así se denomina Interlagos) con cuatro puntos de ventaja sobre Alonso y siete sobre Raikkonen. Una final en toda regla entre los dos pilotos en fricción, provistos del mejor coche de la parrilla. La lucha encarnizada entre el británico y el asturiano dejó sin título a ambos y entronizó al tercero. Raikkonen ganó la carrera y su primer título.

La rabia de Massa

En 2008 un piloto del fondo de la parrilla empezó a ser considerado persona non grata en Brasil. Timo Glock fue el protagonista involuntario de la sorpresa. Massa y Hamilton competían por la corona. El inglés volvió a tropezar con su nerviosismo y perdió casi todas sus opciones. Luchó hasta el límite frente a Massa, lanzado hacia la doble victoria (carrera y Mundial) ante sus compatriotas entusiasmados. Narradores, periodistas y hasta los propios pilotos cantaron el mismo desenlace con la bandera a cuadros: Massa, campeón. Su gozo se fue al pozo. Hamilton realizó un último adelantamiento en la última curva de la última carrera a Timo Glock y pasó del sexto al quinto puesto, salto suficiente para proclamarse campeón por un punto.

«Esto es un deporte y puede pasar cualquier cosa», apuntó Vettel. «Si gano, bien. Y si no, felicitaremos a Sebastian. Me quedan cuatro o cinco años en Ferrari para pelear por el título», reflexionó el español.

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