Del dopaje a urgencias: así pagan los deportistas sus excesos con las sustancias prohibidas

La Escuela de Medicina del Deporte atiende a deportistas que sufren secuelas severas después del consumo de sustancias prohibidas y que han requerido hospitalización

Muere un jugador de béisbol de 14 años por las inyecciones de esteroides para caballos

Un combate de lucha en los Juegos de París EFE

Uno de los culturistas más famosos del mundo, Rich Piana, anticipó la patética muerte que le rondaba en un vídeo de Youtube. Después de 27 años consumiendo anabolizantes, un cuerpo con 129 kilos en 185 centímetros y brazos más grandes que su cabeza, lanzó una ... advertencia a sus millones de seguidores en las redes sociales. «Si tienes la oportunidad de seguir de un modo natural o tomar esteroides, sigue natural. No hay ninguna razón para usar los esteroides, solo están dañando tu cuerpo y te haces daño a ti mismo». Piana falleció con 46 años, la policía encontró en su casa 20 dosis de testosterona listas para el consumo. Las secuelas del dopaje son invisibles hasta que irrumpen demoledoras y letales. Los efectos adversos sobre la salud son, en muchos casos, irreversibles. Hasta la Escuela de Medicina del Deporte en la Universidad Complutense de Madrid han llegado deportistas en situación de emergencia. Profesionales que vivieron un proceso similar: el dopaje por sistema en su vida, el efecto nocivo de la química en su organismo y la petición de ayuda, camino del hospital.

Alberto Garrido recibió la llamada de Enrique Gómez Bastida, el instructor de la operación Puerto y antiguo director de la Agencia Antidopaje, para que colaborase con la causa antidopaje contando su infierno con los esteroides. El culturista es propietario de un relato espeluznante, que comentó con ABC: «En urgencias me vi morir. Estuve más de veinte años consumiendo. Eres como un drogadicto, siempre quieres más. Yo casi no lo cuento y la pesadilla de la recuperación me llevó cuatro años».

Como Alberto Garrido, hay otros que piden auxilio. Al despacho de la doctora Pilar Martín Escudero en la Facultad de Medicina, donde se ubica la Escuela de Medicina del Deporte, llegó un culturista cuyo nombre omite y que buscaba ayuda. «Uno de los efectos de los anabolizantes es el aumento de la agresividad -explica la médica-. Y lo pude comprobar cuando después de contarme sus problemas le pregunté si había tomado esteroides. Se puso frenético, dio varios golpes sobre la mesa, tiró lo que había y se marchó».

Los esteroides son una de las sustancias prohibidas en el deporte que más consecuencias provocan en el organismo. «Atrofia testicular, alteración de la libido , disfunción del miembro viril, mucha agresividad, ictus, infartos y más incidencia de tumores -comenta Pilar Martín Escudero-. Las mujeres pierden la regla, se les queda la voz ronca y hay un riesgo mayor de tumores ováricos y uterinos».

Esta aparición de síndromes maníacos caracterizados por comportamientos agresivos e irritables, depresión, baja autoestima y autoconfianza o tendencia al comportamiento arriesgado tiene que ver con los estándares sociales, las modas de nuestro tiempo. «Los esteroides tienen un componente psicológico en los chicos. Parece que tener los hombros más grandes implica ligar más. Es un estereotipo social», asegura.

A la Escuela de Medicina del Deporte acudió un atleta de lucha libre con el mismo síndrome adictivo a los esteroides. «No puedo ni subir las escaleras», aseguró en la dificultad que se le presentó en la Facultad de Medicina. Tenía ginecomastia (aumento de los pechos), el corazón agrandado y una cicatriz en la zona del pulmón que le provocó una fibrosis. «No podía respirar -asegura la doctora Escudero-. Era un caso gravísimo que requirió tratamiento con corticoides y traslado a urgencias».

Otro de los visitantes en la Escuela de Medicina fue un ciclista gregario con exceso de EPO en el cuerpo. La eritropoyetina cambió la vida en el pelotón en los años noventa y sigue vigente como estimulador de glóbulos rojos que oxigenan el músculo y favorecen los esfuerzos de largo aliento. El corredor sufría aplasia, un desarrollo defectuoso o incompleto del usual proceso regenerativo de la sangre. La EPO que fabricaba su organismo se la comían sus propias células, producía anticuerpos. «La EPO puede generar trombosis pulmonar o cerebral, desarrollo de tumores y el riesgo de la sangre coagulada. Hay un tipo de EPO, la Aranesp, que ha producido casos de muerte súbita», cuenta la doctora Escudero. El ciclista también acabó en el hospital.

«El dopaje es química que el organismo no necesita -razona Pilar Martín Escudero-. La EPO surgió como un medicamento para curar a personas con anemia o insuficiencia renal, no para obligar a trabajar al cuerpo con más hematocrito. Aunque también hay que decir que el dopaje tiene mucho de efecto placebo, y solo mejora el rendimiento un 5 o un 10 por ciento».

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